miércoles, 20 de noviembre de 2013

FERNANDO TORRES


FERNANDO TORRES


  Con motivo del centenario del club Atlético de Madrid (recordemos la fecha exacta para los amantes del dato objetivo: 26 de abril de 2003) existieron numerosas publicaciones que aparecieron con el fin de conmemorar tamaña efemérides. Abro paréntesis: en ese momento me parecieron muchísimas; de la mayor parte de ellas me conseguí agenciar el pertinente ejemplar. No obstante, el número ha llegado a quedar empequeñecido por la multitud de nuevas obras publicadas recientemente (de las que asimismo dispongo de casi todas ellas de otro ejemplar), desconozco si por estrictas leyes del mercado o, simplemente, para festejar también los 110 años de vida del club. En su modestia, estas páginas pretenden engrosar aún más esa ya amplia oferta rojiblanca. Fin del paréntesis. Entre las mentadas publicaciones del centenario se encuentra la revista especial que el departamento encargado del diario deportivo “Marca” sacó a la calle. De gran formato (por cierto, señores de “Marca”, desde mi punto de vista personal, ese tipo de formato, que también emplean para anuarios y números especiales dedicados a Mundiales, Juegos Olímpicos o similares, es sumamente incómodo; prefiero otros más manejables. Sé que no va a encontrar mucho eco pero ahí dejo mi humilde petición), posee una portada, en mi opinión, sumamente impactante. Ataviados con las camisetas de sus respectivas épocas, aparecen fotografiados uno enfrente del otro, a modo de espejo (de hecho, quedan enmarcados por uno de ellos), dos de los mayores iconos del Aleti en todos sus años de larga y fecunda historia. El, en mi criterio, y parece ser que igualmente en el de los creativos de dicha portada, mayor de todos ellos, en términos absolutos, Gárate (recordemos que por ese motivo es el capítulo que abre esta obra), y el que lo era por aquellos años, Fernando Torres. Dicha portada refleja indudablemente el glorioso pasado, el oscuro presente y el incierto futuro de esos momentos del club. Parecía anclar en la personalidad de Fernando Torres el posterior devenir de la institución. Así fue, en cierta medida, pero todos sabemos ahora que, aún siendo grande lo por él aportado, no llegó a contribuir desgraciadamente a la grandeza del club con toda una trayectoria a él dedicada, repleta de títulos, logros y satisfacciones, tanto personales como colectivas.
  Fernando José Torres Sanz, apodado “El Niño” por su prematura llegada a la primera plantilla, nació en Fuenlabrada (Madrid) el día veinte de marzo de mil novecientos ochenta y cuatro. Es el menor de tres hermanos. De origen gallego, donde siendo niño pasó todos los veranos, y donde se echó novia, su actual esposa, Olalla, el resto de su infancia y adolescencia discurren en dicha localidad madrileña. Su sentimiento atlético le fue incardinado desde pequeño por su familia, de profunda raigambre rojiblanca, en particular el abuelo Eulalio. En cualquier caso, el protagonista ha repetido en varias ocasiones que dichas convicciones se vieron confirmadas, reforzadas e incrementadas con todos aquellos inolvidables partidos del glorioso año del doblete a los que pudo acudir “in situ”, al encontrarse ya integrado en los equipos inferiores y facilitárseles a todos ellos el correspondiente pase. Allí había llegado, dejando detrás unos titubeantes e iniciales pasos en el mundo del fútbol, en su Fuenlabrada natal, en los que llegó incluso a jugar de portero. Por aquellos tiempos, su confesado ídolo era Kiko. Paradojas del fútbol, estuvieron próximos a compartir césped en forma oficial, pero nunca se llegó a verificar dicha circunstancia. El último partido del genio gaditano fue el de la 40ª jornada de la Liga 00-01, con el equipo en Segunda División, peleando por regresar a la categoría de oro, el día 3 de junio de 2001, ante el Albacete, en el Carlos Belmonte. Fue reemplazado a falta de quince minutos por el niño de Fuenlabrada, que con apenas diecisiete años acababa de debutar una semana antes frente al Leganés, portando el dorsal número 35 y entrando en el lugar de Luque. Era, por tanto, su segundo partido oficial. Y su primer gol. Cinco minutos después cabeceó un inusitadamente excepcional pase desde la banda derecha de Amaya, que ese día jugó de lateral diestro, y consiguió el único tanto del encuentro, que permitía, a falta de dos jornadas, mantener al equipo en la ruta del ascenso que, como de todos es sabido, infortunadamente no se llegaría a consumar. En cualquier caso, la fotografía del ídolo dando la alternativa al joven chaval que empieza, en dicha sustitución, es sumamente simbólica.


