miércoles, 21 de marzo de 2012

BA-LON-CES-TO

BA-LON-CES-TO.



Plantilla 89-90

  De nuevo comienzo uno de mis artículos haciendo referencia a un hecho que probablemente sea desconocido por la mayoría de los jóvenes aficionados rojiblancos, pero que los más veteranos (en alguna ocasión, como ahora mismo se verá, habría que hablar de veteranísimos) recordamos: el club Atlético de Madrid tuvo una sección de baloncesto. Y no sólo en una ocasión, sino en varias. Lo lamentable es que en ninguna de ellas llegara a cuajar y prosperar el proyecto. En ninguna de las diversas etapas que ahora repasaremos el baloncesto atlético sobrepasó los dos años de vida.
  La primera ocasión que nuestro club dispuso de dicha sección fue en mil novecientos veintidós. Un tal Ángel Cabrera la fundó. Fue también jugador, en unión de otros españoles como Lacerda, los hermanos Becerril y un estudiante norteamericano en España (supongo que pasaría por allí y debieron pensar que dado su origen debía saber cómo se jugaba a este deporte) llamado Fitzgerald. Era el primer equipo de baloncesto que se fundaba en Castilla. Se construyó “ex profeso” una cancha aledaña al entonces estadio de fútbol rojiblanco, sito en la calle O´Donnell. Incluso existió también un equipo femenino, conformado mayoritariamente por novias y hermanas de los jugadores. Pese al apoyo del Presidente de esa temporada, Julián Ruete, el intento fue efímero, apenas duró un año. Pero ese Ángel Cabrera debía de ser sumamente emprendedor porque, una vez frustrada su iniciativa rojiblanca, fundó nueve años después la sección de baloncesto del Real Madrid, donde igualmente ejerció de jugador, fundó también la Federación Castellana, fue seleccionador de Castilla y de España y era además director de banco. Precisamente en el Europeo de 1935, celebrado en Suiza, en el que España acabó en segunda posición, tras perder la final contra la entonces independiente Letonia, disputada al aire libre, por 24 a 18, no pudo acudir como seleccionador dado que poco antes el contable de su banco se había escapado con dinero y pensó que resultaría sospechoso que él, inmediatamente después, viajara al país helvético.
  El segundo intento fue diez años después, en 1932. El Real Madrid acababa de fundar su sección de baloncesto el año anterior, como acabamos de ver y, de nuevo el inveterado mecanismo de acción y reacción entre los dos viejos e históricos rivales madrileños motivó que nuestro club refundara su equipo. Pero de nuevo tuvo vida efímera, ya que tan sólo duró, al igual que el proyecto anterior, un año escaso, durante el cual lo más destacado fue el primer partido entre eternos rivales, el día 28 de noviembre de 1932, saldado con victoria madridista por 42 puntos a 20. En el Campeonato regional centro de Primera categoría el equipo fue cuarto y último, lo que provocó su nueva disolución.  
   El tercer intento fue inmediatamente después de la Guerra Civil española. Por esa época, nuestro club disponía del “patrocinio” de la Aviación española, el cual no se tradujo tan sólo en el cambio de nombre del equipo de fútbol (el histórico Atlético de Aviación) sino también en el apoyo prestado para un nuevo equipo de baloncesto. Refundado (o re-refundado) en 1941, obtuvo buenos resultados en su primera temporada (fue semifinalista en el II Trofeo “Gol Diario Deportivo”), pero mediocres en la segunda, ya que el equipo descendió a la Segunda categoría de Castilla, lo que originó una vez más la disolución. En esta ocasión, por primera y única vez en la Historia, tanto pasada como venidera, el equipo duró más de un año. Se alcanzó la friolera suma de dos años.
  Hubo que esperar nueve años más, hasta 1952, para que el entonces Presidente, Cesáreo Galíndez, el Marqués de la Florida, lo intentase por cuarta vez. Se celebraban ese año las bodas de Oro de nuestro club y con ese motivo el máximo dirigente quiso hacer más que nunca un club polideportivo, creando diversas nuevas secciones, entre ellas la de baloncesto, para intentar enfrentarse a la hegemonía madridista que ya había conseguido implantar y consolidar con éxito su proyecto baloncestístico. Pero se perdió ante el eterno rival tanto en el Campeonato regional como en las semifinales del Campeonato de España. Una nueva disolución, tras otro solo año de vida.
