PEREA
Llegamos
al siglo XXI. Todas las entradas anteriores centradas sobre jugadores concretos
han sido semblanzas dedicadas a futbolistas del siglo XX. Los más destacados,
en mi opinión y criterio subjetivo, de los que yo he vivido (no en vano el nombre
del blog es “Vivencias rojiblancas”). Es decir, décadas de los 70, 80 y 90. Ha existido alguna
pequeña excepción en aquellos jugadores que, siendo estrellas en el siglo XX
han llegado a ocupar un ligero espacio en el XXI (Aguilera o Simeone, por
ejemplo) y en aquellos otros englobados dentro de artículos de carácter
colectivo. Pero, desde el punto de vista individual, este es el primero
dedicado por completo a un protagonista que ha desarrollado la totalidad de su
trayectoria atlética en la presente centuria.
Y
para ello nada mejor que conmemorar al extranjero que en más partidos oficiales
ha portado la camiseta de rayas rojas y blancas del Atlético de Madrid: el
colombiano Perea. Solo por ese dato objetivo ya merece ser destacado. Pero es
que además sus cualidades intrínsecas fueron (siguen siendo en otros equipos)
superlativas. Es cierto que no poseía la calidad suficiente con el balón en los
pies para darle a éste una salida clara y limpia. Cierto es también que esa
deficiencia le llevó en ocasiones a cometer errores groseros y perder pelotas
que terminaron en resultados no deseados. Pero es que poniendo en el fiel de la
balanza sus aciertos y desaciertos los primeros pesan más (muchísimo más) que
los segundos. Un número importante de seguidores le reprochan los goles en
contra que han llegado tras fallos suyos. Pero somos muchísimos más los que le
alabamos la cantidad ingente de tantos que han sido por él evitados mediante su
impecable colocación, su decisión en el corte, su experiencia, su temperamento,
su inteligencia táctica y, sobre todo, su descomunal velocidad. Perea es
velocidad. No ha existido nunca jamás con anterioridad y a buen seguro que
tardará en haberlo con posterioridad un defensa central que haya atesorado
tamaña velocidad.
Que
levante la mano el seguidor de fútbol, atlético o no, que haya visto como un
adversario se ha medido en velocidad con Perea y ha salido triunfante. No ha
habido ninguno. Esa su más evidente virtud es tan destacada que incluso provoca
que algún pasajero error pueda ser de inmediato corregido con su veloz carrera.
Mientras vivía con su familia en España, su esposa participaba (y arrasaba) en
los campeonatos de España de atletismo, en pruebas de velocidad. Es decir, que
la carga genética que lleven impresa sus hijos debe de ser de una calidad
suprema.
Luis
Amaranto Perea nació en la colombiana localidad de Turbo (no me puedo resistir
al chiste fácil: con ese nombre el niño ya venía predestinado), región de
Antioquía, el día treinta de enero de mil novecientos setenta y nueve. Tras
destacar en su país en el célebre Independiente de Medellín, recala en la Liga argentina en las filas
del Boca Juniors, con el que gana la Copa Intercontinental
de 2003 al Milán, por penaltis, jugando de lateral derecho. Con el mismo equipo
disputa un partido amistoso en el estadio Vicente Calderón frente al Atlético
de Madrid con el que se da a conocer por estos lares.
Destaca tanto en ese amistoso que los servicios técnicos del club
apuntan (subrayado y en negrita) su nombre. Y poco después es fichado. Si no
recuerdo mal, apenas concluida la temporada 03-04, es anunciada su contratación
como la primera para el ejercicio siguiente. Pocos días después, se ficharía a
otro estupendo y espigado defensa central, el albaceteño Pablo Ibáñez. Ambos
conformarían en esa primera temporada juntos un tándem infranqueable. Fueron la
relevación del año, envidia del fútbol nacional e internacional.
También recuerdo como en pretemporada el técnico también albaceteño
César Ferrando probó a Perea en las dos diferentes posiciones que hasta
entonces se le conocían, la de defensa lateral derecho y la de defensa central.
En ambas ofrecía unas inmejorables prestaciones defensivas. En ambas, no
obstante, adolecía de importantes lagunas ofensivas. Además de no ser un
dechado de eficiencia técnica, cuando jugaba de lateral subía continuadamente
por su carril, pero luego no era capaz de servir balones francos a los
delanteros. Cuando jugaba de central, no era capaz de combinar con destreza con
los mediocampistas y terminaba por sacar el balón con desplazamientos largos.
