jueves, 13 de junio de 2013

AYALA

AYALA


  Con la música del himno de La Legión: “Nadie sabía su nombre/ quién era aquel atletista/ hincha revolucionario/ que su bandera llevó/ nadie sabía su nombre/ cuando su equipo sufría/ el escudo del Atleti grabado en el corazón/ y al besar la red un gol de Ayala/ una voz salió de entre la grada/ somos los del Atleti/ sufridos seguidores, seguidores/ somos los del Atleti/ la victoria más rotunda/ aunque estemos en Segunda”. Esta es una de las canciones que tradicionalmente entona el Frente Atlético todos los días de partido. Su soniquete ya no podrá disociarse jamás de muchas tardes y noches de glorioso fútbol rojiblanco. A pesar de haberlo buscado arduamente, no he conseguido hallar al autor de la letra (la música, reitero, es la del himno de La Legión). Porque me gustaría hacerle varias precisiones. Primera. Por lo general, a los seguidores del Atlético de Madrid no nos gusta demasiado que se nos llame atletistas. Preferimos atléticos. Segundo. Dado que dicha canción se canta en el estadio desde principios de la década de los ochenta, me gustaría saber de qué predicción futuróloga dispuso para anticipar el descenso a Segunda, que en esos años parecía impensable. Y tercero. Y más importante. Me gustaría igualmente saber cuál fue el motivo (deduzco que se trataría de un ídolo de infancia) para inmortalizar, por encima incluso de otras leyendas rojiblancas que pudieran merecérselo más, a Ayala en dicha letra. Con ello, su nombre queda indisolublemente unido a la historia rojiblanca. Ese himno es muy posible que perdure mucho más allá de que ya no estemos aquí todos los que vimos jugar a Ayala.
  Rubén Hugo “Ratón” Ayala Zanabria (el segundo apellido lo disfruta desde su nacionalización como español, dado que los argentinos carecen del mismo) nació en la ciudad de Santa Fe, provincia de Santa Fe, Argentina, el día 8 de enero de 1950. Trasladado prontamente con su familia (padre, madre, siete hermanas y cinco hermanos) a Lanús, provincia de Buenos Aires, destaca de inmediato en los tradicionales potreros argentinos de donde salieron tantos y tantos grandes jugadores. En esa tierna infancia su estatura era inferior a la de los demás chicos, era rápido y escurridizo, lo que valió el sobrenombre, que ya nunca más abandonaría, de “Ratón”.

  Con su ya por entonces íntimo amigo Heredia ficha por los juveniles de uno de los principales equipos bonaerenses, San Lorenzo de Almagro, “el ciclón de Boedo”, en 1965, mientras trabajaba de zapatero. Alcanza la internacionalidad en la campaña 68-69, todavía en edad juvenil.
  Su fama y cualidades levantaron el interés de los principales equipos europeos. Pero, desdeñando otras ofertas más suculentas, en unión una vez más de su inseparable Heredia, decide recalar en el Atlético de Madrid, para la temporada 73-74. Desde el principio, su excéntrico aspecto, al que por estos lares se estaba poco acostumbrado, con larguísima melena y bigote ralo, atrae la atención de los espectadores. Pero, sobrepasada la anécdota inicial de la apariencia, esa atención pronto se traslada a su estilo de juego, que de igual forma tampoco había sido muy disfrutado por aquí. Fue de los primeros extremos en jugar a pierna cambiada. Siendo diestro, jugaba prácticamente siempre por la izquierda, portando sempiternamente en la elástica rojiblanca el número 11, dorsal con el que tradicionalmente se identificaba al extremo zurdo. Sin embargo, a diferencia de estos extremos tradicionales, ocupaba mucho más terreno. No esperaba el balón en posiciones adelantadas. Se retrasaba, tomaba contacto con el mismo, participaba en la elaboración del juego, centrando si fuera menester su posición en el césped. No obstante, ello no impedía que su tremenda habilidad, su magistral desborde, su portentosa velocidad y su inusitada verticalidad le ayudaran a confeccionar (melena al viento, por supuesto) jugadas de extremo clásico, llegando hasta la línea de fondo y centrando con peligro, usando en su caso la pierna izquierda, de la que, aún siendo diestro, disponía de un buenísimo manejo. Además, todo ello se adornaba con una más que estimable capacidad goleadora, a lo que contribuía su certero remate de cabeza, que motivó, en alguna ocasión, ser desplazado lateralmente hasta el eje de la vanguardia.
  En esos primeros tiempos rojiblancos conformó junto al brasileño Becerra, por la derecha, y la leyenda de las leyendas atléticas Gárate, por el centro, la delantera conocida como de “los tres puñales”. Con el paso de los años la pérdida de la explosividad de sus cualidades provocó el retraso de su posición hacia el centro del campo. Incluso en contadas ocasiones, por necesidades perentorias del equipo, llegó a jugar de lateral izquierdo y hasta de defensa libre.

