miércoles, 22 de febrero de 2012

EN NOCHEVIEJA

EN NOCHEVIEJA.

  Hoy voy a rememorar uno de los partidos más intensos, emotivos y emocionantes que he podido disfrutar jamás en el estadio Vicente Calderón. Y no lo disputó el Atlético de Madrid, sino en Segunda División el entonces conocido como Atlético Madrileño (actualmente Atlético de Madrid B). Se disputó en Nochevieja, la tarde del día 31 de diciembre de 1984, lunes. Hoy en día los jugadores han conseguido que no se jueguen partidos durante las vacaciones navideñas. Lo cierto es que no recuerdo haber presenciado jamás partido alguno en los días de Nochebuena o Navidad, que siempre han sido sagrados, pero por entonces sí era frecuente que se disputara jornada de Liga en los días de Nochevieja o Año Nuevo, si así correspondía en el calendario.
  Además de asistir a los partidos del primer equipo, yo disfrutaba especialmente acudiendo asimismo a presenciar los del segundo, e incluso los del equipo de Tercera División y juveniles. Supongo que será el espíritu de ojeador que todos llevamos dentro, y que nos hace elucubrar sobre si tal o cual jugador podrá llegar en el futuro a destacar más que los demás y convertirse en útil para el primer equipo. El actual filial lleva todo el siglo XXI en Segunda División B, adonde descendió en la temporada 1999-00, no a causa de méritos (o mejor sería decir deméritos) propios, ya que había concluido su Liga de Segunda División en la posición 17ª, alejado por poco de los cuatro del descenso, sino arrastrado por el Atlético de Madrid, que en aquel funesto año descendió de categoría. Al entonces Atlético Madrileño, sin embargo, era frecuente verle jugar en la Segunda División, si bien nunca con mucha holgura, puesto que solía disputar los puestos del descenso (con la excepción de la temporada 1998-99, en la quedó clasificado en segunda posición). Si descendía, solía recuperar en breve tiempo la plaza perdida. Al figurar en dicha superior categoría, la formación de los jugadores se mejoraba, y se disfrutaba de futuras estrellas de nuestro primer equipo como Pedraza, Marina, Abel, López, Solozábal, Aguilera, Tomás o Baraja. Además, se veían muy buenos jugadores contrarios. Yo he visto desfilar por el Vicente Calderón en Segunda División a jugadores tales como Cruyff con el Levante, Fran con el Deportivo de La Coruña, Señor con el Deportivo Alavés o Valverde con el Sestao. En concreto, el filial de nuestro equipo ha jugado en la segunda categoría del fútbol español once temporadas (80-81, 14ª posición; 81-82, 10ª; 82-83, 13ª; 83-84, 14ª; 84-85, 14ª; 85-86, 20ª y última y descenso; 89-90, de nuevo 20ª y última, y nuevo descenso, tras haber recuperado de forma efímera la categoría; todas las anteriores con el nombre de Atlético Madrileño; 96-97, 12ª; 97-98, 9ª; 98-99, 2ª; y 99-00, 17ª; las cuatro últimas, ya con el actual nombre de Atlético de Madrid B).
  En cuanto al estadio, durante la década de los 80 y primera mitad de los 90, todos los partidos del filial se disputaban en el estadio Vicente Calderón. Como sus partidos en casa solían coincidir con los de fuera del primer equipo, no había problemas de coexistencia. Y cuando sí los había, los “menores” jugaban a las siete de la tarde, tras haber  jugado los “mayores” a la cinco, en una especie de “sesión continua” que muchos disfrutábamos sobremanera. O bien disputaban su encuentro al día siguiente, lunes, sobre todo en invierno, para no castigar en exceso el césped. Precisamente el partido que hoy recuerdo se celebró por dicho motivo en lunes, porque el día anterior, domingo 30 de diciembre, el Atlético de Madrid había empatado en casa a dos contra el Español de Barcelona, en la decimoctava jornada de Liga, respondiendo el equipo tras el descanso, merced sobre todo a la salida de Marina al terreno de juego, con dos goles anotados por Hugo Sánchez de penalti y Pedraza a los otros dos goles que el mediocampista Zúñiga había obtenido en la primera parte. Posteriormente, creo recordar que porque el entonces entrenador del primer equipo Radomir Antic quería preservar el césped y que sólo jugara el primer equipo, el filial empezó a jugar en Segunda B a mediados de la temporada 1995-96 en el estadio de la Comunidad, La Peineta. Ese mismo año disputó (y ganó) la liguilla de ascenso a Segunda División, celebrando sus tres partidos como local en el estadio de Vallecas. La temporada siguiente, 96-97, se jugó en “El Soto”, de Móstoles. Y ya desde la posterior, 97-98, hasta la actualidad, tienen lugar sus partidos en “El Cerro del Espino”, de Majadahonda.
Pardeza
