ALEMAO.
Fue el último fichaje de Vicente Calderón. Con ello, dejaba un gran legado para el club. Los atléticos disfrutamos de su excelente juego apenas quince meses. Pero a todos nos dejó un recuerdo imborrable. Probablemente haya sido uno de los jugadores de nuestro equipo que haya calado más hondo en la memoria colectiva habiendo permanecido menos tiempo. Para el gran público, Alemao se dio a conocer en el Mundial de México 86, que disputó desde el medio del campo de la selección de Brasil. Y más concretamente, en el primero de sus partidos, el que el uno de junio de mil novecientos ochenta y seis les enfrentó en Guadalajara, bajo el arbitraje del australiano Bambridg
e, a la selección española, el día del célebre no-gol de Michel, y que terminó perdiendo nuestra selección por un gol a cero, anotado por Sócrates. Por aquella época, no era tan fácil como ahora seguir por la televisión las diferentes ligas europeas y mundiales y las diversas competiciones internacionales, por lo que los aficionados al fútbol apenas alcanzábamos a conocer a las grandes estrellas internacionales en las fases finales de Mundiales, Eurocopas y finales europeas de clubes, que prácticamente eran los únicos partidos de fuera de España que podían verse aquí. Ese mismo día, también descubrimos todos a un defensa central negro de un físico portentoso y espectacular, llamado Julio César, que dominó los ataques españoles como un adulto que estuviera jugando contra niños de parvulario y que poco después sería fichado por el Inter de Milán. Alemao jugó de titular e íntegramente los cinco partidos que Brasil disputó en ese Mundial (los tres de la primera fase, los octavos de final y los cuartos de final, donde fueron eliminados por Francia a los penaltis). Cuatro años después, en el Mundial de Italia 90, también jugó de titular los cuatro partidos de su equipo (tres de la primera fase y el de octavos de final, donde fueron apeados por Argentina, tras anotar Caniggia su famoso gol a pase de Maradona, en posiblemente la última de sus grandes jugadas). En este último partido ante los albicelestes fue sustituido por Silas, quizá por atribuirle el seleccionador brasileño algo que sin duda alguna le fue achacado de inmediato por la opinión popular de su país, el ser uno de los jugadores que Maradona regateó en su slalom desde el centro del campo y no haber sido capaz de pararle, siquiera en falta. Alemao, de entre todos los rivales burlados por el astro argentino, fue el más cruelmente criticado, porque se estimó que no había querido hacerle falta por ser compañeros de equipo, dado que ambos figuraban por entonces en el Nápoles italiano. Tiene en total treinta y nueve entorchados internacionales, en los que anotó seis goles.

Ricardo Rogerio de Brito, “Alemao”, nació en Fabril, un pueblo cercano a la ciudad brasileña de Lavras, el día veintidós de noviembre de 1961. Su apodo futbolístico le fue impuesto por su padre “porque era rubio como un alemán”. Su infancia no fue nada fácil. Despuntó en el equipo de su ciudad para fichar posteriormente por el Botafogo, uno de los mejores de la gran ciudad de Río de Janeiro, en 1980. Fue ascendiendo poco a poco peldaños, hasta asentarse como titular en su club y debutar en la selección. Precisamente su primera gran cita internacional fue el anteriormente referenciado Mundial de México 86, adonde acudió “a priori” como suplente. Pero el gran centro del campo brasileño comandado por Zico y Sócrates necesitaba de un complemento que aportara no sólo calidad sino también trabajo y fuerza. Entre sus compañeros, era considerado el más europeo de todos ellos (quizá su nombre de guerra futbolístico haría alusión también a su poderío físico).
Ese mismo año, el 30 de diciembre, terminó su contrato con el Botafogo y no renovó. Quería venirse a jugar a Europa. Estuvo en negociaciones con varios equipos europeos, pero fue finalmente el Atlético de Madrid el que, merced sobre todo al empeño personal de Vicente Calderón, que deseaba contratar en esos momentos de austeridad en materia de fichajes a una gran estrella internacional, logró reclutarlo para sus filas. Sin embargo, pese al gran esfuerzo que Vicente Calderón aportó a las negociaciones, nunca llegarían a conocerse. Alemao llegó a Madrid el 26 de marzo de 1987, exactamente el mismo día en que nuestro presidente era enterrado tras su súbito fallecimiento.


Como había sido un fichaje de Vicente Calderón y no de Jesús Gil, éste no llegó nunca a “conectar” excesivamente bien con él. La temporada siguiente lo traspasó al Nápoles, donde en unión de Maradona, Careca, Giordano, Ferrara y demás compañeros alcanzó la mejor época del equipo italiano en toda su historia, ganando la copa de la UEFA en la temporada 1988-89 y la Liga en la siguiente. En 1992 fichó por el Atalanta, donde jugó dos años más para luego regresar a su país, al Sao Paulo.

En suma, un jugador repetidamente recordado entre los aficionados, de los que muchos nos quedamos con las ganas de que siguiera jugando y aportando su buen quehacer durante muchos más años. Pero donde hay patrón no manda marinero.
JOSÉ MIGUEL AVELLO LÓPEZ