miércoles, 19 de junio de 2013

EL AÑO DE MÓSTOLES

EL AÑO DE MÓSTOLES
Extranjeros de la plantilla: King, Rosicky, Costa, Fortune,
 Melgarejo y Guy Ipoua

  Como ya comenté en anteriores artículos dedicados al equipo filial (por ejemplo, en el primero de ellos, “En Nochevieja”), el Atlético Madrileño, posteriormente Atlético de Madrid B, disputaba tradicionalmente sus encuentros los domingos por la mañana en el estadio Vicente Calderón. Eran sesiones matinales sumamente agradables. El majestuoso entorno y la por general tremenda calidad y enorme desparpajo de los cachorros rojiblancos así lo propiciaban. Como excepción, las escasas ocasiones en las que coincidían partido casero tanto del primer equipo como del segundo, el de éste se trasladaba al mismo domingo por la tarde, a continuación de los mayores, en una especie de sesión continua que resultaba placentera en extremo. Muchos de los que habían presenciado el encuentro de Primera lo hacían también con el de Segunda (o Segunda B, según años), para ir luego retirándose paulatinamente y dejarnos hasta el final a los parroquianos habituales de este equipo. Y como excepción a la excepción, en alguno de estos casos de coincidencia, el traslado era hasta la tarde-noche del lunes (anticipando en varios años los partidos en ese día de la semana que ahora están tan en boga).
  La primera temporada de Radomir Antic al mando técnico de la primera plantilla, la maravillosa e inolvidable del doblete, 95-96, así comenzaron también las cosas. Pero, mediada la campaña, el preparador serbio pugnó, porfió e insistió, con el fin de preservar el césped en perfectas condiciones para el juego del primer equipo, en trasladar al filial de sede, adelantando en año y medio el cambio que ya estaba anunciado, mientras concluían las obras de acondicionamiento, hacia la ciudad deportiva del Cerro del Espino de Majadahonda. Se empezaron a utilizar dichas instalaciones a principios de la temporada 97-98. Y hasta ahora, donde nos encontramos todos pendientes de un nueva mudanza anunciada, en este caso a la nueva ciudad deportiva de Alcorcón, en fase de construcción.
  El “destierro” propiciado por Antic obligó a que el segundo equipo tuviese que disputar el resto de la temporada 95-96 en régimen de alquiler en otro estadio. El de la Comunidad de Madrid, popularmente conocido como “La Peineta” (¿les suena de algo?; parece ser que en el futuro se va a volver a cruzar en el destino colchonero, ahora con mayor importancia y trascendencia), merced a que su por entonces única sección de gradas erigidas se semejaba a dicho folklórico utensilio. E incluso, desconozco el motivo del cambio, pero puedo elucubrar que por problemas de compromisos de fechas de este estadio, los tres partidos de la liguilla de ascenso de Segunda División B a Segunda División (sin la B), que concluiría con feliz resultado final, se disputaron en el estadio de Vallecas, del Rayo Vallecano, igualmente de prestado.
"El Soto", de Móstoles
  Antes de consumar el traslado a Majadahonda, todavía el filial tuvo que jugar una temporada más, la 96-97, de alquiler en estadio ajeno. Ese ejercicio es el que quiero rememorar brevemente en este artículo, para solaz recuerdo de muchos de los que allí acudíamos. Se trataba del estadio de “El Soto”, propiedad del Móstoles, tradicional equipo de la Tercera División madrileña, con incursiones inferiores en categorías regionales y creo recordar que en alguna ocasión también superiores, en Segunda B. Es (o era, desconozco cómo se encuentra en la actualidad) el típico estadio propio de la categoría. Inaugurado en 1990, disponía de unas dimensiones de 100 metros de largo por 68 de ancho y una ambiciosa capacidad para 15000 espectadores. El terreno de juego, eso sí, con césped, lo mejor cuidado posible. Las gradas, construidas en ladrillo, más que en cemento, eran todas corridas, carentes de sillas independientes, rodeaban todo el campo de juego y disponían en la zona “noble” de una pequeña visera de protección. A su vez, todo el perímetro de juego se encontraba rodeado de una pequeña valla de separación, donde gran parte del público asistía a los partidos de pie. Todos aquellos que deambulen por la A-5 (ese año todavía se denominaba simplemente N-V) en dirección hacia Talavera de la Reina o, más allá, hacia Extremadura, podrán constatar sencillamente su existencia, ya que se encuentra a la altura de dicha localidad madrileña, al margen derecho de la autopista, separada de la misma por un alto muro de ladrillos, de la misma clase de los de la grada, hundido en una vaguada natural del terreno. Desde la carretera se aprecia incluso parte del rectángulo de juego.
