miércoles, 18 de abril de 2012

CON NUEVE BASTA

CON NUEVE BASTA
Manolo, autor de dos goles ese día

  Dos de diciembre de mil novecientos noventa. Partido en el Vicente Calderón, cinco de la tarde. Rival: el Zaragoza, en la jornada decimotercera del Campeonato de Liga 1990-91. Ambiente gélido, con neblina que se iba acentuando según caía la tarde. Nos encontrábamos ya en época de Adviento, en las proximidades de las fiestas navideñas. Y como regalo anticipado de Navidad, nuestros jugadores nos agasajaron con uno de los partidos más intensos y emocionantes que jamás se haya disputado en nuestro estadio. No sirvió para ganar ningún título, pero todos los que allí estuvimos jamás olvidaremos la portentosa exhibición del equipo, el coraje y garra que derrocharon, sin olvidar la calidad que tuvieron que demostrar. Un partido imperecedero.
  Y es que éste en concreto es recordado por la fiel hinchada colchonera por varios motivos en particular. Primero, por ser el partido en el que ganamos con nueve sobre el campo (aquí tengo que confesar desolado que mi memoria me ha traicionado; yo creía recordar que nos expulsaron a tres jugadores y que por ende finalizamos el encuentro con ocho. Por ese motivo, tenía pensado titular el artículo “Con ocho basta”, parafraseando la popular serie estadounidense televisa de los años ochenta. Pero al consultar bibliografía he comprobado que expulsaron sólo a dos. Tampoco está mal ganar jugando nueve contra once, ¿verdad?. Comprobado mi error memorístico, he tenido que adaptar el título del artículo). Segundo, porque pese a ello, vencimos por goleada de cuatro goles a cero. Tercero, porque uno de los goles lo anotó nuestro defensa lateral derecho Tomás, y eso es verdaderamente noticioso, ya que fue el único que logró en el estadio Vicente Calderón (aparte de éste, sólo marcó otro gol más con nuestra camiseta, en la jornada decimoséptima de la temporada 1988-89,  el ocho de enero de mil novecientos ochenta y nueve, en el empate a uno contra el Murcia en La Condomina, adelantando a nuestro equipo en el minuto 74 con un zurdazo lejano, desde la posición de lateral derecho, que entró por toda la escuadra del cancerbero murcianista Amador, y que poco después igualaría el delantero gaditano Mejías II). Cuarto, porque el último gol lo marcaría Manolo (precisamente ex-murcianista) en una medida vaselina por encima de un portero de tantísima estatura como lo era Cedrún. Quinto, porque este partido se encuentra dentro de la mítica marca de 1275 minutos ligueros imbatido de nuestro guardameta Abel Resino, desde que el entonces mallorquinista Claudio le batiera en el minuto 30 de la anterior jornada hasta que lo volviera a hacer el entonces sportinguista Luis Enrique en el minuto 45 de la vigésimo-sexta jornada. Y sexto y último, y quizá el más importante, porque todos pudimos disfrutar con una de las más inolvidables y portentosas actuaciones individuales que jamás se haya podido presenciar sobre el césped de nuestro estadio, y que no fue otra que la de nuestro delantero, pequeño de estatura, grande de calidad, Sabas (¡y eso que apenas estuvo veintitrés minutos sobre el terreno de juego!).
  El árbitro del encuentro, el que expulsó a dos de los nuestros, era el gallego Bello Blanco que, sin llegar a figurar en la lista negra de los colegiados que, dicho eufemísticamente, no nos han sido excesivamente favorables, como Guruceta, Álvarez Margüenda o Mazorra Freire, lo cierto es que no tenía excesiva calidad e hizo un partido francamente calamitoso.
