miércoles, 21 de agosto de 2013

FORLÁN


FORLÁN

  “U-ru-gua-yo, u-ru-gua-yo”. Tradicionalmente los más destacados a la par que numerosos jugadores extranjeros que han militado en las filas del Atlético de Madrid han sido de nacionalidad argentina o brasileña. En años recientes también ha habido más de uno de nacionalidad uruguaya. Alguno de ellos será recordado por las generaciones venideras, como los actuales Godín o Cristian “Cebolla” Rodríguez. Otros serán (han sido) perfectamente olvidables, como Richard Núñez o Pilipauskas (¡manda huevos que el interfecto sea uruguayo, con ese apellido de claras connotaciones lituanas!). Y de otros, al fin, habrá que hacer esfuerzos para olvidarlos, como el “Pato” Sosa. En cualquier caso, el grito con el que se inicia este párrafo, con el que en un alarde de imaginación desbordante era agasajado por el sector más enfebrecido de la grada (y que al propio interesado le agradaba sobremanera, según revela en el interesante libro “U-ru-gua-yo”, por él mismo escrito, editorial El Tercer Nombre, S.A.) tenía entonces y tendrá a buen seguro en el futuro un único destinatario: Forlán. Con él y gracias a él (en unión de otros compañeros, pero con un elevadísimo porcentaje suyo) pudimos dejar atrás los “años oscuros” y marchar todos juntos, y él el primero, por la senda de los títulos y las buenas clasificaciones que parecían olvidados y olvidadas.
  Diego Forlán Corazo o Corazzo (según diversas fuentes, la grafía del segundo apellido aparece con una sola o con dos “zetas”; me merece más credibilidad la segunda; por cierto, que parece ser que los uruguayos, según he contrastado con los demás jugadores de dicha nacionalidad que han pasado por el club ostentan, al igual que los españoles, y a diferencia de la casi totalidad del resto del mundo, dos apellidos) nació en la capital de Uruguay, Montevideo, el día diecinueve de mayo de mil novecientos setenta y nueve. De familia acomodada, se crió en el residencial barrio de Carrasco, de su ciudad natal. En su casa se respiraba fútbol por los cuatro costados, tanto por la rama paterna como por la materna. Su padre, Pablo Forlán, fue un destacado defensa central uruguayo de la década de los sesenta. Jugó en Peñarol y luego muchos años en Brasil, defendiendo los colores del Sao Paulo y Cruzeiro, y disputó las fases finales de los Mundiales de Inglaterra 66 y México 70. Su abuelo materno es Juan Carlos Corazzo, defensor del Independiente argentino en la década de los treinta y seleccionador de Uruguay en la cita mundialista de Chile 62. Su hermano mayor, Pablo, defensa central como su padre y su abuelo, también fue profesional en diversos equipos y países. Su padre pasaba largas horas con Diego practicando en un frontón de su casa. De ahí sacó su perfecto dominio de las dos piernas, dado que le obligaba a golpear con ambas.
  Desde muy crío sus portentosas habilidades físicas (esas que, al cabo de los años, “marcando tableta”, han asombrado a más de un seguidor y/o seguidora) hacen que destaque en gran variedad de deportes. En todos los que se propone. Particularmente en tenis, donde llega a alcanzar un altísimo nivel, planteándose muy seriamente su carrera de tenista profesional.
  Pero vence el fútbol. No podía ser de otra manera en ese hogar. Su feliz infancia y adolescencia se ve alterada por dos hechos básicos: el grave accidente de tráfico de su hermana Alejandra, que la deja postrada en silla de ruedas y que, en cierta forma, sirvió para unir aún más a la familia, y el abandono del hogar familiar a muy temprana edad para pasar al país vecino, al otro lado del Río de la Plata.