Fortune
  En mi caso particular por esa época ya disponía de carnet de conducir y coche propio, por lo que no me era especialmente dificultoso acceder al recinto. Aparcaba el vehículo apenas entrado en el casco urbano de Móstoles, poco después de atravesar una de las rotondas de acceso, para ir luego andando un breve trecho hasta el estadio, atravesando por un paso inferior la autopista. Sin embargo, ese año en Móstoles, y ahora ocurre lo mismo en Majadahonda, y ocurrirá en el futuro en Alcorcón, el acceso para niños o jóvenes adolescentes que deseen acudir por su cuenta (como hacía yo en los tiempos gloriosos del Atlético Madrileño en el Calderón) se hace mucho más dificultoso, al carecer de servicio de Metro. Siempre podrán acudir en la extensa red del tren de cercanías de Madrid, pero las estaciones quedan muy retiradas de los estadios.
Ezquerro
  La temporada se inició con muy flojos resultados que provocaron que el equipo, recién ascendido, se colocara de inmediato en la cola de la clasificación. Muchas derrotas, tanto en casa como a domicilio, y algún empate aislado. Recuerdo en particular un partido televisado por Telemadrid, frente al Almería en la ciudad andaluza, en el que tras ir ganando durante todo el desarrollo del encuentro, se perdieron dos valiosos puntos, al encajar el gol del empate…¡en el minuto 98!. El entrenador, Santiago Martín Prado, uno de los legendarios jugadores del Atlético Madrileño en su etapa más gloriosa, al que gran parte de los seguidores del filial catalogaron en su día incluso como el mejor centrocampista de España, y que al decir de muchos no llegó más lejos por mor de su escasa estatura (aún le faltaba para alcanzar el 1,60), utilizaba principalmente a los jugadores que el año anterior habían conseguido el ascenso, demostrando su fe y confianza en ellos. Los malos resultados, estando además Jesús Gil en la Presidencia, motivaron su cese tras la jornada 10ª. Como sustituto, llegó el paraguayo Carlos Martínez Diarte, que como jugador conoció bien la Liga española tras deambular por diferentes equipos como Zaragoza (era uno de los “zaraguayos”), Valencia, Betis o Salamanca. Consiguió rectificar a tiempo la marcha del equipo, a lo que contribuyó también que Jesús Gil, aprovechándose del mercado de invierno y de la Ley Bosman, reforzara poderosamente el equipo con el fichaje de un buen número de jugadores, como Costa, King, Vara, Carcedo, Guy Ipoua y Melgarejo (aunque su aportación, como luego se verá, distó mucho de ser decisiva). Sin embargo, a dos escasas jornadas del final, fue igualmente cesado (no recuerdo ahora exactamente el motivo, pero no creo que fueran los resultados, que para entonces ya se habían enderezado) y sustituido para esas dos fechas finales por Wilfredo Gutiérrez Vázquez, Willy. En suma, el equipo quedó al final cómodamente clasificado en la parte media de la tabla, en la 12ª posición. Sirvió esta temporada para asentar la categoría, lo que culminaría, tras un 9º puesto en la siguiente, mejorando prestaciones, en la mejor clasificación que jamás haya alcanzado el equipo filial, dos años después, la 2ª de la temporada 98-99, jugando ya en Majadahonda.
  En el total de la temporada se llegaron a utilizar hasta veintiocho jugadores. La mayoría jóvenes, pero no demasiado. Casi todos ellos alrededor de veintidós o veintitrés años, y bastantes con experiencia incluso en categorías superiores. La alineación que puede considerarse como titular o tipo, en función del número de encuentros disputados y de su trascendencia en el equipo, y siempre salvo cualquier otro criterio mejor fundado, fue la siguiente:
Fede

