jueves, 12 de abril de 2012

LUIZ PEREIRA




LUIZ PEREIRA.

  Fue indudablemente uno de los jugadores más carismáticos, representativos e importantes de nuestro equipo en la década de los setenta. Ofreció tardes y noches continuadas de su buen hacer como libre (en esa época, al predominar el marcaje al hombre, no existían dos defensas centrales, como ahora, sino uno sólo y, a su lado, otro que “libraba”). Y cuando a cualquier buen aficionado se le cuestiona sobre cual haya podido ser el mejor defensa de nuestra Historia, su nombre es siempre uno de los primeros en acudir a la memoria.
  Edmundo Luiz Pereira nació en Juazeiro, Brasil, el día veintiuno de junio de mil novecientos cuarenta y nueve. Con diecinueve años ficha por el Palmeiras (en unión del mítico portero de la Selección brasileña, Leao), donde sus destacadas actuaciones le llevan al combinado nacional, con el que disputa el Mundial de Alemania 74, jugando seis partidos (todos menos la final de consolación contra Polonia) y concluye en cuarta posición. Continuó sumando entorchados con su selección hasta alcanzar la cifra de treinta y ocho internacionalidades.
  Pocos años después, el Atlético de Madrid estaba a punto de comenzar la temporada 1975-76. Durante la pretemporada había contado con dos brasileños llamados Sena e Ivo, ambos mediocampistas, que habían dejado mucho que desear. Mientras tanto, se disputaba la final del trofeo Ramón de Carranza, el más tradicional e importante de los trofeos veraniegos españoles (con permiso del Teresa Herrera), que consuetudinariamente tenía lugar a finales de agosto, el último fin de semana antes del comienzo del campeonato liguero (esa tradición se ha alterado últimamente, al tener que habilitar fechas para la Supercopa de España y para un encuentro de selecciones). Comoquiera que tanto Luiz Pereira como su compatriota Leivinha destacaban sobremanera en ese Palmeiras, que llevaba dos años consecutivos ganando el trofeo, el Vicepresidente Salvador Santos Campano, en una operación “express” en el avión que llevaba al equipo de vuelta a su país, logró fichar para nuestro equipo a ambos astros brasileños, que según aterrizaron cogieron otro vuelo de retorno a España. Recuerdo que la rapidez y la importancia del fichaje nos pilló a todos los seguidores rojiblancos por sorpresa. Yo, en concreto, tras oír la noticia por la radio, me vi a mí mismo botando en la cama de alegría. También recuerdo que la premura de los fichajes tuvo consecuencias en los cromos de la Liga de esa temporada ya que, si bien el resto de futbolistas aparecían en posición acuclillada, los dos brasileños tuvieron que aparecer, en la sección de últimos fichajes,  en posición de busto, al no poder obtener una fotografía similar a la del resto de jugadores del álbum.    
  Debutó, en unión de Leivinha, el día veintiocho de septiembre de mil novecientos noventa y cinco, en la cuarta jornada de Liga, contra el Salamanca. Se ganó por cuatro a uno. Leivinha tuvo un debut soñado, al marcar tres goles al cancerbero D´Alesandro, futuro entrenador nuestro. Ayala, de penalti, logró el cuarto (en realidad, el primero en marcarse). En esos primeros tiempos parecía que el delantero encajaba mejor con la grada, ya que Luiz Pereira todavía no había llegado a desplegar todas sus virtudes, pero con el paso del tiempo se invertirían las posiciones y el defensa llegaría a adelantar a Leivinha en la mitología atlética, sin duda debido entre otras causas a la desafortunada serie de lesiones que acosaron a este último.
  Luiz Pereira era un defensor sumamente elegante, pese a que al verle andar y correr pudiera tener cierto aire patizambo. Con su sempiterno collar de cuentas verdes en el cuello (algo que por cierto hoy el Reglamento no permitiría) era un espectáculo verle salir con el balón controlado desde el fondo de la zaga, haciendo regates y caños (de estos últimos, no tantos como la leyenda nos ha hecho llegar; y sobre todo, no a un metro de la portería, como he podido leer en algún artículo de documentación) a los delanteros rivales, a los que por otra parte arrebataba el balón una y otra vez sin aparente esfuerzo, por mera colocación. En este aspecto son legendarios sus partidos contra el barcelonista Johan Cruyff. Fue uno de los primeros defensas que se pudieron ver en España con esa calidad en la salida del balón, dado que hasta entonces primaba el central aguerrido y contundente. Precisamente uno de sus últimos compañeros en el centro de la zaga, el recientemente fallecido Arteche, aprendió muchísimo de él, logrando transformar su juego desde que llegó de uno más primario a otro más evolucionado. También destacaba por su faceta goleadora, lo cual era igualmente novedoso para la época, puesto que, pese a ser defensa, se incorporaba con frecuencia al ataque y logró un buen número de goles.