Tampoco se sumaba al ataque a rematar los balones aéreos en saques de esquina y
faltas. Lo hacía el otro central, Pablo. Más que por su juego de cabeza
rematador (faceta ésta en la que, sin ser especialmente ducho, no carecía de
cualidades sobradas) se quedaba detrás para, con su demoledora velocidad,
recuperar posiciones y defender al equipo de los posibles contraataques
adversarios que pudieran derivarse de dichas jugadas.
Permaneció en la plantilla rojiblanca durante ocho temporadas, desde la
referida 04-05 hasta la 11-12. Dejó tras de sí un altísimo porcentaje de
partidos impecables, en los que no cometió un solo error, en los que
cortocircuitó todos los ataques rivales, en los que con arrojo, decisión y
velocidad mayúscula realizaba cortes de balón inverosímiles, que para cualquier
otro defensa hubieran sido temerarios. En él eran naturales. Por muy alejado
que estuviera el esférico, nadie se atrevía a afirmar que no iba a llegar a él.
Verle jugar era un espectáculo inenarrable. Sabía hacer bellas y espectaculares
las acciones defensivas más triviales. Cierto es que en algún momento puntual
también cometió errores. Los cuales además se magnificaron, al concluir luego
la jugada en gol en contra.
En
esas ocho campañas disputó un total de 314 partidos oficiales. En su penúltimo
año superó el record de Griffa, otro defensa central, en este caso argentino,
como jugador extranjero con mayor número de partidos tanto oficiales como
ligueros atléticos. Su marca liguera era de 203. Perea la sobrepasó con creces.
Llegó hasta los 224 partidos de Liga, repartidos en 33, 34, 26, 30, 26, 28, 28
y 19. En sus últimos años, si bien no era titular indiscutible, se convirtió en
uno de los principales recambios, llegando a disputar un elevado número de
encuentros. De Copa del Rey, 34 (6, 3, 4, 5, 3, 7, 6 y 0). Y de competiciones
europeas, 56 más. Los ocho primeros de Copa Intertoto (6 en la 04-05 y 2 en la 07-08),
en aquellos funestos años en los que nos veíamos obligados a participar en esta
extinta competición que permitía llegar a Europa por la puerta de atrás (y en
el primero de ellos, con Perea recién aterrizado, ni siquiera eso, puesto que
perdimos la final contra el Villarreal y no pudimos acceder a la Copa de la U.E .F.A.); los seis
siguientes, de la mentada Copa de la
U.E .F.A. 07-08 (en esta ocasión sí que se llegó, vía
Intertoto); los catorce siguientes, de Champions League (se va subiendo el
listón, campañas 08-09 y 09-10); y los veintisiete siguientes, de Europa
League, competición en la que sin duda Perea llegó a dar lo mejor de sí mismo
(no en vano es de los pocos que la ganó en dos ocasiones, disputándola en las temporadas
09-10, 10-11 y 11-12). El avispado lector que haya ido sumando se habrá
percatado de que falta un encuentro europeo. Es el de la primera Supercopa,
ante el Inter de Milán. Para la segunda, frente al Chelsea (para muchos, entre
los que me incluyo, el mejor partido jamás jugado por el Aleti), acababa de
abandonar el club. Los partidos oficiales de Griffa, 288, también fueron
superados por los 314 de Perea.
Debutó en la primera jornada de la Liga 04-05, el día veintiocho de agosto de dos
mil cuatro, el mismo fin de semana en que concluían los Juegos Olímpicos de
Atenas 04, con victoria en casa por dos goles a cero, de Ibagaza y Fernando
Torres. Ese día jugó de lateral derecho, dejando el centro de la zaga para
Pablo y García Calvo.
En
todos estos partidos oficiales, Perea demostró su escasa ofensividad no
anotando gol alguno. Mejor dicho, sí que marcó un gol, por todos recordado.