  Como se ha dicho, fue fichado en la temporada 73-74. El año de reapertura de fronteras de nuestra Liga para los extranjeros (sólo para la Liga, no de momento para la Copa). Ante los flojos resultados de la Selección española la Federación había prohibido la presencia de jugadores foráneos a finales de los años cincuenta. Lo que trajo el fenómeno de los “oriundos”, hijos o nietos de españoles que sí que tenían pasaporte español y podían jugar. A su vez el fenómeno degeneró en los “falsos oriundos”, con papeles falsificados. Se reabrieron fronteras este año. Dos extranjeros por equipo. El Atlético de Madrid fichó a Ayala y Heredia. El Real Madrid, a Netzer y Oscar “Pinino” Mas. El Barcelona, a Sotil y Cruyff. Curiosamente por problemas burocráticos el debut en casa tanto del astro argentino atlético (que había levantado más expectación en la hinchada rojiblanca que la de su compañero defensa)  y el del astro holandés barcelonista tuvieron lugar ya comenzado el torneo liguero, el mismo día. Compartieron portadas de los principales periódicos deportivos. Incluso había quien se aventuraba a decir al comentar dichas portadas (hablo de primera mano; oí el comentario a un anónimo compañero de localidad en un partido de categorías inferiores) que el bueno, más que Cruyff, era Ayala.
  Ese debut conjunto tuvo lugar el día 28 de octubre de 1973, jornada 8ª de la Liga 73-74, en el Calderón frente a la Real Sociedad. En el caso de Cruyff fue debut absoluto, frente al Granada. En el de Ayala, había disputado ya con anterioridad dos encuentros fuera de casa. Su debut oficial, el día del Pilar, 12 de octubre, jornada 7ª de la Liga 73-74, frente al Español en Sarriá, sustituyendo a Luis. Con Juan Carlos Lorenzo de entrenador. Derrota por un gol a cero, anotado de penalti por De Diego. Y el 24 de octubre la ida de la eliminatoria de octavos de final de Copa de Europa frente al Dinamo de Bucarest, en tierras rumanas (dos a cero para los colchoneros, goles de Becerra y Eusebio).

