miércoles, 25 de julio de 2012

SIMEONE


SIMEONE

  A petición de muchos abonados…No. Esa fórmula se utiliza mucho en un célebre y magnífico programa de fútbol histórico e internacional, pero aquí no procede. A petición de muchos lectores de este blog… Tampoco. No corresponde exactamente con la realidad. A petición de uno de los lectores de este blog (esto sí, esto es exacto) vamos a analizar en el artículo de hoy la figura de uno de los héroes del “doblete”, quizá el que mayor empatía demostró con la grada. Y a eso contribuye sin duda alguna el hecho de que su carisma esté siendo transmitido a día de hoy desde su puesto de entrenador, que es el que las jóvenes generaciones pueden apreciar, ya que se trata de nuestro actual director técnico, Diego Pablo Simeone. En el bien entendido de que nos limitaremos a repasar su faceta como jugador atlético. Dejaremos de lado su aspecto de preparador, dado que todos esperamos que se vaya agrandando aún más con el tiempo y dentro de unos años pueda ser estudiado de forma completa y pormenorizada.   
  Diego Pablo “El Cholo” Simeone nació en la capital argentina, Buenos Aires, el día veintiocho de abril de mil novecientos setenta. Formado en la cantera del Club Atlético Vélez Sarsfield, llegó a jugar en la primera plantilla durante dos años, de 1987 a 1989, siendo el único equipo profesional argentino en el que jugó, antes de su venida a Europa, para militar en combinados tanto italianos como españoles.
  Arribó primeramente al equipo italiano del Pisa, entonces en la serie A, donde figuró tres temporadas, desde la 1989-90 hasta la 90-92. Por cierto, a modo de curiosidad: a aquellos que hayan tenido la fortuna de subir hasta lo más alto de la torre inclinada de Pisa (entre los cuales me incluyo), es muy posible que les haya sorprendido (a mí me sorprendió) la cercanía del estadio de fútbol de esta escuadra con el reseñado monumento. De hecho, la terraza superior es una localidad privilegiada para apreciar el terreno de juego.
  De ahí llegó a España, al Sevilla. Dos temporadas más, hasta la 93-94, coincidiendo con el paso de Maradona y Bilardo por el equipo sevillista.   
  Y por fin al Aleti, donde en mi humilde opinión desplegó su mejor fútbol y donde más hondo recuerdo ha dejado, en dos diferentes etapas. Indudablemente la más fructífera fue la primera, que abarcó tres ejercicios, desde el 94-95 hasta el 96-97. Y a su vez indudablemente el mejor, el más inolvidable, fue el segundo de ellos, la temporada 95-96, la mítica temporada del “doblete”. Fue en ese periodo cuando mejor jugó, cuando más goles marcó, cuando mejor encajó con la grada su garra y coraje.
  Por aún no se sabe bien qué motivos, el extraordinario equipo formado se fue desmantelando poco a poco. La misma temporada que Simeone abandonaba el plantel, también lo hacían otros ilustres como Caminero o Solozábal. Pantic, a la siguiente. El argentino puso de nuevo rumbo a Italia, donde jugaría dos temporadas en el Inter de Milán (coincidiendo con el extraordinario Ronaldo) y cuatro en la Lazio.
  Como fruto del extraordinario y recíproco recuerdo que se guardaban jugador y afición, después de su periplo italiano retornó a la ribera del Manzanares, para disputar con los colores rojiblancos dos temporadas más, la 03-04 y la 04-05 (esta última, además, no completa, abandonando el club en el mercado invernal). Obviamente no fue lo mismo. Sus mejores años, y sus mejores cualidades, habían quedado atrás. Además, en la primera de esas dos campañas el entrenador Gregorio Manzano le colocó casi siempre en la posición de defensa central, formando dupla principalmente con Lequi, otro argentino. Simeone cumplió como el excelente profesional que es, aportando sus innatas velocidad y anticipación, salida de balón limpia desde atrás y ahora además experiencia y colocación. Pero estimo que fuimos muchos los aficionados que nos quedamos con ganas de verle disputar más encuentros en su posición natural del centro del campo.
  Y para concluir su carrera de jugador profesional, terminó por retornar a su país natal, donde disputó su última temporada y media enrolado en las filas del Racing Club de Avellaneda.
  Centrándonos en sus años atléticos, cabe decir que debutó en la primera jornada de la temporada 94-95, el día cuatro de septiembre de mil novecientos noventa y cuatro, con el colombiano Pacho Maturana de entrenador, en el estadio Vicente Calderón. Derrota contra el Valencia por dos goles (de Pirri y Caminero) a cuatro (tres de Mijatovic y uno de Salenko). Ese mismo día debutaban también Geli, otra de las estrellas del “doblete” desde su posición de lateral derecho, y el ariete colombiano “Tren” Valencia, que resultó ser un sonado fracaso. Ya desde ese primer día muchos seguidores, por su torpeza de movimientos, anticipamos lo que estaba por venir. Y su primer gol con las rayas rojas y blancas tuvo que esperar hasta la décima jornada de Liga, el día cinco de noviembre, contra el eterno rival del Real Madrid en el estadio Santiago Bernabéu, derrota por idéntico marcador, cuatro goles a dos, ya con Jorge D´Alessandro en el banquillo, una vez cesado Maturana. Obtuvo de penalti el que conformaba el marcador final. Ese mismo día el madridista Raúl debutaba en su estadio, jugaba su segundo partido y nos marcaría el primero de los goles de los muchos más que desgraciadamente nos habría de endosar. El primer gol (y además, el segundo, ese día hizo doblete) que la afición local le pudo aplaudir fue en la jornada decimotercera, victoria ante el Athletic de Bilbao por dos goles a uno (el bilbaíno de Goikoetxea).   
