jueves, 8 de agosto de 2013

PEREA


PEREA

 
  Llegamos al siglo XXI. Todas las entradas anteriores centradas sobre jugadores concretos han sido semblanzas dedicadas a futbolistas del siglo XX. Los más destacados, en mi opinión y criterio subjetivo, de los que yo he vivido (no en vano el nombre del blog es “Vivencias rojiblancas”). Es decir, décadas de los 70, 80 y 90. Ha existido alguna pequeña excepción en aquellos jugadores que, siendo estrellas en el siglo XX han llegado a ocupar un ligero espacio en el XXI (Aguilera o Simeone, por ejemplo) y en aquellos otros englobados dentro de artículos de carácter colectivo. Pero, desde el punto de vista individual, este es el primero dedicado por completo a un protagonista que ha desarrollado la totalidad de su trayectoria atlética en la presente centuria.
  Y para ello nada mejor que conmemorar al extranjero que en más partidos oficiales ha portado la camiseta de rayas rojas y blancas del Atlético de Madrid: el colombiano Perea. Solo por ese dato objetivo ya merece ser destacado. Pero es que además sus cualidades intrínsecas fueron (siguen siendo en otros equipos) superlativas. Es cierto que no poseía la calidad suficiente con el balón en los pies para darle a éste una salida clara y limpia. Cierto es también que esa deficiencia le llevó en ocasiones a cometer errores groseros y perder pelotas que terminaron en resultados no deseados. Pero es que poniendo en el fiel de la balanza sus aciertos y desaciertos los primeros pesan más (muchísimo más) que los segundos. Un número importante de seguidores le reprochan los goles en contra que han llegado tras fallos suyos. Pero somos muchísimos más los que le alabamos la cantidad ingente de tantos que han sido por él evitados mediante su impecable colocación, su decisión en el corte, su experiencia, su temperamento, su inteligencia táctica y, sobre todo, su descomunal velocidad. Perea es velocidad. No ha existido nunca jamás con anterioridad y a buen seguro que tardará en haberlo con posterioridad un defensa central que haya atesorado tamaña velocidad.
  Que levante la mano el seguidor de fútbol, atlético o no, que haya visto como un adversario se ha medido en velocidad con Perea y ha salido triunfante. No ha habido ninguno. Esa su más evidente virtud es tan destacada que incluso provoca que algún pasajero error pueda ser de inmediato corregido con su veloz carrera. Mientras vivía con su familia en España, su esposa participaba (y arrasaba) en los campeonatos de España de atletismo, en pruebas de velocidad. Es decir, que la carga genética que lleven impresa sus hijos debe de ser de una calidad suprema.  
  Luis Amaranto Perea nació en la colombiana localidad de Turbo (no me puedo resistir al chiste fácil: con ese nombre el niño ya venía predestinado), región de Antioquía, el día treinta de enero de mil novecientos setenta y nueve. Tras destacar en su país en el célebre Independiente de Medellín, recala en la Liga argentina en las filas del Boca Juniors, con el que gana la Copa Intercontinental de 2003 al Milán, por penaltis, jugando de lateral derecho. Con el mismo equipo disputa un partido amistoso en el estadio Vicente Calderón frente al Atlético de Madrid con el que se da a conocer por estos lares.
  Destaca tanto en ese amistoso que los servicios técnicos del club apuntan (subrayado y en negrita) su nombre. Y poco después es fichado. Si no recuerdo mal, apenas concluida la temporada 03-04, es anunciada su contratación como la primera para el ejercicio siguiente. Pocos días después, se ficharía a otro estupendo y espigado defensa central, el albaceteño Pablo Ibáñez. Ambos conformarían en esa primera temporada juntos un tándem infranqueable. Fueron la relevación del año, envidia del fútbol nacional e internacional.