Sobre todo, porque fue anulado en forma inexplicable, por la trascendencia que
pudo llegar a tener y por el contrincante que ese día había enfrente, el eterno
rival Real Madrid. Fue el día veinticuatro de febrero de dos mil siete, jornada
24ª de la Liga
06-07. Y tantos años después, cuando se revisionan las imágenes, nadie es capaz
de explicar el motivo por el que fue anulado. Los atléticos se acababan de
poner por delante, en el minuto doce, con gol de Fernando Torres, quien por
fin, después de un número de encuentros que a todos nos parecía kilométrico,
había conseguido batir a Casillas. Pocos minutos después, tras un saque de
falta, Perea marca gol. Júbilo incontenible y explicable, dado su poco elevado
(por ser amable) tanteador personal. Sin
que nadie, entonces y hoy, sepa explicar la razón, el mal árbitro que era
Daudén Ibáñez lo anula. En la segunda parte empató Higuaín (su primer gol
madridista). Parece lógico pensar que si el Aleti no se hubiera visto despojado
del legal gol del colombiano el marcador final hubiera sido otro.
Su
palmarés rojiblanco incluye tres títulos oficiales. O cuatro, según se mire.
Los tres indubitados son las dos Europa League de los primeros años diez del
siglo XXI, campañas 09-10 y 11-12, y la Supercopa de Europa de la 10-11. Es decir, en sus
tres últimas temporadas, salió a título por año.
Las
dos inolvidables por tantos conceptos finales de Europa League recordemos
(aunque sea ocioso para todo buen atlético, que seguro que las tiene bien
frescas en su memoria) que fueron en Hamburgo, el día doce de mayo de dos mil
diez, ante el Fulham inglés, con victoria final por dos goles, ambos de Forlán,
el segundo a poco de concluir la prórroga, a uno, de Davies, y en Bucarest, el
día nueve de mayo de dos mil doce, ante la antigua casa matriz del Athletic de
Bilbao, con nueva victoria en este caso por tres goles a cero, convertidos dos
por Falcao y el tercero por el brasileño Diego. En la primera de ellas jugó
todo el encuentro (tiempo suplementario incluido) como titular. En la segunda
no jugó, pero participó activamente en todas las rondas previas.
La
final de Supercopa de Europa ganada por Perea tuvo lugar en Mónaco el día
veintisiete de agosto de dos mil diez. Se venció con brillantez y contra todo
pronóstico al potente Inter de Milán, por dos goles, anotados por Reyes y
Agüero, tras sublime pase de Simao, a cero. Perea jugó todo el encuentro.
El
cuarto título, el que para muchos, entre los que me incluyo, no debe ser
considerado como tal, sino como mera ronda de clasificación, es el de la Copa Intertoto de 2007. Se
venció al Gloria Bistrita rumano, a doble partido, por el valor doble de los
goles en terreno ajeno (derrota por dos a uno en Rumania, gol del defensa griego
Seitaridis, su único gol atlético oficial, y victoria en Madrid por uno a cero,
gol de Forlán, el primero de los muchos más que luego iban a venir). En cualquier caso, yo no recuerdo
que en el palmarés oficial del club se presuma de este título. Pero dado que
algunas fuentes consultadas sí que lo hacen, aquí queda reflejado.
Por
supuesto, es internacional colombiano. Debutó el día diez de septiembre de dos
mil tres contra Bolivia. Ha participado con la selección “cafetera” en las
Copas América de 2007 y 2011. Y a buen seguro, dada la estupenda fase de
clasificación que llevan, que también estará en el venidero Mundial de Brasil
14, en unión de otro ilustre ex-atlético como Falcao.
En la
actualidad ofrece sus excelentes servicios al Cruz Azul mexicano, donde, en la
temporada 12-13 incluso…¡ha llegado a marcar dos goles!. ¡Y ninguno se lo han
anulado!.
Para
concluir, quiero rescatar una de esas fases célebres que sin duda alguna se
deberán escribir con letras de oro en la historia del club. A la altura de
otras recogidas en anteriores semblanzas como las de Arteche o Ayala. Recién
concluida la final de Hamburgo, cuando la mediática Sara Carbonero micrófono en
ristre abordó al colombiano, éste le comunicó, a ella y a todos los que
quisieran oírle que “Pertenecer a este equipo es lo mejor que me ha pasado en la
vida”. No se puede decir más claro ni más bonito.
JOSÉ MIGUEL AVELLO LÓPEZ
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