  Ese prematuro debut fue consensuado entre las altas esferas del club con el fin de incentivar a equipo y afición, que parecían algo desmotivados, con vistas al sprint final de Liga. Acababa de proclamarse con la selección española sub 16 campeón de Europa en Inglaterra, amén de haber obtenido los títulos particulares de mejor jugador y máximo goleador del torneo. Como acicate para la primera plantilla, a la vuelta fue promovido directamente desde juveniles. Y se consiguió el efecto deseado. Los cuatro últimos partidos, en los que él participó, se vencieron, todos por idéntico tanteo de uno a cero, y se pugnó por el ascenso hasta el final, del cual tan sólo nos apartó el fatídico “gol average”. Con diecisiete años recién cumplidos, en lugar de considerarle como un advenedizo que llega para usurparles el puesto, fue espléndidamente recibido por sus compañeros, aunando entre todos esfuerzos para un objetivo común. Por otro lado, su impacto entre la afición fue tremebundo.
  En mi modesta opinión, ese ha sido el legado más importante que Fernando Torres ha dejado para la causa rojiblanca. En una época de penurias en la categoría de plata, prolongada por unos años “oscuros” ya en la máxima competición, en donde el paso por el infierno había descapitalizado en recursos humanos al equipo (es decir, que eran jugadores de escaso nivel de calidad), “El Niño” fue una bocanada de aire fresco, uno de los escasos asideros a los que en aquellos tiempos se podía aferrar la sufrida hinchada. Su bonita historia de joven que debuta con pocos años en el club de sus amores, compartiendo vestuario con los que hasta hace poco eran sus ídolos, su cara de niño bueno y sus connaturales virtudes futbolísticas consiguieron mantener viva la llama de la ilusión de muchos seguidores rojiblancos. Fue también el reclamo para que muchos niños se identificaran con él y abrazaran la fe rojiblanca. Y aquí hablo en primera persona (no por mí, sino por mis sobrinos).
  Al igual que Gárate, Ufarte, Luis, Ayala y sus demás estupendos camaradas ejercieron de catalizador para los que éramos niños a principios de los 70, Fernando Torres (en este caso, casi prácticamente él en solitario) lo fue para todos aquellos infantes de comienzos del siglo XXI. Era su ídolo supremo. Así lo fue en principio para mi sobrino mayor, Guillermo y, poco después, para el segundo, Álvaro. Para los demás sobrinos que luego se han ido sumando al carro, Arturo o Jorge, o mis todavía muy pequeños hijos, pero que ya apuntan signos esperanzadores, su etapa de confirmación atlética coincidió con su no presencia en el club. Cuando a los dos mayores les llevaba al Calderón o a La Romareda (les invitaba a venir unos días cuando el Aleti jugaba en Zaragoza) siempre iban ilusionados porque iban a ver a su ídolo Fernando Torres. Recuerdo en particular como, con ocasión de un partido liguero poco después del centenario, el correspondiente a la 33ª jornada de la Liga 02-03, celebrado en el Vicente Calderón frente al Alavés el día 10 de mayo de 2003, en el que caímos derrotados por un gol, anotado por el rumano Ilie, a cero, aprovechando el trayecto en tren de cercanías hasta el estadio, hablamos del tema. Además, en concreto, esa fecha, Torres no iba a jugar por encontrarse lesionado. No obstante, Guillermo me confesaba su admiración por él. En aquellos días, como muchos chavales, prácticamente identificaba equipo con jugador. No quise quitarle la ilusión a un niño pero tampoco quería que su por entonces casi segura e inevitable marcha fuera traumática para él, así que le argumenté, todo lo mejor que se le puede argumentar a un niño pequeño, que era muy posible que poco tiempo después tuviera que dejar el club y que, sin embargo, la institución quedaría por encima de él, que había que quererle no a él en concreto (que también) sino a la entidad que representa, a las rayas rojas y blancas que defiende, al sentimiento que éstas desprenden, que es lo que permanecerá para siempre, más allá de él y de todos nosotros. La marcha de Torres no pudo sino confirmarse pocos años después, pero mi sobrino debió captar el mensaje porque continúa siendo (y seguro que ya para siempre; todos sabemos que una vez rojiblanco, siempre rojiblanco) fiel seguidor atlético.
  Desde el punto de vista técnico, reitero una de las ideas que ya se han apuntado con anterioridad. Pese a su tierna edad, desde muy pronto Fernando Torres tuvo que asumir la responsabilidad y, capitanía incluida, echarse a sus espaldas el peso y el devenir del equipo. Fue durante esos años que antes califiqué de “oscuros”. El paso por Segunda había dejado mucho por reconstruir y tuvimos que padecer muchos jugadores mediocres, amén de muchos otros que llegaron levantando grandes expectativas que luego defraudaron. No cito nombres concretos para no herir la susceptibilidad de los interesados y dado que todos podemos saber de quienes estamos hablando. Controles de balón, circulación del mismo, pases en profundidad y demás exquisiteces técnicas nos estuvieron vedadas durante cierto tiempo. Tan solo podíamos disfrutar de ellas a cuentagotas, de manos (o mejor dicho, pies) de unos poco dotados como el propio Fernando Torres, Ibagaza o el danés Gronkjaer, en la escasa media temporada (04-05) en que militó bajo bandera rojiblanca. Es por ello que la dependencia del delantero centro se hizo acusada. Todos ansiábamos ver su potente carrera, sus desmarques en velocidad, su poderoso y colocado disparo, su certero remate de cabeza, su valentía y arrojo sin fin y sus estéticos driblings en velocidad con más frecuencia de la que pudimos saborear. En cierta manera, cuando vio que su progresión individual quedaba dolorosamente alejada de la del equipo (hay quien dice que el detonante definitivo fue la goleada de cero a seis encajada frente al Barcelona en el Calderón, jaleada además por un amplio sector de la grada para perjudicar al eterno rival madridista) y se vio “obligado” a buscarla por otros derroteros, contribuyó con el dinero que nos proporcionó a la definitiva reconstrucción del equipo, permitiendo la llegada de estrellas que pocos años antes hubieran sido impensables.