Rodax anotó el primero de penalti
  Nuestro entrenador esa temporada era el croata Tomislav Ivic (recientemente fallecido, el día veinticuatro de junio de dos mil once). O mejor dicho, el entrenador de esa jornada, ya que la pretemporada la inició Joaquín Peiró, cesado por la impaciencia de Jesús Gil antes de iniciarse la temporada propiamente dicha, tras dar mala imagen en el gaditano trofeo Ramón de Carranza. Y pese a la buena temporada general realizada por Ivic, no llegó a terminarla, dado que fue cesado poco antes de su finalización, entrenando Ovejero al equipo en la final de Copa que se ganaría esa temporada al Mallorca en el estadio Santiago Bernabéu, por uno a cero, con el recordado gol de Alfredo, el día veintinueve de junio de mil novecientos noventa y uno.
  La alineación fue la siguiente: Abel; Tomás, Donato, Juanito, Solozábal, Juan Carlos; Alfredo, Vizcaíno, Manolo; Rodax y Futre. Pizo Gómez sustituyó a Alfredo en el minuto 74, y Sabas a Rodax en el 67. Con Ivic de entrenador, jugábamos con cinco en defensa. Dos laterales que tenían encomendada no tan sólo la función defensiva, sino también la de atacar por su banda, como eran el gallego Tomás y el vallisoletano Juan Carlos. Y tres defensas centrales, Donato por la derecha, Solozábal por la izquierda ya que, pese a ser diestro, manejaba con eficacia la pierna zurda. Y el canario Juanito por el centro, cortando con contundencia cualquier descuido de sus compañeros. Dos centrocampistas de calidad y trabajo por partes iguales, Vizcaíno y Alfredo, ayudados por las subidas de los laterales y además por el extremeño Manolo, que ejercía de enganche entre la línea media y la delantera. Y dos delanteros, uno con más movilidad, Futre, y el otro más estático y rematador, el austriaco Rodax, fichado esa misma temporada tras ser Bota de Plata europeo y disputar un más que aceptable Mundial de Italia 90 y que no respondió a las expectativas creadas por lo que fue la única que disputó de rojiblanco madrileño. En elogio de Ivic y sin que suponga detrimento de las innegables cualidades de Abel, lo cierto es que a su record de imbatibilidad contribuyó sobremanera el enorme trabajo y concentración defensiva que consiguió inculcar a sus jugadores, y del que sin duda el mejor exponente es el partido que hoy nos ocupa. Pese a la pérdida de efectivos, los que quedaron sobre el terreno se las apañaron para no conceder una sola jugada de peligro al equipo zaragocista. Algo que en temporadas recientes hemos echado bastante de menos, ¿no es así?.
Juan Carlos, segundo expulsado
  El partido comenzó con nuestro equipo llevando el control del juego. Los rivales maños agazapados en su área, esperando la ocasión propicia para salir al contragolpe y obtener éxito. En el minuto veintiséis, dudoso (lo cual probablemente quiera decir que no existió) penalti sobre Futre. Pero entonces a todos nos pareció indiscutible. Lo marca Rodax, con una de sus evidentes cualidades, la potencia y violencia en el disparo, con un fuerte derechazo a la diestra del portero. Poco después, minuto treinta y tres, se inicia el maremágnum en el estadio. Probablemente encorajinado por el reciente penalti que a su parecer no debiera haberse señalado, entrada brutal del defensa central Aguado (en esta ocasión sí fue el 6) a Futre, digna de expulsión fulminante, éste repele la agresión con un ligero empujón por la espalda, el árbitro ve tan sólo la segunda acción como merecedora de expulsión, pero no la primera, que quedó en simple tarjeta amarilla, ante la indignación de la grada.

