jueves, 27 de junio de 2013

MARINA

MARINA


  Consultando los libros de historia atlética Marina figura como el autor del gol 3000 del equipo en Primera División. El día 14 de enero de 1990, jornada 19ª de la Liga 89-90, con Clemente en el banquillo del Calderón y frente al Sporting de Gijón, batió al cancerbero sportinguista Ablanedo tras incorporarse al ataque desde segunda línea (una de sus principales cualidades, que le hizo anotar un buen número de goles) y rematar una dejada de cabeza de Manolo. Según confesó después el propio interesado, él mismo, al igual que muchos de los espectadores del encuentro, desconocíamos esa circunstancia. Pero el machacón parpadeo del videomarcador nos lo recordó a todos los presentes. El partido concluyó con victoria local por tres goles a uno. El gol inicial de Emilio fue remontado por el de Marina y los dos del ariete brasileño Baltazar.
  Sin embargo, cuando personalmente rememoro a Marina, existen cuatro recuerdos principales que acuden a vuelapluma a mi mente. Y ninguno de ellos es el gol 3000. Son otros tres diferentes goles y una fotografía. De esos tres tantos, hay de todo, como en botica, uno lo viví en el propio estadio, otro por televisión y el restante por radio. Son los siguientes. En esta ocasión, el orden no es cronológico, sino de grado de intensidad en mi memoria.
  Primero. Gol contra el Barcelona en el Nou Camp. Jornada 6ª de la Liga 87-88. Primera de Jesús Gil en la Presidencia. Por consiguiente, el equipo estaba tratando de conjuntar la pléyade de nuevos y sonoros fichajes bajo la batuta de Menotti. El cual, por cierto, no contaba demasiado en un principio con Marina. O mejor dicho, contaba con él para el banquillo. El entrenador blaugrana, caprichos del destino, era Luis Aragonés. Anotó este gol sin ni siquiera estar convocado. El partido comenzó el tres de octubre de mil novecientos ochenta y siete y concluyó el día veintiocho, veinticinco días después. Estuvo lloviendo todo el encuentro. Roberto inauguró el marcador en la primera parte y un estelar López Ufarte, en su fugaz época de esplendor rojiblanco, igualó de penalti recién empezada la segunda. El aluvión de agua se agigantó poco después y el terreno de juego, como rezan los cánones clásicos en estos casos, parecía una piscina. Suspensión a los setenta minutos. Quedaban veinte por jugar que se trasladaron  al día entre semana antedicho. Como se había televisado el inicio, también se televisó esta reanudación. Y, paradojas del Reglamento, esos veinte minutos los pudieron jugar futbolistas que, por unas u otras razones, no lo habían hecho en un principio. Tales como Goicoechea, Juan Carlos o el propio Marina. A los doce minutos de este minipartido Marcos le lanza un pase largo cruzado desde la derecha, Marina penetra desde la izquierda rompiendo el fuera de juego, controla el esférico y, solo ante Zubizarreta, le bate con una magistral vaselina. La intensidad del gol, la poca duración del atípico encuentro y el parecía que definitivo arranque del equipo provocaron que se transformara en un gol indeleble en muchas conciencias rojiblancas.