  Y tras un gran salto en el tiempo, de nuevo se crea sección de baloncesto en 1983, por quinta vez. Sorpresivamente, puesto que en ese año ya estábamos sumidos en la eterna crisis económica que acompaña a nuestro club desde hace muchísimos años. El Atlético de Madrid se hizo con la plaza del Fortuna en la segunda categoría del baloncesto español, entonces denominada Primera B. Todo lo relatado hasta ahora ha sido producto de una labor de documentación previa. Pero llegados a este punto entramos ya en mis recuerdos y vivencias personales. Esa temporada asistí a varios encuentros de nuestro equipo de baloncesto. Se disputaban en el polideportivo Vallehermoso, lógicamente aledaño al estadio del mismo nombre. Durante muchos años, antes de construirse el estadio de la Comunidad, el popularmente conocido como “La Peineta”, fue el principal recinto madrileño para celebrar mítines de atletismo. A alguno de ellos, llevado por mi amor al deporte en general, acudí en vivo y en directo. También fue donde el Rayo Vallecano jugó varias temporadas en Segunda División, en tiempos de Potele y Felines, antes de que se terminara de construir el actual estadio de Vallecas. El pabellón de Vallehermoso era pequeño y modesto. Tenía una sola gradería lateral y otra de fondo. En el opuesto se encontraban las puertas de acceso a vestuarios. Y en el lateral contrario a las gradas se ubicaban las sempiternas espalderas de las que ningún gimnasio que se precie puede carecer. Recuerdo del equipo a jugadores como Sautu, que ya había jugado en varios equipos de la categoría absoluta; a Izquierdo, un alero de suma precisión en el tiro lejano; y a Marrero, un escolta canario que había compartido la selección junior el verano inmediatamente anterior con futuras estrellas de nuestro baloncesto como Montero, Villacampa o Vecina. En uno de los partidos a los que asistí, ante el Tenerife, se llegó al descanso con diecisiete puntos de ventaja a nuestro favor. Pero los canarios remontaron luego espectacularmente, “enchufando” un tiro lejano tras otro, en una época en la que por cierto aún no existía el tiro de tres, que se implantó en las reglas FIBA justamente a la temporada siguiente. Pese a ese puntual tropiezo, el equipo hizo una muy buena campaña, finalizando en tercera posición y logrando el ascenso a Primera División. El día del último partido, donde se jugaba el ascenso, acudió el mismísimo Presidente Vicente Calderón. Como el pabellón carecía de palco, le ubicaron en una silla de bar en un pequeño ensanchamiento que existía entre la gradería lateral y la de fondo.
Shelton Jones
  Pese al ascenso obtenido, el equipo no pudo plasmarlo en la cancha. La penuria económica y la regla obligatoria de fichar dos jugadores extranjeros motivó que se tuviera que ceder la plaza al Collado Villalba, equipo por entonces de reciente creación. Y que en el futuro, como dentro de poco se verá, volvió a unir su destino con el nuestro. El hecho de haber sido nuestro “sucesor” hizo que muchos jóvenes nos hiciéramos aficionados en Primera División del equipo serrano, donde destacaba un jovencísimo Orenga. Y todo ello sin perjuicio de la mutua y recíproca corriente de simpatía que ha existido desde siempre entre nuestro club y el Estudiantes. Yo, al igual que otros miembros de mi familia, he sido también socio del equipo estudiantil. Por cierto, uno de los extranjeros fichados por el Villalba, de apellido Michel, protagonizó una graciosa anécdota que no me resisto a dejar de recordar. Como parte de su contrato, se le facilitó un coche. El día que lo estrenaba, se desplazó con él desde Villaba hasta Madrid. Tardó cinco horas en llegar. Al día siguiente pidió en las oficinas del club que se lo cambiaran, que corría muy poco, a pesar de que pisara con fuerza y repetidamente el acelerador. Efectivamente el motor del coche se había quedado para el arrastre, ya que, acostumbrado a conducir los automáticos estadounidenses, se había hecho todo el trayecto en primera marcha.