  También recuerdo como en pretemporada el técnico también albaceteño César Ferrando probó a Perea en las dos diferentes posiciones que hasta entonces se le conocían, la de defensa lateral derecho y la de defensa central. En ambas ofrecía unas inmejorables prestaciones defensivas. En ambas, no obstante, adolecía de importantes lagunas ofensivas. Además de no ser un dechado de eficiencia técnica, cuando jugaba de lateral subía continuadamente por su carril, pero luego no era capaz de servir balones francos a los delanteros. Cuando jugaba de central, no era capaz de combinar con destreza con los mediocampistas y terminaba por sacar el balón con desplazamientos largos. Tampoco se sumaba al ataque a rematar los balones aéreos en saques de esquina y faltas. Lo hacía el otro central, Pablo. Más que por su juego de cabeza rematador (faceta ésta en la que, sin ser especialmente ducho, no carecía de cualidades sobradas) se quedaba detrás para, con su demoledora velocidad, recuperar posiciones y defender al equipo de los posibles contraataques adversarios que pudieran derivarse de dichas jugadas.
  Permaneció en la plantilla rojiblanca durante ocho temporadas, desde la referida 04-05 hasta la 11-12. Dejó tras de sí un altísimo porcentaje de partidos impecables, en los que no cometió un solo error, en los que cortocircuitó todos los ataques rivales, en los que con arrojo, decisión y velocidad mayúscula realizaba cortes de balón inverosímiles, que para cualquier otro defensa hubieran sido temerarios. En él eran naturales. Por muy alejado que estuviera el esférico, nadie se atrevía a afirmar que no iba a llegar a él. Verle jugar era un espectáculo inenarrable. Sabía hacer bellas y espectaculares las acciones defensivas más triviales. Cierto es que en algún momento puntual también cometió errores. Los cuales además se magnificaron, al concluir luego la jugada en gol en contra.
  En esas ocho campañas disputó un total de 314 partidos oficiales. En su penúltimo año superó el record de Griffa, otro defensa central, en este caso argentino, como jugador extranjero con mayor número de partidos tanto oficiales como ligueros atléticos. Su marca liguera era de 203. Perea la sobrepasó con creces. Llegó hasta los 224 partidos de Liga, repartidos en 33, 34, 26, 30, 26, 28, 28 y 19. En sus últimos años, si bien no era titular indiscutible, se convirtió en uno de los principales recambios, llegando a disputar un elevado número de encuentros. De Copa del Rey, 34 (6, 3, 4, 5, 3, 7, 6 y 0). Y de competiciones europeas, 56 más. Los ocho primeros de Copa Intertoto (6 en la 04-05 y 2 en la 07-08), en aquellos funestos años en los que nos veíamos obligados a participar en esta extinta competición que permitía llegar a Europa por la puerta de atrás (y en el primero de ellos, con Perea recién aterrizado, ni siquiera eso, puesto que perdimos la final contra el Villarreal y no pudimos acceder a la Copa de la U.E.F.A.); los seis siguientes, de la mentada Copa de la U.E.F.A. 07-08 (en esta ocasión sí que se llegó, vía Intertoto); los catorce siguientes, de Champions League (se va subiendo el listón, campañas 08-09 y 09-10); y los veintisiete siguientes, de Europa League, competición en la que sin duda Perea llegó a dar lo mejor de sí mismo (no en vano es de los pocos que la ganó en dos ocasiones, disputándola en las temporadas 09-10, 10-11 y 11-12). El avispado lector que haya ido sumando se habrá percatado de que falta un encuentro europeo. Es el de la primera Supercopa, ante el Inter de Milán. Para la segunda, frente al Chelsea (para muchos, entre los que me incluyo, el mejor partido jamás jugado por el Aleti), acababa de abandonar el club. Los partidos oficiales de Griffa, 288, también fueron superados por los 314 de Perea.
  Debutó en la primera jornada de la Liga 04-05, el día veintiocho de agosto de dos mil cuatro, el mismo fin de semana en que concluían los Juegos Olímpicos de Atenas 04, con victoria en casa por dos goles a cero, de Ibagaza y Fernando Torres. Ese día jugó de lateral derecho, dejando el centro de la zaga para Pablo y García Calvo.