  El reseñado y esperado debut casero, conjuntamente con Heredia, se desarrolló placentera y favorablemente. Desde ese primer instante, ya compartía delantera con Becerra y Gárate. Victoria por cinco goles a uno. Los dos debutantes anotaron. Ayala en dos ocasiones (los dos primeros, además) y Heredia en una (el último). Los otros dos fueron de Gárate y Capón. El donostiarra, de Muruzábal.
  Desde entonces, siete magníficas temporadas en rojo y blanco, hasta la 79-80, que hicieron que Ayala quedara grabado con letras de oro en la memoria colectiva rojiblanca. Desde la campaña 75-76 tanto Ayala como Heredia accedieron a la nacionalidad española, tras los dos pertinentes años de residencia que el artículo 22.1 del Código Civil español exige para los ciudadanos de países iberoamericanos, para posibilitar así el fichaje de otros dos extranjeros, los astros brasileños y desde entonces leyendas rojiblancas Luiz Pereira y Leivinha. En realidad, su aportación en esa última campaña fue prácticamente irrelevante. Apenas dos partidos ligueros. Jornadas 1ª y 2ª de Liga, frente al Hércules (el día del debut de Quique Ramos) y Sporting de Gijón (se perdió por un gol a tres; de Ayala, su último gol). Y uno de Copa de la U.E.F.A., ida de primera ronda, el 19 de septiembre de 1979, frente a los germano-orientales del Dinamo de Dresden (su último partido), en el que fue sustituido tras el descanso por un ídolo emergente, Marcos. De manera sorpresiva la Directiva, sin consultar siquiera con el entrenador, Luis Aragonés, le dio la baja de forma unilateral a Ayala, que tenía dos años más de contrato en vigor. Debía ser que ya estaba muy visto. Tras la sorpresa y los desencuentros iniciales, la posterior generosidad de Ayala hizo que la rescisión se produjera con entendimiento entre las partes.
  En sus siete campañas rojiblancas (contando esa última apenas iniciada) Ayala disputó un total de 214 partidos oficiales (casi todos, 205, de titular). De ellos, 169 de Liga (21, 30, 34, 34, 24, 24 y 2), 17 de Copa (0, 0 –recordemos que las dos primeras campañas no pudo disputar esta competición por ser extranjero-, 9, 1, 4, 3 y 0), 26 de diferentes competiciones europeas (4 de Copa de Europa, 3 de Copa de la U.E.F.A., 4 y 8 de la Recopa, 6 de la Copa de Europa, 0 y 1 de la Copa de la U.E.F.A) y, finalmente, los dos de la Copa Intercontinental 74-75. En todos ellos anotó un total de 58 goles, de los cuales 45 fueron de Liga (5, 5, 13, 13, 4, 4 y 1), 4 de Copa (0, 0, 1, 1, 0, 2 y 0), 8 en competiciones europeas (1, 2, 1, 4, 0, 0 y 0) y el gol de la Copa Intercontinental. Como siempre, esta disección en números no miente. Revela claramente, por partidos jugados y goles, que sus temporadas de plenitud y excelencia fueron la tercera y la cuarta, 75-76 y 76-77 (que curiosamente, coincidirían con títulos, como ahora mismo veremos).

  Su palmarés rojiblanco incluye tres títulos oficiales: la Copa Intercontinental de la temporada 74-75, la Copa (última del Generalísimo) de la siguiente y la Liga de la siguiente. No pudo disputar la final de la Copa de Europa 73-74 por ser uno de los tres agraviados por el árbitro turco Babacan (los otros dos, Panadero Díaz y Quique), expulsados en la ida de las semifinales ante el Celtic de Glasgow en Celtic Park. Se resarció con tres títulos oficiales, a razón de uno por temporada, en las tres siguientes.
  La final de la Copa Intercontinental recordemos que la jugó el Aleti por renuncia de nuestro verdugo en la final europea, el Bayern de Munich (oficialmente por problemas de calendario; extraoficialmente por miedo a los aguerridos equipos sudamericanos), que era a ida y vuelta, que el rival era el campeón de la Copa Libertadores, el Independiente de Avellaneda, y que para esa edición se había consensuado entre los equipos contendientes, ante lo apretado del calendario, el adoptar el sistema de número total de goles en la eliminatoria, abandonando el hasta entonces vigente de victorias absolutas, prescindiendo del número de tantos. Ello posibilitó que el trofeo ingresara en las vitrinas colchoneras. Así, el partido de ida se celebró en la barriada bonaerense de Avellaneda el día 12 de marzo de 1975. Derrota por un gol, de Balbuena, a cero. Ayala jugó todo el encuentro, compartiendo línea delantera solo con Gárate, al haber reforzado Luis el centro del campo con un cuarto centrocampista. La vuelta, en el Vicente Calderón, el 10 de abril. Se venció, y se remontó la final a doble partido,  por dos goles a cero. También jugó Ayala todo el encuentro. En esta ocasión sus dos acompañantes ofensivos fueron de nuevo Gárate, por el centro, y Aguilar, por la derecha. Y fue decisivo. Tras el gol de Irureta en la primera parte, a pase de Gárate, el segundo, el definitivo, fue obra del argentino, rematando con la puntera a falta de cinco minutos desde el área pequeña un balón suelto tras falta botada por Heredia. Quizá fuera el gol de Ayala que, parafraseando el himno con el que comencé este artículo, “besara la red” y quedara grabado en la memoria del anónimo autor del mismo.