  Segundo. Gol contra el Español en el Calderón. Jornada 18ª de la Liga 83-84, celebrada el 8 de enero de 1984. Partido con frío invernal y lluvia fina permanente, un domingo por la mañana. Lo retengo en mi memoria en forma particular por el hecho de que mi íntimo amigo Luis Javier, acérrimo madridista, acudió por mí invitado, dado que quería presenciar un partido del Aleti para conocer el estadio y el ambiente. Salvo que él me corrija, creo que fue la primera y única vez que acudió al recinto del Manzanares. En el descanso se encontró y departió con Luis, su entrenador de fútbol del colegio, fiel seguidor atlético. El encuentro concluyó con victoria colchonera por un gol a cero. Excepcional actuación del meta españolista camerunés N´kono, que detuvo todo lo que lanzaron. Todo menos un disparo. A los apenas veinte segundos de la segunda mitad, Marina penetra una vez más en el área desde posiciones atrasadas, recoge un portentoso balón en profundidad (como todos los suyos) de Landáburu y lanza con la pierna zurda un potente disparo que, tras estrellarse en el poste izquierdo de la portería acaba en las redes entre la algarabía generalizada de casi todos los asistentes (y digo casi porque todavía había público en los servicios o en los bares).
  Tercero. Otro gol contra el Español, en esta ocasión en el viejo Sarriá. Jornada 12ª de la Liga 85-86. El 16 de noviembre de 1985. Este partido lo viví a través de las ondas radiofónicas, como era habitual en aquellos años, en los que, a diferencia de la actualidad, apenas se televisaban encuentros. Se ganó por un gol a dos. Anotó Da Silva a falta de veinte minutos. Empató poco después Giménez. Según el locutor, el Aleti estaba jugando más y mejor y merecía una victoria que no llegaba a materializarse. Me fui a la cama con el transistor para escuchar el final. Y en el último minuto, un balón en profundidad de Rubio habilita a Marina que, mano a mano una vez más frente a N´kono, le bate con sutileza. Mis botes en la cama fueron inenarrables. Debía ser de muy buena calidad, porque aún aguantó varios años más.

  Cuarto. El único recuerdo de los primeramente anunciados que no se trata de un gol es una fotografía. Recogida en uno de los primeros ejemplares por mí adquiridos de la mítica “Revista Oficial del Atlético de Madrid” de los últimos años setenta y primeros ochenta. En una de las secciones dedicadas a las categorías inferiores se incluía una entrevista al capitán del primer equipo juvenil, adornada con una fotografía del entrevistado. No era otro que Marina. Sin embargo, años después, cuando ya era un jugador consagrado en el primer equipo y “revisité” la revista, me costó reconocerlo en dicha fotografía. Ya desde los años del Atlético Madrileño presentaba un brillante cráneo, resultado de una pronta y galopante alopecia. No obstante, en la fotografía de marras lucía una esplendorosa y larga melena rubia. Si alguien puede ver ahora esa fotografía, coincidirá conmigo en que parece otra persona totalmente distinta. ¡Lo que puede llegar a hacer un poco de pelo aquí y allá!.
  Roberto Simón Marina nació en Villanueva de la Serena (Badajoz) el día 28 de agosto de 1961. Es tan solo extremeño de nacimiento, porque en su más tierna infancia toda su familia se trasladó a la madrileña localidad de Talamanca del Jarama. Tras destacar en diversos equipos infantiles, recaló en los juveniles atléticos con quince años. No estaba previsto que lo hiciera en el principal equipo, el juvenil A. Pero su tremenda calidad así lo aconseja y desde el principio en él jugó. Por eso, en la entrevista antedicha, era ya su tercer año en el equipo y era el capitán. Un hito destacado en su trayectoria es su debut oficial con el primer equipo. Con el francés Marcel Domingo de entrenador, antigua gloria de la casa de los años cincuenta desde su ubicación en la portería, debuta directamente desde el equipo juvenil en la 34ª y última jornada de la Liga 79-80, en el viejo Atocha de San Sebastián, frente a una Real Sociedad deprimida por haber dejado escapar la Liga a favor del Real Madrid en su fase final. El partido se perdió por dos goles, de Celayeta y Gaztelu, a cero, y Marina jugó el cuarto de hora final, supliendo a un viejo maestro como Marcial. Fue el típico ejemplo de jugador que debuta muy joven en un partido intrascendente de final de temporada. Muchos de ellos, como se analizó en el artículo correspondiente, terminan siendo “unipartidos”.