  Por lo que hace referencia a los datos objetivos, en sus cinco campañas rojiblancas disputó un total de 133 encuentros ligueros, distribuidos en 29, 37, 31, 28 y 8, habiendo conseguido 23 goles (6, 12, 3, 2 y 0). De esos 133, la casi totalidad (123) fueron como titular. Es decir, regularidad al máximo. Como claramente se puede apreciar, los números no mienten y su temporada más destacada (excelsa), la 95-96, fue la que más partidos disputó y más tantos consumó. Participó además en 24 partidos de Copa del Rey, todos ellos como titular, repartidos en 8 (con dos goles), 8, 3, 4 y 1; en 13 más, todos como titular, de diferentes competiciones europeas: 7 de la Copa de Europa (por entonces, ya conocida como Champions League), en la 96-97, con cuatro goles, y 6 en la Copa Intertoto de su última campaña, obteniendo un gol. Además, los dos partidos (también de titular) contra el Barcelona de la Supercopa de la 96-97.
  En su palmarés rojiblanco figuran dos títulos: obviamente, la Liga y la Copa de la temporada 95-96 (¡que por algo se la llama la temporada del “doblete!). Consiguió además la Copa de la U.E.F.A. en 1998 con el Inter de Milán, y la Supercopa de Europa, Liga y Copa italianas con la Lazio en la temporada 99-00, además de la Supercopa de Italia con el mismo equipo a inicios de la campaña siguiente.   
  Por supuesto, fue internacional con la selección argentina. Con la elástica albiceleste disputó 106 partidos, habiendo sido uno de los jugadores de su país que más entorchados internacionales ha conseguido. Anotó once goles. Disputó tres Mundiales, los de Estados Unidos 94, Francia 98 y Corea del Sur y Japón 02.
  Simeone era sinónimo de despliegue físico sobre el terreno de juego. Su capacidad de sacrificio, garra, coraje y emotividad contagiaban a compañeros y afición, al igual que hoy en día lo continúan haciendo desde el banquillo. Esas características las llevaba tan al extremo que en ocasiones se traducían en dureza y brusquedades. No obstante, siendo su capacidad de trabajo su seña de identidad más destacada y recordada, no estaba carente en absoluto de capacidades técnicas. Lo que ocurre es que las primeras primaban sobre las segundas. Prueba irrefutable de sus habilidades técnicas es que su posición de defensa central en su segunda etapa rojiblanca lo fue con el propósito del entrenador de conseguir una salida clara y limpia del balón desde la zaga. Por supuesto, sus aptitudes de orden táctico fueron también sobresalientes. Destacaba especialmente, en cuanto a su faceta goleadora, sorprendiendo a la línea de zagueros llegando desde posiciones atrasadas con velocidad y decisión, para rematar tanto con el pie (el mejor ejemplo, el gol anotado en la jornada undécima de la temporada 95-96 en La Romareda, contra el Zaragoza, cuando llegando en veloz carrera desde el centro del campo supo culminar ante Juanmi el uno contra uno que le había habilitado el mago del balón Kiko, con uno de sus magistrales pases) como, sobre todo, con la cabeza. Era un excelso cabeceador. Su velocidad, anticipación e impetuosidad le permitían conseguir un gran número de goles con la testa (y aquí el mejor ejemplo, el cabezazo lateral, anticipándose a los defensas albaceteños al saque de la falta lateral por otro genio, Pantic, en la cuadragésimo segunda y última jornada de esa misma Liga; ese día se ganó el Campeonato, y la subsiguiente imagen de Simeone corriendo por todo el campo extasiado tras su diana posiblemente sea la imagen más fuertemente arraigada en la conciencia colectiva rojiblanca).
   Tras retirarse como jugador, su capacidad de mando y liderazgo le están permitiendo convertirse en un magnífico entrenador, que antes de arribar al banquillo atlético había quemado etapas tanto en su país (Estudiantes de la Plata, River Plate o Racing de Avellaneda) como en Italia (Catania). Como ya se anticipó al inicio de este artículo, no nos detendremos aquí en sus logros como entrenador. Tan solo hacer votos para que su prometedora carrera como técnico rojiblanco nos proporcione en el futuro la mayor cantidad de alegrías y satisfacciones posible. Con que consiga alcanzar las que nos proporcionó como jugador, todos nos daremos por contentos.                

JOSÉ MIGUEL AVELLO LÓPEZ

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