  A la siguiente, 75-76, campeón de la Copa. Ayala disputó todo el torneo, al disponer ya de la nacionalidad española. Los que no pudieron hacerlo fueron los dos extranjeros oficiales del equipo, Pereira y Leivinha. Jugó íntegramente la final, con “los tres puñales” en la delantera. Fue en el estadio Santiago Bernabéu, el día 26 de junio de 1976, frente al Zaragoza. Se venció por un gol a cero, con el mítico y memorable (entre otras poderosas razones, por ser el último de su carrera) de Gárate, lanzándose en plancha para batir de certero cabezazo a Junquera, tras estupendo pase de Salcedo.
  Y a la siguiente, 76-77, campeón de Liga. Alirón en la jornada 33ª y penúltima del torneo, el día de San Isidro, 15 de mayo de 1977, en el estadio Santiago Bernabéu. El empate a uno, con goles de Rubén Cano y Roberto Martínez, fue suficiente. La aportación de Ayala a ese campeonato, como se ha reseñado con anterioridad al exponer los números del total de su trayectoria atlética, fue superlativa, ya que disputó los treinta y cuatro partidos del torneo (todos) y anotó trece goles. Como no podía ser de otra manera, dada la idiosincrasia atlética, la jornada final, la 34ª, que debía ser de fiesta y celebración colectiva se aguó un poco (tan solo un poco) al perder por dos goles a tres frente al Valencia. Los jugadores estaban flojos de piernas tras una semana plagada de celebraciones y se notó. Los goles valencianistas fueron obra de Eloy y dos de Kempes, lo que le valió para conquistar el trofeo pichichi de ese año, y los atléticos de Leivinha y Ayala. Este último, de penalti, con lo que cerró al menos su año glorioso. También recuerdo como el argentino tuvo una destacada participación en el primer gol del brasileño. En una de sus escapadas características por la izquierda, llega al borde del área y centra con su pierna derecha a media altura. El pase le sale no obstante con una tan inusitada potencia que ninguna persona cabal se hubiera atrevido a meter la cabeza, so pena de perderla. Sin embargo, Leivinha, lanzándose en plancha, sí que lo hace, entrando la pelota en el marco valencianista, como rezan los cánones, “como una exhalación”, consiguiendo así un espléndido gol, estético y vistoso.

  Ayala fue internacional argentino en veinticinco ocasiones, debutando en 1968 (recordemos, aún en edad juvenil) contra Corea del Norte. Marcó once goles con la albiceleste. Ya militando en las filas rojiblancas, disputó el Mundial de Alemania 74, en compañía de otros ilustres jugadores de la Liga española, como su inseparable Heredia, Carnevali, Wolf, Brindisi y Kempes. Participó allí como titular, sin ser además nunca sustituido, en los seis partidos que celebró la selección argentina, anotando un gol en la primera fase frente a Haití.
 Tras abandonar España, recaló en México, donde jugó todavía un año con el Jalisco y tres más con el Atlante. También adquirió la nacionalidad mexicana (dispone en consecuencia de triple nacionalidad) y allí mismo inició (y de momento continúa) su carrera de entrenador, habiendo preparado ya a equipos tales como las Cobras de Querétaro, el Tampico Madero o el Pachuca.
  Para concluir, una anécdota y un epílogo. La anécdota es que en los años 90 existió un defensa central paraguayo que compartió nombre de guerra futbolístico con nuestro héroe rojiblanco. Celso Ayala. Por ese mismo motivo, compartió igualmente el apodo de “ratón”. Y compartió también club en su historial. Celso Ayala llegó a jugar también en el Atlético de Madrid, en concreto 15 partidos oficiales (9 de Liga, 4 de Copa y 2 de Copa de la U.E.F.A.), con un solitario gol liguero, en la campaña 99-00 (infausto año del descenso), compartiendo eje de la zaga con su compatriota Gamarra, sin que ninguno de los dos demostraran a orillas del Manzanares el nivel que se les presuponía.
  Y el epílogo lo pone el propio protagonista. Como todo buen jugador y buena persona que ha defendido la camiseta rojiblanca, ha quedado convertido indefectiblemente para la causa. Para siempre. Cuando pasa por España y acude al Calderón, se emociona con su simple visión. En alguna entrevista concedida a medios de comunicación, ya retirado como jugador, le he podido leer “el que no ha jugado en el Atlético no sabe lo grande que es esto. En Argentina, desde pequeños soñábamos con triunfar en River Plate, Boca Juniors o San Lorenzo, pero yo llegué mucho más lejos y estoy orgulloso por ello”. Nadie puede definir mejor el orgullo de haber sido jugador atlético.                            
                    


JOSÉ MIGUEL AVELLO LÓPEZ

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