  Tras destacar en Uruguay en las categorías inferiores de Peñarol y Danubio, emigró a Argentina para enrolarse en las filas del Independiente de Avellaneda. Club que se ha cruzado en varias ocasiones con el nuestro. A él le ganamos la Copa Intercontinental en 1975 y de él llegó Agüero. Esa época, tal y como se relata en el libro biográfico anteriormente reseñado, fue particularmente difícil para Diego. La soledad y la nostalgia de su familia casi le hacen retornar. Pero prosiguió en el empeño y consiguió finalmente triunfar con la camiseta roja de Independiente.
  Tras ello el periplo de tres años en Inglaterra, en el Manchester United bajo las órdenes de Fergusson, con el que tuvo sus más y sus menos (en una ocasión, hubo cierta bronca por no hacerle caso con las tacos, resbalar y marrar una ocasión manifiesta de gol), pero del que guarda muy buen recuerdo, y otros tres ya en España con el Villarreal, con el que consiguió su primera Bota de Oro europea en la campaña 04-05. Y finalmente, su fichaje por el Aleti en la temporada 07-08, reinvirtiendo parte del dinero que el Liverpool acababa de soltar por Fernando Torres.
  Desde el inicio su despliegue físico constante, su compromiso, su calidad humana y profesional, su recorrido, ayudando de continuo al centro del campo, su liderazgo y su duro disparo con ambas piernas (es de esos jugadores que disparan tan bien con la derecha como con la izquierda) “engancharon” con la grada. Como defecto a reseñar, por decir alguno, su no muy elevado juego de cabeza. Durante los cuatro años siguientes conformó con Agüero una sociedad poco limitada a la hora de anotar goles, marcando una época en la historia atlética (hay que reconocerlo, nobleza obliga, pese a la no muy elegante salida del argentino).
  Desde el mismo día de su debut oficial empezó goleando. Demostrando ya desde un inicio su compromiso con compañeros, club y afición, interrumpió sus vacaciones tras la Copa América de 2007 para acudir al rescate y jugar la vuelta de la final de la Copa Intertoto, ante el Gloria Bistrita rumano, el día veintiocho de julio. Era una final importantísima, más que por el título en sí, bastante devaluado, porque era la vía alternativa para poder clasificarse para la Copa de la U.E.F.A., que ya se había probado en alguna ocasión en el pasado, fracasando en el intento. Hubiera sido un desastre no clasificarse un año más para Europa. Tras la derrota en la ida por dos a uno, anotado por el griego Seitaridis, en su único tanto oficial rojiblanco, un solitario gol de Forlán en la vuelta permitió conseguir el objetivo buscado y deseado, merced al valor doble de los goles en campo contrario en caso de empate.
  Su debut en Liga tuvo lugar en la primera jornada de Liga 07-08, ante el Real Madrid en el estadio Santiago Bernabéu. Derrota por dos a uno. El madrugador gol inicial de Agüero, al minuto de juego, fue luego remontado por los dos de Raúl y Sneijder. Su primer tanto liguero tuvo que esperar a la cuarta jornada, el veintitrés de septiembre, en la holgada victoria en casa frente al Rácing de Santander por cuatro goles a cero, convertidos por Raúl García, Agüero, Forlán y Simao.
  Luego llegaron muchos más partidos. Y mucho más goles. En total, durante sus cuatro (y pico) campañas rojiblancas, desde la 07-08 hasta la 10-11 (ó 11-12, según se mire), defendió con orgullo y gallardía la elástica rojiblanca durante 198 partidos oficiales, distribuidos en 134 de Liga (36, 33, 33 y 32), con 74 goles (16, 32, 18 y 8), 18 de Copa del Rey (6, 3, 6 y 3), con 6 goles (1, 1, 3 y 1) y 46 de diferentes Competiciones Europeas (11, que fueron 1 de Intertoto y 10 de Copa de la U.E.F.A, 9 de Champions League, 17, que fueron 8 de Champions League y 9 de Europa League, 7 de Europa League…y 2 también de Europa League), en los que anotó 16 goles (6, 2, 7 y 1). Por consiguiente, si las matemáticas no fallan y Pitágoras no era guasón, el total de goles durante la trayectoria rojiblanca de Forlán fue de 96.
  De entre todos esos aciertos, dado que hay entre donde elegir, cada cual tendrá sus preferencias. Por supuesto que en la memoria de todo buen atlético quedarán como indelebles los conseguidos en sendas prórrogas, en 2010, el de semifinales en Anfield contra el Liverpool o el de la final de Hamburgo contra el Fulham. Son inolvidables por su trascendencia. Pero desde el punto de vista estético, existe un gol que, por su belleza, su inverosimilitud y la emoción del partido en general, me dejó impactado y me gustaría que no cayera en el olvido. Fue en la jornada 35ª de la Liga 08-09. El diez de mayo de dos mil nueve. El equipo, entonces dirigido desde el banquillo por Abel Resino, se encontraba realizando una recta final de Liga imparable, repleta de victorias, que a la postre permitiría la clasificación para la Champions League de la campaña siguiente. Dicha recta final (y, por consiguiente, la ansiada clasificación) parecía que iba a verse interrumpida por la visita del Español de Barcelona. Al descanso vencía por cero a dos, goles anotados por Nené de penalti y el malogrado Jarque (su último gol). Parecía que la derrota era ineludible. Pero en una emocionantísima segunda parte, se consiguió una remontada épica. Y todo surgió de un golazo inconmensurable de Forlán. Recibe el balón en el centro del campo, se gira, se escora y desde muy fuera del área, a más de cuarenta metros de la portería, suelta un zapatazo con su pierna izquierda (el típico que cuando ves que va a tirar, exclamas: pero, ¿dónde vas?) que con una violencia inusitada penetra por el centro de la portería sin que el camerunés Kemeni llegara a enterarse siquiera del disparo. Cuando rememoro a Forlán este extraordinario gol, por encima de otros, es el primero que acude a mi memoria. La remontada se culminaría con un segundo tanto de Agüero y el tercero, ya fuera de tiempo, del propio Forlán, entre el éxtasis generalizado.