   El partido que hoy nos ocupa se disputaba contra el Castilla, filial del Real Madrid (posteriormente Real Madrid Deportivo, luego Real Madrid B y más tarde de nuevo Castilla). Por consiguiente, huelga decir que el encuentro estaba impregnado “a priori” de la emotividad característica que destila todo partido contra el “eterno rival” (sea cual sea la categoría, incluso alevín, en la que tenga lugar). La alineación de ese día, para aquellos que o bien quieran recordarla o bien conocerla por primera vez era: Abel; Salva, Juanín, Sergio, Ortega (Mendiondo tras el descanso); Manolo (Miguel, minuto 88), Tomás, Trigueros; Carmona, Cuevas y González. La alineación rival no la transcribo, si bien ese día su jugador que luego obtendría más fama era Pardeza. De Abel nada hay que decir que no se sepa ya. Probablemente otro de mis futuros artículos esté destinado a él. Salva era un gran extremo posteriormente reconvertido a lateral y, por tanto, sumamente ofensivo. Juanín era un defensa libre extraordinario, posiblemente unos de los jugadores del segundo equipo en toda su historia que con más ganas me haya quedado de verle triunfar, y al que quizás su escasa estatura en relación al puesto que ocupaba le privó de cotas mayores. Sergio, central sobrio y elegante, llegó poco después al primer equipo, donde tras unas pocas temporadas recaló en el Español. Ortega era otro central que ese día circunstancialmente jugó de lateral izquierdo. Creo recordar que siendo aún jugador falleció en accidente de coche. Mendiondo le suplió en el descanso, ya que podía jugar tanto de lateral derecho como izquierdo. No llegó al primer equipo (si se exceptúa el partido de la segunda jornada de Liga, nueve de septiembre, de esta misma temporada 84-85, contra Osasuna, en el que con motivo de la huelga de jugadores, se celebró con juveniles) pero sí a Primera División, también al Español. Manolo era el mítico Manolo Agujetas (con ese apellido, más de una broma habrá tenido que soportar), fino centrocampista que, tras jugar en la 82-83 cinco partidos con el primer equipo y haber pasado en blanco la siguiente, decidió  descender ésta al equipo filial. Miguel (que en juveniles era conocido como Miguelín, formando como delantero centro una delantera muy prometedora con Carmona de extremo derecho y Quique Estebaranz de extremo izquierdo) suplió a este último ya cerca del final, para asegurar el resultado. También, al igual que Mendiondo, disputó un único partido con el primer equipo, el de la huelga, donde además anotó un gol del 3-0 a Osasuna. Tomás era un gran centrocampista que luego jugó en Oviedo y Valencia (las temporadas que coincidió con Tomás Reñones en el filial, era conocido como Tomás II; este año era ya Tomás a secas, porque el lateral ya estaba en el primer equipo). Trigueros era un centrocampista zurdo de gran profundidad y toque de balón. Carmona, como ya he escrito con anterioridad, era un extremo derecho pequeño y de gran habilidad que no llegó a demostrar todo lo que prometía en juveniles. Cuevas era un delantero centro fuerte y especialmente poderoso en el juego aéreo. Y finalmente González era un delantero paraguayo fichado “ex profeso” para este equipo que, tras un comienzo de temporada magnífico y fulminante, se fue difuminando poco a poco.  
Abel
  El partido comenzó con una circunstancia que, desgraciadamente, nos es muy conocida a todos los atléticos, sobre todo en años posteriores, tratándose del rival de que se trata. Sin haber llegado a combinar ninguna jugada de ataque digna de consideración, a los veinte minutos el defensa central José Manuel lanza un disparo desde bastante fuera del área que pilla adelantado a nuestro magnífico cancerbero Abel y se le cuela por encima. A remar contracorriente. Acoso y derribo. A un ataque le sucedía el siguiente, y a una clara ocasión, otra más clara aún. Pero no llegaba el gol. Descanso y aún perdiendo. La segunda parte, más de lo mismo. Ataque desaforado y el Castilla defendiéndose sin apenas salir de su área. Ese día hacía frío pero el público local asistente se calentaba aplaudiendo el magnífico juego que sus jugadores estaban desplegando y que no era acompañando por el marcador. Incluso se animaba y cantaba desde las gradas, lo que, tratándose de un equipo filial, es algo casi inaudito. Y por fin, cuando parecía que no había hueco alguno en la muralla, en el minuto veintiséis, tras recibir un pase de González, el ariete Cuevas dibuja en el aire un escorzo imposible y desde el borde del área grande, esquinado a la izquierda, consigue un trallazo con su pierna izquierda que perfora por la escuadra la portería del sorprendido Serna, guardameta rival. Euforia colectiva y generalizada. El estadio, a pesar de no estarlo, parecía repleto a rebosar. El frío y la niebla, ya caída la noche, acentuaban la épica del partido. Seis minutos después, durísimo disparo del defensa central Sergio con la derecha (uno de los escasos goles que le recuerdo) desde bastante fuera del área y de nuevo el balón que se cuela buscando la escuadra. Era la victoria y, si cabía aún más, la euforia subió de grado. Y en pleno éxtasis, apenas tres minutos después, el tercer y definitivo gol, que convirtió el estadio en locura colectiva, sobrepasando todos los niveles existentes. Si Sergio había rematado desde bastante fuera del área, el derechazo de Tomás sacando una falta directa fue desde el mismo centro del campo (se hizo especialmente nombrado por este tipo de goles; el primero se lo metió a Mora, en Vallecas contra el Rayo, en Segunda División). De nuevo por la escuadra y la felicidad a flor de piel, disfrutando los diez minutos finales de una juerga colectiva que poco antes parecía inimaginable.
Manolo Agujetas
  Pitido final y todos nos fuimos a casa felices, a celebrar la cena de Nochevieja con nuestras respectivas familias.   