Sabas, la estrella del día
  A partir de allí, es nuestro equipo el que cede terreno y se dedica a esperar más cerca de nuestra área a los rivales. Pero, como ya anticipé con anterioridad, pese a la ventaja numérica, no lograron crear una sola ocasión de verdadero peligro. Dadas las circunstancias, durante un buen lapso de tiempo Abel y nuestra defensa tuvieron una jornada apacible, gracias a su colocación y concentración. Sabas sustituye a Rodax en el minuto sesenta y siete, en lo que iba a ser una de las claves del encuentro. Juan Sabas era un delantero pequeñito y batallador, fichado esa misma temporada por expreso deseo del Presidente, tras haber destacado en las canchas madrileñas con el Pegaso y ya en Primera División con el Rayo Vallecano. Permanecería en nuestro equipo cuatro temporadas, en las que nunca llegó a ser titular indiscutible. Se convirtió en especialista, en ser un revulsivo desde el banquillo, como sin duda lo fue en este partido que apenas era el tercero que jugaba, tras haber disputado unos pocos minutos en las jornadas séptima, contra el Sporting de Gijón, con gol incluido, el día del debut de Schuster, y octava, contra el Burgos.
  Y la placidez que imperaba se ve de nuevo alterada poco después. Minuto 70. Después de la de la primera parte por leves protestas, segunda tarjeta amarilla, por una falta como otra cualquiera, al lateral izquierdo (aunque en realidad era diestro) Juan Carlos, llegado dos temporadas antes del Valladolid y uno de tantos jugadores que fueran fichados por destacar en sus equipos para luego no colmar expectativas en el Aleti. Entre la afición se destacó la indignación de la nueva injusta expulsión. Pero a partir de ahí llegó lo mejor.
  El Zaragoza, dadas las favorables circunstancias, se decide (se ve obligado) a atacar más. Pero no mejor. Nuestra zaga (nuestro equipo en general, puesto que allí todos defendían) resuelve los ataques sin excesivos problemas. Y no sólo eso. Despliega unos fulminantes contragolpes, todos ellos comandados por Sabas, que era un espectáculo verlo coger la pelota e irse hacia un lado u otro sin que ningún adversario pudiera llegar a quitársela. En uno de esos jugadones, en el minuto setenta y cinco, Sabas se va de media defensa por la parte izquierda del ataque, hasta la línea de fondo y cede a Manolo, que bate a Cedrún de disparo elevado con la izquierda. Dos a cero en el marcador.
  Parecería que el Zaragoza debía atacar. Pero siguió sin disparar a puerta. En realidad, era el Aleti el que llegaba una y otra vez con peligro. El propio Sabas dispuso de un par de buenas ocasiones que no llegaron a fructificar. Lo suyo ese día era facilitar los goles, no hacerlos.
  De manera que ya poco antes del final, en el minuto ochenta y seis, llegó el anunciado gol de Tomás. Nuevo jugadón de Sabas, esta vez por la parte derecha del ataque, tras recibir un pase largo desde el lateral izquierdo del propio inminente goleador, que había ocupado la vacante dejada por el expulsado Juan Carlos, pasando Pizo Gómez al lateral derecho, se va hasta la línea de fondo, allí da el pase de la muerte, que atraviesa cerca de la línea de gol entre compañeros y adversarios, penalti flagrante a Manolo incluido, hasta que llega a Tomás, que siendo defensa lateral derecho (en ese momento izquierdo), ganando por dos goles a cero y a cuatro minutos del final, había acompañado la jugada y, llegando desde la banda contraria, estaba a un metro escaso de la portería, para empujarla con su pie derecho y anotar el tres a cero, ante la alegría generalizada de la afición rojiblanca, esa locura contagiosa (y aún más acentuada ante las adversidades) que tan sólo aquellos que hayan podido disfrutar de ella en las gradas del estadio Vicente Calderón podrán saber a lo que me estoy refiriendo.
  Y no acabó ahí. Cuatro minutos después, en el noventa, nueva excelsa jugada de Sabas, en esta ocasión pase medido desde la banda izquierda a Manolo, que se encuentra a apenas un metro de distancia de Cedrún, cerca del área pequeña y el delantero es capaz de confeccionar una vaselina a medida que se aloja de nuevo (¡y es el cuatro a cero!) en las redes, burlando inverosímilmente los casi dos metros de portero que tenía enfrente.
  Antes de este último gol, segunda tarjeta amarilla a Aguado, que les sirvió para argumentar que habían perdido nueve contra diez. Y así acabó uno de esos partidos que jamás podremos olvidar, uno de los que nos hace sentirnos orgullosos de haber tenido esos jugadores y de defender a muerte, a pesar de las múltiples penalidades, penurias y contratiempos, nuestros colores rojo y blanco. Para quienes deseen o bien verlo por primera vez o bien revivirlo el resumen del partido es fácilmente localizable en Youtube.         


JOSÉ MIGUEL AVELLO LÓPEZ

No hay comentarios:

Publicar un comentario