  Anteriormente he reseñado que Forlán fue atlético durante cuatro temporadas “y pico”. Quiero explicar eso del “pico”. En plena pretemporada de la campaña 11-12 el equipo se encontraba disputando ya encuentros oficiales, los correspondientes a las rondas previas de la Europa League. Demostrando una vez más su profesionalidad y compromiso y cerrando el círculo de concluir su trayectoria rojiblanca como la inició, Forlán, que apenas un par de días antes había ganado con su selección la Copa América de 2011, volvió a renunciar a parte de sus vacaciones, como cuatro años antes, y, considerándose trascendente su participación, acudió a disputar la primera ronda previa contra el Stromsgodset noruego, los días 28 de julio y 4 de agosto de 2011. Con su aportación, se pasó de ronda, no sin ciertas dificultades, puesto que la exigua victoria en Madrid por dos goles, ambos de Reyes, a uno, se vio luego refrendada por la victoria en tierras noruegas por dos a cero, obra de Adrián y de nuevo Reyes. Poco después, llegó su traspaso al Inter de Milán. Esa competición concluyó con la inolvidable final de Bucarest, el nueve de mayo de dos mil doce, y la rotunda victoria por tres a cero, dos de Falcao y Diego, ante el Athletic de Bilbao.
  Y esta misma aportación de dos encuentros en la temporada 11-12 abre otra problemática o debate en cuanto al palmarés rojiblanco de Forlán. Es indubitado que en él deben de encuadrarse las dos Copas internacionales que catorce años después nos permitió volver a celebrar algún título y cuarenta y ocho años después reeditar algún galardón europeo. La Europa League de la 09-10, frente al Fulham inglés, en cuya final de Hamburgo del día doce de mayo de dos mil diez tuvo una participación decisiva, ya que recordemos que tras adelantarse con tanto suyo en la primera parte y empatar poco después Davies, el de la victoria final, a escasos minutos del final de la prórroga, fue obra suya (sin duda alguna, su gol más recordado); y pocos meses después, el veintisiete de agosto de dos mil diez, en Mónaco, la Supercopa de Europa frente al Inter de Milán, victoria por dos a cero, de Reyes y Agüero, tras magistral pase de Simao, a cero.  El primer partido lo disputó íntegro, prórroga incluida y en el segundo fue reemplazado a ocho minutos del final por Jurado.
  En las distintas fuentes consultadas únicamente se incluyen esos dos títulos. Pero en mi modesta opinión debe entenderse añadida además la Europa League de la 11-12. Es cierto que su participación apenas fue relevante o trascendente y que cuando se levantó la Copa hacía meses que había abandonado el club. Pero no es menos cierto que al confeccionar el historial de los partidos que llevaron a la consecución de ese título el nombre de Forlán aparece en los dos primeros. Por consiguiente opino que “legalmente” no hay discusión posible de que Forlán ganó de rojiblanco dos Europa Leagues y una Supercopa de Europa. El debate tendría más bien carácter “moral”. Y además, existe también la cuestión de la Copa Intertoto de 2007. Ya explicada en el artículo dedicado a Perea, al que me remito.
  En su última temporada completa, 10-11, su contribución, en número de partidos y, sobre todo, de goles, disminuyó sensiblemente. Tenemos que recordar aquí dolorosamente su confrontación con el entrenador de ese ejercicio, Quique Sánchez Flores. Vaya por delante que en cualquier tipo de conflicto entre entrenador y jugador me suelo posicionar a favor del primero, que tiene siempre la ardua tarea de coordinar un elevado número de egos de los jugadores y trata de buscar siempre el bien común del equipo. Pero, en este caso concreto, según mi modesta opinión y manejando tan sólo los datos públicos que pudieron llegar a trascender, con el desconocimiento de otras cuestiones privadas, entiendo que, partiendo de la premisa de que indudablemente ambos pudieron intentar más por arreglar la situación, el mejor parado debe de ser Forlán. No es muy congruente que a un jugador por el que durante toda tu carrera de entrenador habías suspirado por tenerle a tu cargo, que acababa de regresar de ser oficialmente el mejor del Mundial de Sudáfrica 10 y que era (y, años después, sigue siéndolo) ídolo de la afición, se le ningunee, se le reprenda, en público y en privado, y se le ponga al pie de los caballos, colocando el ego personal por encima del bien colectivo, con el agravante de abuso de poder. Forlán hizo entonces lo mejor que sabe. Entrenarse más y mejor que nunca para lograr cambiar la opinión del entrenador. Cierto es que la ansiedad por su situación se traducía en el juego, en disparos imposibles y en aceleraciones poco recomendables. Pero, en definitiva, creo que, ante los ojos de la afición, salió bien parado.
  Forlán es internacional uruguayo. Como su abuelo y su padre. Debutó en 2002 y desde entonces ha disputado más de cien encuentros internacionales, acudiendo a las fases finales de los Mundiales de Corea y Japón 02 y Sudáfrica 10 (donde, insisto, fue declarado mejor jugador del torneo), las Copas América de 2004, 2007 y 2011 (en la que Uruguay quedó campeón) y Copa Confederaciones de 2013. Dada su veteranía y liderazgo, es el “jefe” natural del equipo, y a buen seguro que le veremos en el Mundial de Brasil 14. País en el que, siguiendo los pasos de su padre, continúa jugando en la actualidad, enrolado en las filas del Internacional de Porto Alegre.
  Para concluir, destacar como es conveniente un hecho del que los atléticos solo podemos presumir a través de Forlán. El que hace que su nombre esté grabado en letras de oro en la historia del club. Y en este caso no es metafórico, sino real. Sus treinta y dos goles ligueros de la temporada 08-09 le valieron para conseguir el trofeo “pichichi” al máximo goleador nacional. De esos ya tenemos unos cuantos (Gárate, Luis, Hugo Sánchez, Baltazar, Manolo o Vieri). Pero también consiguió con ellos ser el máximo goleador europeo, por segunda vez en su trayectoria. Y era la primera vez que un jugador atlético lo conseguía. “Bota de oro, Forlán, bota de oro”. Solamente por eso, dentro de muchos años, todos nos acordaremos de él. Ojalá que en el futuro su gesta sea repetida por otro rojiblanco. Pero, en cualquier caso, él será siempre el primero.                              
                           