  Fernando Torres permaneció en la órbita rojiblanca durante un total de siete temporadas, desde la 00-01 hasta la 06-07. Las dos primeras, en Segunda División. Las cinco restantes, en Primera. Su inicio en esta categoría, tras su debut y año de asentamiento, bajo la sabia batuta de Luis Aragonés, tuvo lugar en la primera jornada de la Liga 02-03, 1 de septiembre de 2002, empate a dos en el Nou Camp, con goles de Luis Enrique, ambos, para los blaugranas y de Otero y Correa para los atléticos. Su primer tanto, dos semanas después, segunda jornada frente al Sevilla en el Calderón. Con él igualó el inicial del sevillista Moisés. En conjunto, participó en 244 partidos oficiales, desglosados en 214 de Liga (4, 36, 29, 35, 38, 36 y 36), 25 de Copa del Rey (2, 1, 3, 5, 6, 4 y 4) y 5 de Copa Intertoto (en la 04-05). Prueba inequívoca de la “oscuridad” de esos años fue la escasa participación tanto en Copa como, sobre todo, en Europa (en este caso, más que escasa, más bien raquítica). En todos esos encuentros acertó con las redes adversarias en un total de noventa y una ocasiones, repartidas en 82 de Liga (1, 6, 13, 19, 16, 13 y 14), 7 de Copa y 2 en Europa. Solía ser el máximo goleador del equipo y además, en las campañas 03-04 y 04-05, también el máximo liguero nacional.
  Su palmarés rojiblanco está huérfano. Si acaso, se puede incluir el Campeonato de Segunda División en la 01-02.Pero no es algo de lo que se pueda alardear en demasía. De todos los destacados jugadores del Aleti a los que he dedicado semblanzas individuales, dejando al margen a algunos que por su escasa permanencia en el club no pudieron llegar a obtener títulos, como Alemao o Vieri, es el único que presenta un palmarés en blanco. No quisiera repetirme demasiado pero, ¿recuerdan algo relativo a “años oscuros”?. Indudablemente repercutió también en grado sumo en esta faceta de los títulos conquistados.
  Por el contrario, su participación en la selección española lo ha sido durante el periodo más dulce de su historia, lo que le ha posibilitado, a fecha de finales de 2013, ser campeón del Mundo en Sudáfrica 10 y de Europa en Austria y Suiza 08 y en Polonia y Ucrania 12. Su debut en “La Roja”, con diecinueve años, tuvo lugar el día 6 de septiembre de 2003. Con Sáez de seleccionador, se venció a Portugal en partido amistoso celebrado en tierras lusas por cero a tres, anotados por Etxeberría, Joaquín y Diego Tristán. Ese día también debutaba el futuro atlético Reyes, con el que no llegaría a coincidir en nómina rojiblanca, pero sí en las categorías inferiores de España, además de en la absoluta, demostrando una profunda compenetración.
  Su primer gol internacional llegó al quinto partido. Otro amistoso allende las fronteras españolas, en esta ocasión en Italia, con empate a uno frente a los transalpinos. El tanto italiano, obra de Vieri (¿les suena de algo?). En materia goleadora, no obstante, su aportación más sobresaliente, que le ha llevado a pasar a la inmortalidad de la historia del fútbol español, es el solitario gol marcado a Alemania en la final de la Eurocopa 08, el veintinueve de junio, inexcusable paradigma de sus dotes futbolísticas, por su potencia y velocidad.
  Tras Sáez, con el que llegó a participar en la fase final de la Eurocopa de Portugal 04 (jugó los tres encuentros allí disputados, sin diana alguna), también ha contado para los posteriores seleccionadores. Tanto para su viejo mentor Luis Aragonés, con el que acudió al Mundial de Alemania 06 (cuatro partidos y tres goles) y la Eurocopa de Austria y Suiza 08 (cinco y dos, entre ellos el mentado definitivo), como para Del Bosque, con el que ha asistido a la Copa Confederaciones de Sudáfrica 09 (cinco y tres), Mundial de Sudáfrica 10 (siete y cero; llegó fuera de su mejor forma, por lesión, participando en todos los encuentros pero sin su brillantez acostumbrada y perdiendo la titularidad a lo largo del torneo en beneficio del barcelonista Pedro), Eurocopa de Polonia y Ucrania 12 (cinco y tres; bota de oro al máximo goleador de la competición) y Copa de Confederaciones 13 (cuatro y cinco; también aquí bota de oro al máximo goleador).