JOSÉ MIGUEL AVELLO LÓPEZ



2 comentarios:

  1. Pues para una vez que los del "Aleti" acaban un año contentos..... y resulta que es por el At. Madrileño...
    Pues ya que no pones tú la alineación madridista te la pondré yo:
    Serna; Valdenegro, Martín, Martos; José Manuel, Gay; Ortiz, Sánchez Candil, Juliá, Gálvez (De las Heras le sustituyó en el 77') y Pardeza.
    Asistió al partido el entonces presidente del R. Madrid D. Luis de Carlos.
    Más datos: 18.000 espectadores y terreno en irregular estado. Tarde muy fría. Arbitro: Riera Morro (balear). Sacó tarjetas amarillas a Mediondo, Gálvez y Gay. Se le recriminó un penalti en el área madridista, que estimó como mano involuntaria (como no podía ser de otra manera tratándose del R. Madrid, y eso que el Generalísimo estaba más que enterrado).

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    1. Veo que tú mismo asumes los favores arbitrales a los madridistas como connaturales. No sé de donde has sacado la alineación del Castilla, con un esquema antediluviano de 3-2-5, cuando ya ese año se aplicaba el 4-4-2 o, lo que parece ser por el nombre de los jugadores, el 4-3-3. Por cierto, el lateral derecho castillista era ValdeneBro, no Valdenegro. Y el dato exacto de asistencia lo desconocía, pero confirma lo escrito en el artículo: 18.000 eran muchos espectadores para el filial.

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