JOSÉ MIGUEL AVELLO LÓPEZ

miércoles, 14 de agosto de 2013

DOCE CENTROCAMPISTAS MÁS

DOCE CENTROCAMPISTAS MÁS
   Prosiguiendo con el recientemente iniciado serial (en terminología radiofónica) o saga (en terminología comiquera), analizamos a continuación doce centrocampistas más. A saber:
  1.- MARCIAL. Marcial Manuel Pina Morales nació en la asturiana localidad de Barzana de Quirós el día veintitrés de agosto de mil novecientos cuarenta y seis. Pese a ser asturiano, es producto de la cantera del Elche, donde debutó y jugó en Primera División durante dos campañas. De ahí, al Español, tres más. Y al Barcelona, donde desarrolló su época de esplendor, ocho más. Tras cierto asunto de faldas e indisciplina, en unión de otros héroes del barcelonismo como Neeskens y Rexach, fue cabeza de turco, siendo el único de los tres que fue represaliado y “obligado” a abandonar el club. Fue entonces cuando fue fichado por el Aleti, temporada 77-78. Durante tres, hasta la 79-80.
  Llegó ya veterano, con treinta y un años. Sus mejores días ya habían pasado. Pero los seguidores atléticos aún pudimos disfrutar de su cabeza clarividente, sus pases milimétricos, su excelso toque de balón y su capacidad organizativa. Era “rara avis”. Un jugador con predominio abrumador de su insuperable técnica, en unos años en los que predominaba la fuerza y los jugadores de clase estaban bajo permanente sospecha.
  Se puso la camiseta rojiblanca en 77 partidos oficiales, de los cuales 63 fueron de Liga (25, 29 y 9), 9 de Copa del Rey y 5 de Copa de Europa (en su primer año, dado que arribaba a un equipo que acababa de ser campeón de Liga). Su último ejercicio jugó poco debido a una lesión que terminó de acelerar su retirada. Anotó 18 goles, 13 de Liga (8, 4 y 1), 2 en Copa y 3 en Europa. En materia de goles, los más viejos del lugar siempre recuerdan (¡oh, cielos!, yo también recuerdo haberlo vivido por la radio en tarde de carrousel, en una época en la que apenas se televisaban encuentros; ¡me he convertido ya en uno de los más viejos del lugar!) su regreso al Nou Camp. Segunda campaña rojiblanca. La primera no pudo jugar allí por lesión. Jornada 12ª de la Liga 78-79, el tres de diciembre de mil novecientos setenta y ocho. Se venció gloriosamente por dos goles (Krankl de penalti y Sánchez) a cuatro (Ayala, Rubén Cano de penalti y dos de Marcial), Fue el único encuentro de rojiblanco en el que anotó más de un gol. Recibido con silbidos, respondió con dos tantos en sendos sublimes lanzamientos de falta. Y lo que ha pasado a la leyenda es que …¡una la lanzó con la pierna izquierda y la otra con la derecha!.
  Internacional en quince ocasiones, ninguna de ellas en periodo rojiblanco.
  2.- MÍNGUEZ. Ricardo Ortega Mínguez nació en Madrid el día veinticuatro de diciembre de mil novecientos cincuenta y siete. Uno de los míticos jugadores del Atlético Madrileño que hicieron las delicias de los que acudíamos a disfrutar de ellos los domingos por la mañana al Vicente Calderón. En el filial era el amo. Mandaba, templaba, dirigía, corría, luchaba. Predominaba en él la clase y la técnica, pero no desdeñaba la lucha y el trabajo.
  Debutó apresuradamente en las últimas fechas de la campaña 80-81. Fue uno de los jugadores del filial (además de Julio Prieto, Pedraza y Pedro Pablo) que tuvo que acudir al “rescate” después de que el “Margüendazo” dejase diezmada de efectivos a la primera plantilla. Se mantuvo, además de esa, seis temporadas más, hasta la 86-87. Nunca llegó a ser titular indiscutible. Al contrario, solía participar desde el banquillo. Era siempre el primer recambio para el centro del campo. Pero cada vez que salía dejaba muestras evidentes de su sabiduría y habilidad con el balón en los pies.
  Defendió la zamarra atlética en 131 partidos oficiales, repartidos en 89 de Liga (4, 23, 5, 24, 11, 15 y 7), 26 de Copa del Rey (en comparación, parecen muchos; dada su condición de reserva, solía disputar la mayor parte de los encuentros de primeras rondas), 13 de Copa de la Liga y 3 de Recopa (el año en el que se llegó a la final frente al Dinamo de Kiev). No fue excesivamente goleador. Anotó un total de 8 goles, 3 en Liga, 4 en Copa y 1 en Copa de la Liga.
  Cuando dejó el Aleti, se fue a sentar cátedra durante dos campañas en Segunda División con el Tenerife. No fue internacional.       
  3.- PARRA. Antonio Joaquín Parra Fernández nació en Sevilla el día diecisiete de junio de mil novecientos setenta y uno. Criado en la cantera bética, cuyo primer equipo defendió en Primera durante siete campañas, fue uno de los llamativos y numerosos fichajes del primer año de Jesús Gil en la Presidencia. En concreto, éste se contrató a instancias y por capricho personal del entrenador Menotti, que en su paso años antes por el Barcelona había quedado prendado del centrocampista sevillano al tenerlo de rival. También había desarrollado maravillosos encuentros como visitante en el Calderón.
  Preferentemente ocupaba el flanco derecho del centro del campo. Desde allí su potente zancada le permitía profundizar por la banda derecha para o bien disparar con peligro (era poseedor de un duro y colocado disparo) o bien, en la mayor parte de las ocasiones, suministrar peligrosos balones a los delanteros.
  En las dos temporadas (87-88 y 88-89) que militó bajo bandera atlética disputó un total de 56 partidos oficiales, repartidos en 47 de Liga (33 y 14), 7 de Copa del Rey (5 y 2) y 2 de Copa de la U.E.F.A. (0 y 2). Tras ser cesado Menotti, su principal valedor, los diversos entrenadores subsiguientes no contaron en demasía con él. Marcó 6 goles, 5 en Liga y 1 en Copa, todos ellos en su primer año.
  Tras dejar el Aleti, fue curiosamente fichado por el Real Madrid, donde permaneció dos años más. Luego incluso llegó a jugar la Liga húngara, con el Honved de Budapest, y la Segunda División española, con el Écija. De los que tengo conocimiento es el traspaso de un rojiblanco a la “Casa Blanca” que menos revuelo ha formado. Para ello contribuyó su no demasiado relevante papel en la plantilla atlética, el que fuera fichado estando ya desvinculado del Aleti y, finalmente, su menor trascendente aún participación de madridista. No fue internacional.
  4.- EUSEBIO. Eusebio Sacristán Mena nació en La Seca (Valladolid) el día trece de abril de mil novecientos sesenta y cuatro. Otro de los fichajes deslumbrantes del primer año de Jesús Gil. Ya había dado muestras indudables de su clase magistral, su exquisita técnica y su capacidad para mover el cuero a su antojo con el Valladolid, de cuya cantera procedía. De hecho, lo habíamos “padecido” como rival en el Calderón en más de una ocasión, goleadas en contra incluidas.
  Tan solo permaneció una temporada (87-88). El encaprichamiento de Menotti con Parra motivó que le costara alcanzar la titularidad, dado que igualmente deambulaba por la parte derecha del centro del campo. A la siguiente, el Barcelona de Cruyff, que había quedado deslumbrado por el maravilloso juego del vallisoletano, llegó con el talonario por delante y se lo llevó. Allí desarrolló una esplendorosa trayectoria posterior, repleta de títulos y de imborrables partidos. Fue uno de los artífices del inolvidable “Dream Team”. A los atléticos nos dejó con las ganas de haber podido disfrutar más de las excelencias de un estupendo centrocampista, favorito de muchos, yo incluido.
  Participó de rojiblanco en esa única campaña en 32 partidos oficiales. No se puede decir que sean demasiados pero, parafraseando a la publicidad, un poco de Eusebio es mucho. De ellos fueron 27 de Liga (con 3 goles) y 5 de Copa del Rey (con 1 gol).
  Fue internacional en quince ocasiones. La primera mientras defendía la camiseta blanquivioleta del Valladolid, la segunda la rojiblanca y todas las demás la barcelonista.
  5.- LÓPEZ UFARTE. Roberto López Ufarte nació en Fez (Marruecos) el día diecinueve de abril de mil novecientos cincuenta y ocho. De padres españoles, con los que se trasladó de niño a Irún, lo que propició su ingreso en la cantera de la Real Sociedad, con la que debutó jovencísimo, con apenas diecisiete años. Por eso época se le conocía como “el pequeño diablo”. Leyenda del equipo donostiarra en su etapa de mayor esplendor, fue otro de los fichajes de relumbrón de un Gil recién llegado.
  Antes de continuar, dos precisiones. Primera. Su aportación al historial rojiblanco no ha sido demasiado relevante. Pero al igual que hicimos con Goikoetxea al analizar a doce defensas más o incluso unas líneas atrás con Eusebio, se incluye aquí por su importantísimo papel en el fútbol español. Hubo un día que todos ellos jugaron para el Aleti. Segunda. La posición con la que tradicionalmente se le identifica es la de extremo izquierdo. Era veloz, habilidoso y desbordaba con facilidad en el uno contra uno. Su prodigiosa pierna izquierda servía balones inmejorables. En la ortodoxia del sistema táctico 4-3-3 sería considerado delantero. Pero en los años en los que llegó al Aleti ese sistema había quedado ya obsoleto. Los extremos en general se habían sumado al centro del campo. Y López Ufarte en particular, ya veterano, aún más. Seguía siendo un jugador ofensivo, pero participando desde posiciones más retrasadas.
  En su única campaña rojiblanca (87-88) comenzó como un tiro. Titular indiscutible, desplegó muchos buenos encuentros, creando peligro y anotando goles. Tiraba además los penaltis. Dos goles en el Bernabéu el recordado día del cero a cuatro. Participó de manera consecutiva en los diecinueve primeros encuentros ligueros. Pero un muy acusado e inexplicable bajón en invierno disminuyó mucho su nivel de juego, lo que motivó la pérdida de titularidad para el resto del año, sus entradas esporádicas desde el banquillo y su traspaso al siguiente al Betis, con el que jugó un año más antes de su retirada.
  33 partidos oficiales, 27 de Liga y 6 de Copa del Rey, en los que anotó 9 goles (8 y 1). Fue internacional en quince ocasiones, todas ellas en filas realistas. De hecho, no regresó a la selección después de 1982. Fue uno de los represaliados por el triste papel en el Mundial de España 82.