  Pero Marina no. Tras completar su formación durante las dos campañas siguientes, 80-81 y 81-82, en Segunda División en el filial Atlético Madrileño, donde los espectadores asiduos pudimos comprobar de primera mano su enorme progresión y calidad, es reclamado para la primera plantilla por Luis Aragonés para la 82-83. Primera temporada de Vicente Calderón en la Presidencia tras su retorno post-Cabeza. Se hace con la titularidad prácticamente desde el inicio. Durante muchos años ocupó la posición más adelantada de un centro del campo en rombo, con Landáburu detrás de él, Quique por la izquierda, Julio Prieto, antiguo compañero del filial, por la derecha, y Mínguez esperando desde el banco de reservas algún hueco que le dejaran estos cuatro titulares. Cuando años después arribó Setién, se le dejó la posición más ofensiva, acostándose Marina al flanco derecho.
  Su clase suprema, exquisita técnica y fluido movimiento del balón, con fáciles pases cortos y meritorios pases largos provocaron que, sin destacar sobremanera, se fuera haciendo poco a poco con el mando del equipo y fuera calando en la valoración positiva de la afición. Todo ello adornado además con su estimable capacidad goleadora. Como centrocampista más avanzado, llegaba de continuo al remate, definiendo con certeza y precisión tanto con la pierna derecha, como con la izquierda cuando fuera menester, como con la cabeza. Pese a su corta estatura, era un consumado y excelente cabeceador.
  Dejando a un lado su aislado partido de Atocha y otro de Copa frente al Cacereño, su debut tuvo lugar el día 26 de septiembre de 1982, jornada 4ª de la Liga 82-83. Derrota en el Bernabéu por tres a uno. Irrelevante Marina. Sin embargo, la jornada siguiente, además de debutar en casa, frente al Barcelona, partido en el que personalmente yo estrenaba mi carnet de socio atlético, desplegó la primera de sus muchas más venideras estupendas actuaciones. El encuentro concluyó con empate a uno, igualando Hugo Sánchez de penalti el inicial gol de Marcos, en su primer partido como barcelonista en sede rojiblanca. Pero la impresión general del partido no coincide con el marcador final. Se desplegó un juego veloz y electrizante, con combinaciones rápidas y certeras y ocasiones mayúsculas. Se borró al rival barcelonista del terreno. El peso del equipo y la enorme calidad del juego desplegado reposaba en las piernas de dos semidebutantes, Marina y Manolo Agujetas.
  Su trayectoria rojiblanca se extiende durante la práctica totalidad de la década de los ochenta, ya que portó la camiseta de rayas rojas y blancas un total de ocho temporadas (excepción hecha una vez más de su aislado partido de Atocha), hasta la 89-90. En conjunto la defendió en 315 partidos oficiales. De ellos, 233 de Liga (1, 24, 30, 33, 31, 36, 21, 26 y 31), 36 de Copa del Rey (3, 3, 9, 4, 6, 4, 6 y 1), 19 de competiciones europeas (10 de Copa de la U.E.F.A., aquellos años en los que Groningen (en dos ocasiones), Sion o Fiorentina nos eliminaban a las primeras de cambio y 9 -todos- de la Recopa 85-86, cuando se llegó a la final de Lyon contra el Dinamo de Kiev para caer derrotados por tres goles a cero), 25 de Copa de la Liga (en las cuatro campañas de vida de esta efímera competición, desde la 82-83 hasta la 85-86, ambas inclusive) y 2 de la Supercopa de España de 1985. En materia goleadora, anotó 63 goles oficiales. Un buen porcentaje, sin duda alguna. De ellos, 43 de Liga (5, 4, 5, 11, 11, 1, 1 y 5), 9 de Copa del Rey (1, 0, 3, 1, 3, 0, 1 y 0), 1 en Copa de la U.E.F.A., frente al Groningen, 1 en Recopa, frente al Estrella Roja y 9 en Copa de la Liga (2, 3, 3 y 1).  