  Otra de sus características era la eterna sonrisa que lucía, incluso en pleno transcurso del juego, lo que le convertía en un jugador simpático incluso para las aficiones rivales. En este sentido, cabe recordar una anécdota que ya anuncié en un anterior artículo, el relativo a “Indios y vikingos”. El día cuatro de mayo de mil novecientos ochenta, en la trigésimo-segunda y antepenúltima jornada de Liga, derbi en el Santiago Bernabéu (sería el último para él), con derrota por cuatro goles a cero (dos goles de cabeza de Santillana y Roberto Martínez y dos autogoles de Arteche y Sierra), desde el fondo sur los aficionados ultras madridistas, con indudables aires de bufa no exentos de tintes racistas, le increpaban al grito de “que baile Pereira, que baile Pereira”. Por cierto, abro paréntesis: aunque no tenga mucho que ver con este artículo no me resisto a dejar de recordar el para mí más deleznable y vergonzante espectáculo de características racistas que he podido comprobar en directo, y que hoy en día (¡afortunadamente la sociedad evoluciona!) hubiera acarreado gravísimas consecuencias, y que no es otro que el abucheo generalizado y la imitación del tristemente famoso grito del mono (no de unos pocos, como siempre se dice en estos casos, sino de la práctica totalidad del estadio, ya que los que no lo hacían, al menos reían la gracia) que con motivo de otro derbi en el Bernabéu (jornada vigésimo-cuarta de la Liga 1993-94, celebrada el día diecinueve de febrero de mil novecientos noventa y cuatro)  tuvo que sufrir nuestro jugador costamarfileño Maguy. Se perdió por un gol a cero, anotado cerca del final por el efímero Morales, tras un descomunal encuentro de Superlópez. Fin del paréntesis y sigo con Pereira. Con motivo de un córner dichos gritos de mofa se reiteraron, pero el interpelado no lograba entenderlos. Le preguntó a nuestro guardameta Navarro sobre ellos y, una vez que logró identificarlos, ni corto ni perezoso atendió con gusto dicha petición y con la sonrisa en la boca se puso a bailar y a mover la cadera en plena área pequeña, antes del lanzamiento del saque de esquina. Desarmados en sus provocaciones, los ultras madridistas tuvieron al menos a continuación el detalle de buen humor de cambiar el grito por el de “Pereira a Eurovisión, Pereira a Eurovisión”.
  Con nuestro club logró ganar la Copa de 1976, que figura oficialmente en su palmarés aunque en esa temporada no pudieran disputarla jugadores extranjeros y, sobre todo, la Liga de la siguiente, 1976-77, la octava y penúltima de nuestro club, ya que tan sólo se añadiría después como novena la del año del doblete. En esa temporada recuerdo en un partido televisado contra Las Palmas, celebrado en el Calderón el día diez de abril de mil novecientos setenta y siete, vigésimo-novena jornada de Liga, con victoria por un gol a cero, anotado cerca de final por nuestro delantero centro de esa temporada, Rubén Cano, uno de los mejores ejemplos de talento individual que nos ofreció Luiz Pereira. Luego lo he visto hacer en más ocasiones (recientemente a Piqué, por ejemplo), pero en esos momentos fue para mí una novedad absoluta. Acosado por dos delanteros rivales, le encerraron en una esquina del terreno de juego, al lado del banderín del córner, mientras nuestro defensa pisaba el balón y lo protegía con el cuerpo. En lugar de dar un patadón y echarlo fuera por la línea de banda o de fondo, lo elevó, dio tres toques con él en el aire para, una vez que había alcanzado la posición deseada, despejarlo hacia atrás con una fuerte patada que además, para mayor eficacia de la jugada, cayó sobre uno de sus compañeros.        
  Luiz Pereira jugó en total cinco gloriosas temporadas en nuestro club, hasta la finalización de la 1979-80. Ofreció un rendimiento, además de espectacular, sumamente regular, como se aprecia en la lista de partidos jugados en las mismas: veintiuno, treinta y dos, treinta, treinta y uno y veintinueve, anotando respectivamente tres, cuatro, dos, dos y tres goles. En total, 143 encuentros de Liga y catorce dianas. A lo que hay que añadir además doce encuentros más de Copa del Rey, una vez que pudieron jugarla los jugadores extranjeros, tres en su penúltima campaña y nueve en la última. Cuatro encuentros de Copa de Europa, en la temporada 1977-78, donde anotó un gol en la ida de los dieciseisavos de final contra el Dinamo de Bucarest, con derrota por dos goles a uno, que luego se remontaría en Madrid, como ya se trató en el artículo correspondiente a Benegas, héroe de dicho partido. Ocho (todos los disputados) en la Recopa de la temporada 1976-77, donde caímos en semifinales contra el Hamburgo, victoria por tres  a uno en Madrid, goles de Rubén Cano en dos ocasiones y Leal y debacle, derrota por tres a cero, en Alemania. Y finalmente, dos de la copa de la UEFA en su última temporada, la 1979-80, los únicos dos celebrados, puesto que nos eliminó en la primera eliminatoria, treintaidosavos de final, el Dinamo de Dresde de la Alemania Democrática, con sendas derrotas por un gol (otra vez de Rubén Cano) a dos en Madrid y tres a cero en Alemania. Luego volvió a Brasil, donde jugó en diversos equipos (de nuevo Palmeiras, Portuguesa, Sao Paulo y Corinthians) hasta los cuarenta años. Actualmente ejerce el cargo de Presidente de nuestro primer filial, Atlético de Madrid B.
  Siempre en el recuerdo, los que le vimos jugar podemos afirmar con toda certeza y sin ningún atisbo de duda que pudimos disfrutar de uno de los mejores defensas libres de toda la Historia del balompié. 


JOSÉ MIGUEL AVELLO LÓPEZ

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