  6.- OREJUELA. Antonio José Orejuela Rivero nació en Madrid el día dos de diciembre de mil novecientos sesenta. Hijo de emigrantes españoles a Alemania, comenzó a jugar allí. Su dominio del alemán provocó que, siendo un recién llegado a la plantilla atlética, Clemente le impusiera en partido de competición europea frente a la Fiorentina el brazalete de capitán para poder así “comer la oreja” más fácilmente al árbitro de ese día, de nacionalidad germana.

  Repatriado para el fútbol español por el Salamanca, jugó allí una temporada. Cuatro más en el Mallorca antes de que en el segundo año de Gil fuera fichado, en unión de Luis García.
  Cinco temporadas bajo nómina rojiblanca. Desde la 88-89 hasta la 92-93. Varias lesiones graves le machacaron y en las tres últimas apenas pudo participar. Tan solo en las dos primeras pudo mostrar con continuidad (y convencer) a la exigente parroquia rojiblanca su juego. De hecho, la gratísima impresión ofrecida en esas dos campañas le permitieron sobrevivir las siguientes en la plantilla, en espera de que pudiera volver a ofrecer sus superlativas prestaciones. Enorme despliegue físico, gran recorrido, dotado de enorme talento para participar en la elaboración de jugadas y, sobre todo, para incorporarse al remate con peligro. Para el recuerdo (más bien desagradable) su desafortunado incidente con Buyo, ya pormenorizado en anteriores entradas de este blog.
  En esos cinco años disputó 91 partidos oficiales. Repartidos en 73 de Liga (32, 29, 2, 2 y 8), 13 de Copa del Rey (5, 1, 5, 1 y 1), 4 en Europa (3 de la U.E.F.A. y 1 de Recopa) y 1 de Supercopa de España. En su tercera temporada le dio tiempo a reincorporarse justamente al final, participando en todas las rondas finales de la Copa del Rey. Final frente al Mallorca incluida. Fue sustituido por Alfredo, autor del mítico gol que permitió ganar la Copa. Orejuela tan solo marcó goles en Liga. Ocho en total, repartidos equitativamente en sus dos primeras temporadas.
  No fue internacional. Del Aleti pasó al Rayo Vallecano y luego de nuevo al Mallorca.
  7.- VIZCAÍNO. Juan Vizcaíno Morcillo nació en La Pobla de Mafumet (Tarragona) el día seis de agosto de mil novecientos sesenta y seis. Tras darse a conocer al fútbol español en las filas del Zaragoza, con el que disputó en Primera tres excelentes campañas, fichó por el Aleti en la 90-91, para permanecer ocho, hasta la 97-98.
  Contratado como centrocampista ofensivo, con duro disparo, numerosas llegadas al área y autor de un buen número de goles, fue retrasando paulatinamente su posición. Primero, para hacer de “escudero” o “guardaespaldas”, como le calificaban los tabloides de la época, de Schuster. Más tarde, para ocupar la posición más retrasada en el rombo del centro del campo de la inolvidable temporada del “doblete” (95-96). Sus prestaciones ofensivas, en consecuencia, disminuyeron, pero nunca fueron eliminadas del todo.
  Defendió el escudo rojiblanco en un total de 316 partidos oficiales, distribuidos en 254 de Liga (34, 36, 27, 27, 29, 40, 28 y 33), 33 de Copa del Rey (7, 7, 1, 1, 6, 8, 1 y 2, que conquistó en tres ocasiones), 24 de las tres diferentes competiciones europeas de la época (4 de Champions League, 13 de Recopa y 7 de Copa de la U.E.F.A.) y 5 de Supercopa de España (en tres diferentes ejercicios, curiosamente, todos frente al Barcelona). En todos ellos marcó 23 goles, 1 de Copa, en su segundo año y 22 de Liga (3, 9, 1, 1, 2, 3, 2 y 1).
  Prosiguió carrera en Primera con dos años más en el Valladolid y en Segunda con otro más en el Elche y un último en el Gimnastic de Tarragona. Fue internacional en quince ocasiones, todas entre 1991 y 1992. Por consiguiente, todas mientras era rojiblanco.
  En la actualidad, continúa colaborando a la causa atlética como ayudante de Simeone en su organigrama técnico.                                                   
  8.- BEJBL. Radek Bejbl nació en Nymburk (antigua Checoslovaquia; hoy República Checa) el día veintinueve de agosto de mil novecientos setenta y dos. Radomir Antic parecía no estar plenamente convencido del rendimiento de Vizcaíno ya que para la temporada siguiente del “doblete”, 96-97, insistió en contratar a un rubio y melenudo centrocampista checo del Slavia de Praga, que había destacado con su selección en la Eurocopa de Inglaterra 96, para ocupar la posición de pivote defensivo.
  Durante las cuatro campañas que permaneció en órbita rojiblanca, hasta la 99-00, ofreció inequívocas muestras de su despliegue físico, su enorme recorrido y su maestría a la hora de recuperar balones adversarios. La pena es que luego, una vez recuperados, no era capaz de distribuirlos con limpieza y destreza, recurriendo al pase corto a sus compañeros de línea. En cualquier caso, su honradez y profesionalidad dejó honda raigambre rojiblanca.
  Participó en 147 partidos oficiales. De Liga fueron 105 (33, 27, 14 y 31; el bajón de su tercer año es debido a que fue otro de los que Sacchi ignoró olímpicamente). De Copa del Rey, 12 (4, 2, 3 y 3). En Europa, 28 (8 en su primer año en Champions League y 20 en la Copa de la U.E.F.A. en los tres siguientes) y 2 de Supercopa de España.
  Luego se desplazó a Francia, al Lens, durante dos temporadas más, y vuelta a casa, al club de su vida, al Slavia de Praga. Como se deduce fácilmente de la lectura de las anteriores líneas, fue internacional checo.
9.- JUNINHO. Osvaldo Giroldo Junior, Juninho para el mundo del fútbol (y más tarde, con el “apellido” de Paulista, para diferenciarlo de otro ilustre Juninho, Pernambucano, célebre en la filas del Olimpique de Lyon) nació en Sao Paulo (Brasil) el día veintidós de marzo de mil novecientos setenta y tres. Tras sobresalir en Brasil con el Ituano y el Sao Paulo, dio el salto a Europa para enrolarse en el Middlesbrough inglés. De allí es fichado por el Aleti para la temporada 97-98, en unión del delantero italiano Vieri, para dar un salto de calidad en la plantilla. Como ya comenté en la entrada dedicada al italiano, en su momento me pareció increíble y me llenó de euforia que llegaran al Manzanares dos jugadores de tantísima calidad.
  La afición atlética asiste complacida a constantes exhibiciones del brasileño. Su pequeño cuerpo encerraba unas dosis ingentes de creatividad y fantasía. Era veloz en el uno contra uno y sensacional pasador. Si bien, por poner un pero, conducía el esférico en exceso. Hasta el uno de febrero de mil novecientos noventa y ocho, jornada 23ª de esa Liga, contra el Celta en Balaídos. Una brutal entrada por detrás del entonces céltico y luego madridista Michel Salgado le rompe el peroné. Con mucho esfuerzo y sacrificio, consigue recuperarse y vuelve a jugar los últimos partidos de Liga. Pero ya es tarde para acudir al Mundial de Francia 98, su gran objetivo.
  Tiempo después confesaría que tardó dos años en recuperar su verdadero nivel. Por consiguiente, su segunda y última campaña rojiblanca, 98-99, con ser buena, no pudo serlo tanto como la primera, hasta la lesión. Además, no contaba con la confianza plena del entrenador. Fue otro de los damnificados de Sacchi, que llegó a afirmar la incompatibilidad entre Juninho y Valerón.
  En sus dos ejercicios, un total de 78 partidos oficiales. De ellos, 55 de Liga (23 y 32), con 13 goles (5 y 8). Además, 8 de Copa del Rey (2 y 6) con 2 goles (1 y 1) y 15 de Copa de la U.E.F.A. (6 y 9) con 6 goles (2 y 4).
  Tras abandonar el Aleti inició un largo periplo, regresando de nuevo al Middlesbrough, Vasco de Gama, vuelta al mismo equipo inglés, Celtic de Glasgow, Palmeiras, Flamengo, Sidney y, por fin, Ituano, donde había comenzado. Internacional brasileño, se consoló de su no presencia en el Mundial de Francia 98, asistiendo al de Corea y Japón 02, de donde salió campeón.
  10.- VALERÓN. Juan Carlos Valerón Santana nació en Arguineguín (Gran Canaria) el día diecisiete de junio de mil novecientos sesenta y cinco. Tras pasar por Segunda División con Las Palmas y por Primera con el Mallorca, ficha por el Aleti en la temporada 98-99. Permanecería dos. El descenso a Segunda motivó su traslado al Deportivo de la Coruña, donde pudo llegar a desplegar todo su potencial.
  Es otro más de esos jugadores que, sin haber sido determinantes en la historia rojiblanca, hay que recordar forzosamente que disfrutamos aquí con ellos. En dosis inferiores a las que todos hubiéramos deseado, pero corrieron sobre las verdes praderas del Calderón. Una creatividad ingente. Una elegancia innata. Pausado pero letal. De esos jugadores “diferentes”, de los que siempre esperas lo inesperado. En ese sentido lo comparo con nuestro astro de leyenda Kiko o, salvando las distancias, en la actualidad con Adrián, tal y como reseñé en otro anterior artículo, el dedicado a los futbolistas asturianos.
  En sus dos campañas colchoneras, 98-99 y 99-00, le dio tiempo a ponerse la camiseta rojiblanca en 86 partidos oficiales, repartidos en 65 de Liga (30 y 35), 11 de Copa del Rey (5 y 6) y 10 de Copa de la U.E.F.A. (5 y 5). Nunca fue excesivamente goleador. Tan solo anotó goles en el torneo de Liga, 7 en concreto (3 y 4). Internacional en cuarenta y seis ocasiones, las catorce primeras en sus dos años de rojiblanco.