  En todos estos partidos oficiales, Perea demostró su escasa ofensividad no anotando gol alguno. Mejor dicho, sí que marcó un gol, por todos recordado. Sobre todo, porque fue anulado en forma inexplicable, por la trascendencia que pudo llegar a tener y por el contrincante que ese día había enfrente, el eterno rival Real Madrid. Fue el día veinticuatro de febrero de dos mil siete, jornada 24ª de la Liga 06-07. Y tantos años después, cuando se revisionan las imágenes, nadie es capaz de explicar el motivo por el que fue anulado. Los atléticos se acababan de poner por delante, en el minuto doce, con gol de Fernando Torres, quien por fin, después de un número de encuentros que a todos nos parecía kilométrico, había conseguido batir a Casillas. Pocos minutos después, tras un saque de falta, Perea marca gol. Júbilo incontenible y explicable, dado su poco elevado (por ser amable)  tanteador personal. Sin que nadie, entonces y hoy, sepa explicar la razón, el mal árbitro que era Daudén Ibáñez lo anula. En la segunda parte empató Higuaín (su primer gol madridista). Parece lógico pensar que si el Aleti no se hubiera visto despojado del legal gol del colombiano el marcador final hubiera sido otro.
  Su palmarés rojiblanco incluye tres títulos oficiales. O cuatro, según se mire. Los tres indubitados son las dos Europa League de los primeros años diez del siglo XXI, campañas 09-10 y 11-12, y la Supercopa de Europa de la 10-11. Es decir, en sus tres últimas temporadas, salió a título por año.
  Las dos inolvidables por tantos conceptos finales de Europa League recordemos (aunque sea ocioso para todo buen atlético, que seguro que las tiene bien frescas en su memoria) que fueron en Hamburgo, el día doce de mayo de dos mil diez, ante el Fulham inglés, con victoria final por dos goles, ambos de Forlán, el segundo a poco de concluir la prórroga, a uno, de Davies, y en Bucarest, el día nueve de mayo de dos mil doce, ante la antigua casa matriz del Athletic de Bilbao, con nueva victoria en este caso por tres goles a cero, convertidos dos por Falcao y el tercero por el brasileño Diego. En la primera de ellas jugó todo el encuentro (tiempo suplementario incluido) como titular. En la segunda no jugó, pero participó activamente en todas las rondas previas.                   
  La final de Supercopa de Europa ganada por Perea tuvo lugar en Mónaco el día veintisiete de agosto de dos mil diez. Se venció con brillantez y contra todo pronóstico al potente Inter de Milán, por dos goles, anotados por Reyes y Agüero, tras sublime pase de Simao, a cero. Perea jugó todo el encuentro.
  El cuarto título, el que para muchos, entre los que me incluyo, no debe ser considerado como tal, sino como mera ronda de clasificación, es el de la Copa Intertoto de 2007. Se venció al Gloria Bistrita rumano, a doble partido, por el valor doble de los goles en terreno ajeno (derrota por dos a uno en Rumania, gol del defensa griego Seitaridis, su único gol atlético oficial, y victoria en Madrid por uno a cero, gol de Forlán, el primero de los muchos más que luego iban  a venir). En cualquier caso, yo no recuerdo que en el palmarés oficial del club se presuma de este título. Pero dado que algunas fuentes consultadas sí que lo hacen, aquí queda reflejado.
  Por supuesto, es internacional colombiano. Debutó el día diez de septiembre de dos mil tres contra Bolivia. Ha participado con la selección “cafetera” en las Copas América de 2007 y 2011. Y a buen seguro, dada la estupenda fase de clasificación que llevan, que también estará en el venidero Mundial de Brasil 14, en unión de otro ilustre ex-atlético como Falcao.
  En la actualidad ofrece sus excelentes servicios al Cruz Azul mexicano, donde, en la temporada 12-13 incluso…¡ha llegado a marcar dos goles!. ¡Y ninguno se lo han anulado!.
  Para concluir, quiero rescatar una de esas fases célebres que sin duda alguna se deberán escribir con letras de oro en la historia del club. A la altura de otras recogidas en anteriores semblanzas como las de Arteche o Ayala. Recién concluida la final de Hamburgo, cuando la mediática Sara Carbonero micrófono en ristre abordó al colombiano, éste le comunicó, a ella y a todos los que quisieran oírle que “Pertenecer a este equipo es lo mejor que me ha pasado en la vida”. No se puede decir más claro ni más bonito.   
       
JOSÉ MIGUEL AVELLO LÓPEZ

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