Plantilla 89-90
  Siguiente etapa, la sexta. Ya con Jesús Gil en la Presidencia, en sus primeros años, temporada 1989-90, se vuelve a crear la sección. El Presidente quería hacer crecer el club y enfrentarse al Real Madrid con garantías de éxito. Para ello, se ocupa de nuevo plaza en la segunda categoría nacional, entonces denominada Primera División, adquiriendo los derechos al C.B. Oviedo, y con vistas a lograr un pronto ascenso. Pero es todo lo contrario. Se pierde la categoría en el play-off por la permanencia contra el Lagisa de Gijón. Esa temporada, en la que igualmente asistí a varios partidos, se jugaba en el polideportivo de Arganzuela, cerca de Legazpi, en la calle del Plomo, ubicada en un polígono industrial. El equipo contaba con jugadores de calidad como Quino Salvo (veterano de la máxima categoría), Paco Velasco, Chus Bueno, García Rivas o el norteamericano de raza negra Rayford, que la verdad no era un extranjero que marcara excesivas diferencias. Recuerdo no obstante que uno de los partidos a los que acudí se ganó con una canasta suya en el último segundo. Sin embargo, no se consiguieron buenos resultados. Tras perder los siete primeros partidos de Liga de forma consecutiva, se recuerda la famosa anécdota de Jesús Gil que, en una de sus legendarias arengas a los jugadores (y que por lo visto no tuvieron que ser sufridas en exclusiva por los futboleros), les espetó a la cara, ante el estupor general, que por qué no eran capaces de meter más “goles”. El descenso final motivó una vez más, y de nuevo tras un año escaso, el cierre del baloncesto.
Walter Berry
  Pero esta vez, la séptima y última hasta ahora, se retomó de forma inmediata. Al año siguiente, en lugar de esperar con paciencia que se fuera ascendiendo poco a poco, Jesús Gil decidió fusionar el equipo con el Collado Villalba, y jugar así en la ACB, máxima categoría. Los partidos se celebraban en el polideportivo de la localidad serrana, con la camiseta a rayas rojas y blancas y el pantalón azul (el antiguo Villaba jugaba todo de amarillo) y Gil de Presidente. Se fichó de entrenador a Clifford Luyk, que luego sería destituido a mitad de temporada y reemplazado por el norteamericano Tim Shea. Como jugadores más destacados, los nacionales Carlos Gil, Rementería o García Coll, con pasado estudiantil y futuro madridista (donde aún sigue, en tareas organizativas), y los estadounidenses, de contrastada calidad, Walter Berry y Shelton Jones, que luego sería sustituido a mitad de temporada, tras ganar el concurso de mates del partido de las estrellas, por su compatriota Howard Wright. El equipo hizo buena temporada en general, finalizando la temporada regular con diecisiete victorias y diecisiete derrotas, eliminando en los play-off de octavos de final al Valvi Gerona, cayendo derrotado en los cuartos de final por el Juventud de Badalona (futuro campeón) y clasificándose para la copa Korac. Pero las enemistades entre Jesús Gil y el Alcalde de Villalba, y la moción de censura de los socios del equipo serrano, ante los rumores de que se lo quería llevar a Marbella, apartaron a Jesús Gil de la Presidencia. Y con ello, a nuestro club del sendero del baloncesto, que desde entonces y hasta ahora nunca ha vuelto a ser retomado. Para todos aquellos a los que nos gusta el deporte en general, el baloncesto en particular y el Atlético de Madrid en particularísimo, es una verdadera pena que, en esta edad de Oro de nuestro deporte de la canasta no tengamos equipo del que poder disfrutar. Equipo propio, se entiende (siempre seremos del Estudiantes). Pero no perdáis la esperanza. Ojalá que dentro de un tiempo podamos volver a disfrutar de un rojiblanco encestando.  



JOSÉ MIGUEL AVELLO LÓPEZ



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