  11.- BARAJA. Rubén Baraja Vegas nació en Castronuño (Valladolid) el día once de julio de mil novecientos setenta y cinco. Producto de la fértil cantera vallisoletana, llegó a jugar con el Valladolid tres temporadas en Primera, antes de que fuera fichado por el Aleti para el equipo filial, ya por entonces denominado Atlético de Madrid B, en la campaña 96-97. Con este equipo jugó tres ejercicios en Segunda División, el primero en El Soto de Móstoles (remisión al artículo correspondiente) y los otros dos en el Cerro del Espino de Majadahonda.
  En la última de estas temporadas, 98-99 (en la que por cierto, el filial alcanzaría su mejor clasificación histórica, terminando en segunda posición) Baraja es promocionado en invierno a la primera plantilla. Allí demuestra a toda la afición colchonera las innegables cualidades que ya nos había enseñado a los asiduos del segundo equipo. Su portentosa colocación, su mando, su carácter, su desplazamiento largo, su poderoso disparo y su estupendo juego aéreo. Todo ello, además, coronado con un derroche impagable de facultades. A la siguiente, 99-00, ya se había hecho titular en forma indiscutible. Pero, al igual que Valerón, el descenso del equipo origina su salida, en esta ocasión al Valencia, donde desplegó durante muchos años la totalidad de sus características y se convirtió en leyenda valencianista.
  Con el primer equipo atlético disputó en sus dos temporadas (o temporada y media) 51 partidos oficiales, desglosados en 34 de Liga (8 y 26), con 4 goles (1 y 3), 9 de Copa del Rey (4 y 5), con 2 goles (0 y 2) y 8 de Copa de la U.E.F.A. (2 y 6), con 2 goles (0 y 2).                          
  Internacional en cuarenta y tres ocasiones, todas mientras era valencianista.
  Y 12.- IBAGAZA. Ariel Miguel Santiago “El Caño” Ibagaza nació en la capital argentina, Buenos Aires, el día veintisiete de octubre de mil novecientos setenta y seis. De pequeña estatura, pero rápido, imaginativo, con gran clase y letal último pase. Destacó en su país en un poderoso Lanús, con Héctor Cúper en el banquillo. Saltó pronto a Europa, al Mallorca, donde estuvo cinco temporadas. Sus estupendas actuaciones llamaron la atención del Aleti que, después de varios intentos, consiguió contratarlo en la temporada 03-04, manteniéndose tres, hasta la 05-06. Se fichó para darle al equipo algo de calidad, en unos años oscuros, tras el ascenso, en los que no había demasiada. Era uno de los pocos “elegidos” capaz de ofrecer a la grada algún destello de calidad y clase.
  En cualquier caso, como muchos otros antes y después de él, no logró colmar las grandes expectativas levantadas en la entendida afición colchonera. Sin ser su rendimiento nada desdeñable, nunca llegó a ser elemento diferencial.
  Su historial rojiblanco se concreta en 106 encuentros oficiales, distribuidos en 84 de Liga (30, 30 y 24), 16 de Copa del Rey (6, 6 y 4) y 6 de Copa Intertoto (segunda campaña) En aquellos años ésta era la vía para entrar en Europa por la puerta de atrás. Y en ocasiones, como ésta, ni siquiera se llegaba a conseguir. Tampoco puede decirse que fuera demasiado goleador. Marcó seis goles, cuatro en liga y dos en Intertoto
  Internacional argentino. Tras dejar el Aleti, siguió jugando para Mallorca de nuevo, Villarreal y Olympiakos.   
JOSÉ MIGUEL AVELLO LÓPEZ