  En la portería, Alex (31 partidos). Un portero gallego, procedente del Deportivo de la Coruña, de no muy elevada estatura, lo que le provocaba algún problema en el juego aéreo, pero sumamente ágil y de grandes reflejos. La llegada del portero paraguayo Costa en el mercado de invierno parecía condenarle a la suplencia, pero supo no obstante conservar la titularidad.
  En la defensa: de lateral derecho, Soria (28 partidos), central reconvertido. Como tal, sobrio, contundente y no muy ofensivo. Castellano-manchego. Por el lateral izquierdo, el madrileño Cordón (34 partidos y 2 goles), que se proyectaba mucho más en ataque, con su potencia de penetración y fuerte disparo. Tras haber disputado algún encuentro en la temporada anterior con el primer equipo (es uno de los “unipartidos” a los que dediqué un reciente artículo) disputó ésta íntegramente con el filial. En el centro de la zaga, Fede (35 partidos y 1 gol) y Gustavo (29 partidos). El primero, central cántabro de tremenda categoría, poderosa personalidad y sobresaliente juego aéreo, al que ya me referí en el segundo de los artículos que dediqué a aquellos jugadores del filial que recuerdo como especialmente destacados pero que no llegaron a triunfar en el primer equipo. De hecho, no llegó a participar en encuentro oficial alguno. Sí que lo hizo el otro, Gustavo, central madrileño zurdo que en ocasiones se desplazaba al lateral izquierdo, sobrio, eficaz y con gran desplazamiento de balón. También destacado en el juego de cabeza. Tras permanecer dos años más en el segundo equipo, como jefe supremo de la zaga, participó con el primero en diez encuentros (4 ligueros, 3 de Copa del Rey y 3 de Copa de la U.E.F.A.) en la temporada 99-00.
  En el centro del campo: por la derecha, Chema (33 partidos y 7 goles). Una de las revelaciones de la temporada. Navarro, procedente del Tudelano. De escasa estatura, por su banda desplegaba un torrente de coraje y pundonor avasallador. Desde la grada se le jaleaba ponderando sus atributos varoniles. Jugaría luego muchos años en Primera enrolado en las filas blanquivioletas del Valladolid. No exactamente por la banda izquierda, si bien dejándose caer a la misma, Rosicky (26 partidos), el más joven del equipo, diecinueve años, centrocampista checo hermano del actual jugador del Arsenal londinense, de gran clase y toque de balón, poco resolutivo en el área (de hecho, no anotó gol alguno). Por el medio, Míchel (37 partidos y 8 goles), centrocampista gallego de contundente despliegue físico y no obstante gran calidad y toque de balón. Uno de los héroes de la temporada anterior. Y Baraja (22 partidos y 1 gol). Procedente del Valladolid, donde ya había llegado a debutar en Primera disputando más de cuarenta partidos, tardó en entrar en las alineaciones por culpa de las lesiones de principios de la temporada. Cuando lo hizo, fue una de las claves en la remontada de resultados. Su tremenda calidad, prodigioso desplazamiento del esférico y poderoso disparo le llevarían dos años después al primer equipo, al Valencia y a la selección. Más adelante se le dedicará en este blog un artículo propio, si bien de carácter colectivo.