  Su palmarés rojiblanco, al igual que muchos de sus compañeros de la década de los ochenta, como Arteche, Landáburu, Quique Ramos, Ruiz o Cabrera está nutrido de dos trofeos. Los dos atléticos de esa década. La Copa del Rey (la sexta) de la temporada 84-85, conquistada brillantemente frente al Athletic de Bilbao en el estadio Santiago Bernabéu, el día 30 de junio de 1985, en el que el gol postrero del entonces atlético bilbaíno Julio Salinas no pudo llegar a igualar los dos del mexicano Hugo Sánchez, el primero de penalti, en su último partido como rojiblanco (ese día, todo de rojo). También era el último de Votava. Marina disputó como titular e íntegramente el encuentro y a escasos segundos del final, con el dos a uno ya ondeando en el marcador, tuvo la oportunidad de aligerar la tensión final, al marrar un mano a mano frente a Zubizarreta que estrelló en el poste derecho, para desesperación previa a la inminente gloria posterior de la hinchada colchonera. Y la Supercopa de 1985, a ida y vuelta, tras derrotar al Barcelona en casa el 9 de octubre por tres goles, de Cabrera, Ruiz y Da Silva, a uno, de Clos, y caer derrotados por uno a cero en el Nou Camp el 30 de octubre, con insuficiente gol de Alesanco. Marina también ayudó en esos dos partidos jugando todos los minutos. También participó en las dos finales perdidas de los ochenta, la ya mentada de la Recopa frente al Dinamo de Kiev y la de Copa del ejercicio 87-88 frente a la Real Sociedad. Ambas como titular. En la primera, íntegramente. Y en la segunda, sustituido por Julio Salinas.
  Tras haber sido internacional en todas las categorías inferiores, incluida la olímpica (acompañado de otros atléticos como Paco Llorente y Arteche, le vi disputar un partido clasificatorio contra Suecia, en el estadio de Vallecas, para los Juegos Olímpicos de Seúl 88, clasificación que finalmente no se consiguió), Marina también fue internacional absoluto. Una sola vez. Fue convocado regularmente por el seleccionador Miguel Muñoz durante una temporada completa. Pero ello solo se tradujo en una internacionalidad. Además, de todos aquellos otros que lo han sido también una sola vez creo que, salvo que alguien me contradiga, fue el que en menos minutos participó. Apenas cuatro. Tan magno acontecimiento tuvo lugar el día 26 de mayo de 1985. Partido amistoso, de preparación para la fase clasificatoria del Mundial de México 86. Empate a cero frente a Irlanda. Un rival plagado de ingleses de ascendencia (en ocasiones bastante remota) irlandesa. Entre ellos un tal Michael Robinson. Recuerdo que el partido no se disputó en Dublín, feudo tradicional de la selección irlandesa, sino en Cork, en un estadio denominado Flower Lodge que, más que estadio, consistía en una sola tribuna lateral y el resto, en una isla tan verde y esmeralda como Irlanda, eran taludes naturales de hierba. También recuerdo como Marina reemplazó a Marcos a falta de los susodichos cuatro minutos, después de esperar largo tiempo en la banda a que pudiera verificarse la sustitución. El juego no se detenía y muchos atléticos llegamos a pensar que se iba a frustrar el debut de uno de los nuestros.

  Tras abandonar las filas rojiblancas, culminó su carrera jugando dos temporadas más en Primera División, enrolado en el Mallorca, y tres más con el Toledo, con el que consiguió el ascenso a Segunda División y, en memorables tardes en el Salto del Caballo, casi lo consigue también a Primera. Continuó en labores de entrenador, pero nunca ha llegado a ejercer al primer nivel. Su postrera aportación a la causa rojiblanca, ya sin resto de pelo alguno en su cráneo, fue la de ser coordinador de categorías inferiores, entrenador del equipo de Tercera División y segundo entrenador tanto de Luis Aragonés con el primer equipo, campañas 01-02 y 02-03, como de Milinko Pantic con el segundo, temporada 11-12.
  Paradigma del jugador de club que siempre está ahí, que desde la infancia ha mamado en rojiblanco, que siente y defiende los colores como propios y que sin alharacas ni estridencias, con entrega y deportividad, se ha ganado el respeto y la admiración de la afición atlética, muchos recordamos a Marina con agrado y cariño, como prototipo del Aleti de los ochenta. Y lo seguiremos haciendo en el futuro. Cuando dentro de muchos años rememoremos esa fase de la Historia del club, su nombre será, indudablemente, uno de los primeros que acudan a la memoria. Se lo ha ganado. Cómo te queremos, Marina, que diría Héctor del Mar.                                


JOSÉ MIGUEL AVELLO LÓPEZ

2 comentarios:

  1. Pues sí, yo soy ese tal Luis Javier, madridista acérrimo pero que no tiene ningún inconveniente en ir al Calderón. Ni soy ni fui nunca antiatletista. De hecho volví, esta vez sin José Miguel, al Calderón en dos ocasiones para ver al Atleti y en otra para ver, mejor dicho escuchar, a U2

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  2. Ah, se me olvidaba, y al concireto del 25 anniversario de Cadena 100

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