jueves, 8 de agosto de 2013

PEREA


PEREA

 
  Llegamos al siglo XXI. Todas las entradas anteriores centradas sobre jugadores concretos han sido semblanzas dedicadas a futbolistas del siglo XX. Los más destacados, en mi opinión y criterio subjetivo, de los que yo he vivido (no en vano el nombre del blog es “Vivencias rojiblancas”). Es decir, décadas de los 70, 80 y 90. Ha existido alguna pequeña excepción en aquellos jugadores que, siendo estrellas en el siglo XX han llegado a ocupar un ligero espacio en el XXI (Aguilera o Simeone, por ejemplo) y en aquellos otros englobados dentro de artículos de carácter colectivo. Pero, desde el punto de vista individual, este es el primero dedicado por completo a un protagonista que ha desarrollado la totalidad de su trayectoria atlética en la presente centuria.
  Y para ello nada mejor que conmemorar al extranjero que en más partidos oficiales ha portado la camiseta de rayas rojas y blancas del Atlético de Madrid: el colombiano Perea. Solo por ese dato objetivo ya merece ser destacado. Pero es que además sus cualidades intrínsecas fueron (siguen siendo en otros equipos) superlativas. Es cierto que no poseía la calidad suficiente con el balón en los pies para darle a éste una salida clara y limpia. Cierto es también que esa deficiencia le llevó en ocasiones a cometer errores groseros y perder pelotas que terminaron en resultados no deseados. Pero es que poniendo en el fiel de la balanza sus aciertos y desaciertos los primeros pesan más (muchísimo más) que los segundos. Un número importante de seguidores le reprochan los goles en contra que han llegado tras fallos suyos. Pero somos muchísimos más los que le alabamos la cantidad ingente de tantos que han sido por él evitados mediante su impecable colocación, su decisión en el corte, su experiencia, su temperamento, su inteligencia táctica y, sobre todo, su descomunal velocidad. Perea es velocidad. No ha existido nunca jamás con anterioridad y a buen seguro que tardará en haberlo con posterioridad un defensa central que haya atesorado tamaña velocidad.
  Que levante la mano el seguidor de fútbol, atlético o no, que haya visto como un adversario se ha medido en velocidad con Perea y ha salido triunfante. No ha habido ninguno. Esa su más evidente virtud es tan destacada que incluso provoca que algún pasajero error pueda ser de inmediato corregido con su veloz carrera. Mientras vivía con su familia en España, su esposa participaba (y arrasaba) en los campeonatos de España de atletismo, en pruebas de velocidad. Es decir, que la carga genética que lleven impresa sus hijos debe de ser de una calidad suprema.  
  Luis Amaranto Perea nació en la colombiana localidad de Turbo (no me puedo resistir al chiste fácil: con ese nombre el niño ya venía predestinado), región de Antioquía, el día treinta de enero de mil novecientos setenta y nueve. Tras destacar en su país en el célebre Independiente de Medellín, recala en la Liga argentina en las filas del Boca Juniors, con el que gana la Copa Intercontinental de 2003 al Milán, por penaltis, jugando de lateral derecho. Con el mismo equipo disputa un partido amistoso en el estadio Vicente Calderón frente al Atlético de Madrid con el que se da a conocer por estos lares.
  Destaca tanto en ese amistoso que los servicios técnicos del club apuntan (subrayado y en negrita) su nombre. Y poco después es fichado. Si no recuerdo mal, apenas concluida la temporada 03-04, es anunciada su contratación como la primera para el ejercicio siguiente. Pocos días después, se ficharía a otro estupendo y espigado defensa central, el albaceteño Pablo Ibáñez. Ambos conformarían en esa primera temporada juntos un tándem infranqueable. Fueron la relevación del año, envidia del fútbol nacional e internacional.
  También recuerdo como en pretemporada el técnico también albaceteño César Ferrando probó a Perea en las dos diferentes posiciones que hasta entonces se le conocían, la de defensa lateral derecho y la de defensa central. En ambas ofrecía unas inmejorables prestaciones defensivas. En ambas, no obstante, adolecía de importantes lagunas ofensivas. Además de no ser un dechado de eficiencia técnica, cuando jugaba de lateral subía continuadamente por su carril, pero luego no era capaz de servir balones francos a los delanteros. Cuando jugaba de central, no era capaz de combinar con destreza con los mediocampistas y terminaba por sacar el balón con desplazamientos largos. Tampoco se sumaba al ataque a rematar los balones aéreos en saques de esquina y faltas. Lo hacía el otro central, Pablo. Más que por su juego de cabeza rematador (faceta ésta en la que, sin ser especialmente ducho, no carecía de cualidades sobradas) se quedaba detrás para, con su demoledora velocidad, recuperar posiciones y defender al equipo de los posibles contraataques adversarios que pudieran derivarse de dichas jugadas.
  Permaneció en la plantilla rojiblanca durante ocho temporadas, desde la referida 04-05 hasta la 11-12. Dejó tras de sí un altísimo porcentaje de partidos impecables, en los que no cometió un solo error, en los que cortocircuitó todos los ataques rivales, en los que con arrojo, decisión y velocidad mayúscula realizaba cortes de balón inverosímiles, que para cualquier otro defensa hubieran sido temerarios. En él eran naturales. Por muy alejado que estuviera el esférico, nadie se atrevía a afirmar que no iba a llegar a él. Verle jugar era un espectáculo inenarrable. Sabía hacer bellas y espectaculares las acciones defensivas más triviales. Cierto es que en algún momento puntual también cometió errores. Los cuales además se magnificaron, al concluir luego la jugada en gol en contra.