  En la delantera, dos de los jugadores más decisivos de ese ejercicio. Cuando recuerdo la temporada en general, son los dos primeros nombres que me vienen a la cabeza: Ezquerro (34 partidos y 11 goles), más retrasado, en posición de media-punta, y Yordi (34 partidos y 19 goles), como delantero tanque a la antigua usanza. Ambos fichados esa misma temporada. El primero, riojano, procedente del Osasuna. Su increíble clase, desmesurada habilidad y sobresaliente último pase hicieron disfrutar a los asiduos del Atlético B. Esa misma temporada ya disputaría con el primer equipo cuatro partidos ligueros, y tres más y uno de Copa de la U.E.F.A. en la siguiente. Luego, tras cesión al Mallorca, triunfaría plenamente, alcanzando incluso las mieles de la internacionalidad, en el Athletic de Bilbao y en el Barcelona. Yordi, procedente del Sevilla, donde ya había jugado (y goleado) en Primera División, levantaba de continuo a los espectadores con sus difíciles e inverosímiles remates, en escorzos imposibles. Insuperable juego aéreo. Corpachón de decatleta. Era el típico delantero que consigue rematar todo lo que se le centra. Mantuvo un apasionante duelo por el trofeo de máximo goleador con otro jugador de similares características, Moisés, del Leganés. Al final lo alcanzaría Yordi, empatado con el salmantinista Pauleta. Como premio a su extraordinaria temporada, disputó el último partido de Liga con el primer equipo (es otro de los “unipartidos”). Luego tendría amplia trayectoria en Primera con el Zaragoza, donde su entrega y pundonor más allá del límite le hicieron contar con el favor de la grada.
  En cuanto a los restantes diecisiete jugadores podemos confeccionar con ellos varios bloques: en primer lugar, los que perteneciendo de hecho a la primera plantilla, continuaban jugando, unos en más ocasiones otros en menos, con el segundo equipo. Aquí incluimos al sudafricano Fortune (30 partidos y 2 goles) y los serbios Tomic (8 partidos y 1 gol) y Paunovic (7 partidos y 3 goles).
  Un segundo bloque se puede conformar con todos los que, ya anteriormente relacionamos, llegaron en el mercado de invierno. Ninguno de ellos gozó de continuidad, salvo el defensa brasileño King (Joaquim Devanir Ferreira Do Carmo) que, a sus veintiséis años, era ya talludito para un equipo filial. Era el característico defensa central brasileño de raza negra potente (un armario, vaya) y de fuerte disparo. Desplazó en muchas ocasiones a la suplencia a Soria o Gustavo. El resto, sobre todo los extranjeros, tuvo una aportación episódica. En resumen, King (20 partidos y 1 gol), el portero paraguayo Costa (4 partidos), los mediocampistas españoles Vara (18 partidos) y Carcedo (17 partidos) (ambos alcanzarían años después el primer equipo), el delantero costamarfileño Guy Ipoua (11 partidos, solo uno titular y 1 gol) y el también delantero paraguayo Melgarejo (10 partidos, también solo uno titular), del que su entrenador Diarte dijo que “marcaría una época mundial”.
Paunovic
  Un tercer bloque sería el de los jugadores que, habiendo pertenecido a la plantilla el año anterior, año del ascenso, con muy importantes prestaciones, comenzarían contando para Prado para luego desaparecer no tan sólo de las alineaciones sino también incluso de la plantilla, traspasados. Aquí encajan Alonso (8 partidos), delantero móvil y bajito, con un disparo fortísimo que parecía imposible que pudiera salir de ese cuerpo tan pequeño y Roa (5 partidos, siempre desde el banquillo), otro delantero habilidoso y bullidor, que prometía mucho en los equipos inferiores pero que se quedó por el camino. Incluso llegó a debutar con el primer equipo años antes, en la temporada 94-95, en edad juvenil, en dos partidos de Copa (ida y vuelta de la cuarta ronda) frente al Las Palmas.  
  Y finalmente un cuarto grupo sería el de los seis restantes jugadores que completaban la plantilla y que disputaron muy escasos partidos, casi siempre saliendo como suplentes. Aquí se incluyen el portero Iván (3 partidos), el defensa Muñoz (11 partidos), los centrocampistas Jiménez (3 partidos) y Luis López (3 partidos), este último no obstante en los años siguientes tendría una importantísima colaboración desde la medular del Atlético B, y los delanteros Andrés (3 partidos) y Toño (9 partidos, todos desde el banquillo).
  Para concluir este artículo, quiero referirme brevemente a dos hitos dentro de la campaña. Son las sendas victorias ligueras frente al Real Madrid B. Eso siempre es digno de encomio, alabanza y celebración. Ambas por el idéntico y holgado tanteador de tres goles a cero. Ambas son fácilmente localizables en YouTube para aquellos que estén interesados bien en revivirlas bien en descubrirlas. En la antigua Ciudad Deportiva madridista, al finalizar la primera vuelta, significó el despegue definitivo hacia los buenos resultados, con goles de Michel, Ezquerro y Yordi. Y la de la segunda vuelta, en la penúltima jornada de Liga, se tuvo que trasladar al estadio Vicente Calderón, dada la atracción y expectación levantadas. Con unas gradas muy pobladas, acudiendo al acontecimiento “los de la primera plantilla” Fortune, Tomic y Paunovic (este último con una actuación estelar), los goleadores fueron, curiosamente y por justicia poética, los tres mejores elementos de la temporada, Yordi, con uno de sus proverbiales cabezazos, Ezquerro y Chema, en una estupenda vaselina desde fuera del área tras recorrerse él solito todo el terreno de juego. En los madridistas figuraban como destacados el defensa García Calvo y el delantero Mista. Ambos vestirían años después la camiseta de rayas rojas y blancas del primer equipo del Atlético de Madrid en Primera División. También el delantero Iván Pérez, hermano de Alfonso, que fingió estupendamente un penalti que él mismo marró. La trascendencia de esta victoria, además de lo trascendente que es siempre vencer al eterno rival, sea en la categoría que sea, es que con ella se condenó al filial blanco al descenso a Segunda División B. Muchos de los allí congregados celebraron eso también.       

            


JOSÉ MIGUEL AVELLO LÓPEZ

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