 Hasta finales de 2013 ha portado la casaca roja en 106 ocasiones. El que más de todos aquellos que alguna vez hayan vestido la camiseta rojiblanca. Muy lejos de los demás. Si acaso, tan solo le puede inquietar, dependiendo de sus respectivas trayectorias internacionales futuras, el rojiblanco de nuevo cuño Villa. Y, en mi opinión, el reciente internacional Koke. Dada la juventud en su debut, si se mantiene en el combinado nacional durante muchos años, es posible que se acerque, o incluso, si todo va muy bien, sobrepase esa cifra. En todos esos encuentros ha marcado 36 tantos, convirtiéndose en el tercer máximo goleador de la historia de la selección, tras Villa y Raúl.
  Cuando Torres se fue del Aleti lo hizo rumbo a la siempre dificultosa Liga inglesa. Tres temporadas y media en el Liverpool, equipo hermanado con el nuestro, y desde entonces en el Chelsea. Allí sí que ha conseguido los títulos que aquí no pudo. Entre otros, la valiosa Champions League. Pero esa es otra historia, alejada de los colores rojiblancos  En lo que a nosotros respecta, tenemos que conformarnos, que no es poco, con lo con él vivido. Incluso con lo que en el futuro se pueda llegar a vivir de nuevo. Siempre será atlético de corazón. Tan solo baste con recordar como en los paseos triunfales de la Selección tras sus sonoros éxitos, no dudó en portar una bandera nacional con el escudo del Aleti. Sentimiento rojiblanco.                        

        

JOSÉ MIGUEL AVELLO LÓPEZ

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