  En esas ocho campañas disputó un total de 314 partidos oficiales. En su penúltimo año superó el record de Griffa, otro defensa central, en este caso argentino, como jugador extranjero con mayor número de partidos tanto oficiales como ligueros atléticos. Su marca liguera era de 203. Perea la sobrepasó con creces. Llegó hasta los 224 partidos de Liga, repartidos en 33, 34, 26, 30, 26, 28, 28 y 19. En sus últimos años, si bien no era titular indiscutible, se convirtió en uno de los principales recambios, llegando a disputar un elevado número de encuentros. De Copa del Rey, 34 (6, 3, 4, 5, 3, 7, 6 y 0). Y de competiciones europeas, 56 más. Los ocho primeros de Copa Intertoto (6 en la 04-05 y 2 en la 07-08), en aquellos funestos años en los que nos veíamos obligados a participar en esta extinta competición que permitía llegar a Europa por la puerta de atrás (y en el primero de ellos, con Perea recién aterrizado, ni siquiera eso, puesto que perdimos la final contra el Villarreal y no pudimos acceder a la Copa de la U.E.F.A.); los seis siguientes, de la mentada Copa de la U.E.F.A. 07-08 (en esta ocasión sí que se llegó, vía Intertoto); los catorce siguientes, de Champions League (se va subiendo el listón, campañas 08-09 y 09-10); y los veintisiete siguientes, de Europa League, competición en la que sin duda Perea llegó a dar lo mejor de sí mismo (no en vano es de los pocos que la ganó en dos ocasiones, disputándola en las temporadas 09-10, 10-11 y 11-12). El avispado lector que haya ido sumando se habrá percatado de que falta un encuentro europeo. Es el de la primera Supercopa, ante el Inter de Milán. Para la segunda, frente al Chelsea (para muchos, entre los que me incluyo, el mejor partido jamás jugado por el Aleti), acababa de abandonar el club. Los partidos oficiales de Griffa, 288, también fueron superados por los 314 de Perea.
  Debutó en la primera jornada de la Liga 04-05, el día veintiocho de agosto de dos mil cuatro, el mismo fin de semana en que concluían los Juegos Olímpicos de Atenas 04, con victoria en casa por dos goles a cero, de Ibagaza y Fernando Torres. Ese día jugó de lateral derecho, dejando el centro de la zaga para Pablo y García Calvo.
  En todos estos partidos oficiales, Perea demostró su escasa ofensividad no anotando gol alguno. Mejor dicho, sí que marcó un gol, por todos recordado. Sobre todo, porque fue anulado en forma inexplicable, por la trascendencia que pudo llegar a tener y por el contrincante que ese día había enfrente, el eterno rival Real Madrid. Fue el día veinticuatro de febrero de dos mil siete, jornada 24ª de la Liga 06-07. Y tantos años después, cuando se revisionan las imágenes, nadie es capaz de explicar el motivo por el que fue anulado. Los atléticos se acababan de poner por delante, en el minuto doce, con gol de Fernando Torres, quien por fin, después de un número de encuentros que a todos nos parecía kilométrico, había conseguido batir a Casillas. Pocos minutos después, tras un saque de falta, Perea marca gol. Júbilo incontenible y explicable, dado su poco elevado (por ser amable)  tanteador personal. Sin que nadie, entonces y hoy, sepa explicar la razón, el mal árbitro que era Daudén Ibáñez lo anula. En la segunda parte empató Higuaín (su primer gol madridista). Parece lógico pensar que si el Aleti no se hubiera visto despojado del legal gol del colombiano el marcador final hubiera sido otro.
  Su palmarés rojiblanco incluye tres títulos oficiales. O cuatro, según se mire. Los tres indubitados son las dos Europa League de los primeros años diez del siglo XXI, campañas 09-10 y 11-12, y la Supercopa de Europa de la 10-11. Es decir, en sus tres últimas temporadas, salió a título por año.
  Las dos inolvidables por tantos conceptos finales de Europa League recordemos (aunque sea ocioso para todo buen atlético, que seguro que las tiene bien frescas en su memoria) que fueron en Hamburgo, el día doce de mayo de dos mil diez, ante el Fulham inglés, con victoria final por dos goles, ambos de Forlán, el segundo a poco de concluir la prórroga, a uno, de Davies, y en Bucarest, el día nueve de mayo de dos mil doce, ante la antigua casa matriz del Athletic de Bilbao, con nueva victoria en este caso por tres goles a cero, convertidos dos por Falcao y el tercero por el brasileño Diego. En la primera de ellas jugó todo el encuentro (tiempo suplementario incluido) como titular. En la segunda no jugó, pero participó activamente en todas las rondas previas.                   
  La final de Supercopa de Europa ganada por Perea tuvo lugar en Mónaco el día veintisiete de agosto de dos mil diez. Se venció con brillantez y contra todo pronóstico al potente Inter de Milán, por dos goles, anotados por Reyes y Agüero, tras sublime pase de Simao, a cero. Perea jugó todo el encuentro.
  El cuarto título, el que para muchos, entre los que me incluyo, no debe ser considerado como tal, sino como mera ronda de clasificación, es el de la Copa Intertoto de 2007. Se venció al Gloria Bistrita rumano, a doble partido, por el valor doble de los goles en terreno ajeno (derrota por dos a uno en Rumania, gol del defensa griego Seitaridis, su único gol atlético oficial, y victoria en Madrid por uno a cero, gol de Forlán, el primero de los muchos más que luego iban  a venir). En cualquier caso, yo no recuerdo que en el palmarés oficial del club se presuma de este título. Pero dado que algunas fuentes consultadas sí que lo hacen, aquí queda reflejado.
  Por supuesto, es internacional colombiano. Debutó el día diez de septiembre de dos mil tres contra Bolivia. Ha participado con la selección “cafetera” en las Copas América de 2007 y 2011. Y a buen seguro, dada la estupenda fase de clasificación que llevan, que también estará en el venidero Mundial de Brasil 14, en unión de otro ilustre ex-atlético como Falcao.
  En la actualidad ofrece sus excelentes servicios al Cruz Azul mexicano, donde, en la temporada 12-13 incluso…¡ha llegado a marcar dos goles!. ¡Y ninguno se lo han anulado!.
  Para concluir, quiero rescatar una de esas fases célebres que sin duda alguna se deberán escribir con letras de oro en la historia del club. A la altura de otras recogidas en anteriores semblanzas como las de Arteche o Ayala. Recién concluida la final de Hamburgo, cuando la mediática Sara Carbonero micrófono en ristre abordó al colombiano, éste le comunicó, a ella y a todos los que quisieran oírle que “Pertenecer a este equipo es lo mejor que me ha pasado en la vida”. No se puede decir más claro ni más bonito.   
       
JOSÉ MIGUEL AVELLO LÓPEZ