miércoles, 5 de diciembre de 2012

DONATO

DONATO

  Fue el fichaje más rápido de Jesús Gil, el cual se jactaba de dejarlos resueltos en apenas cinco minutos. Y posiblemente el más rápido de toda la Historia del fútbol mundial. Y además, en circunstancias un poco particulares. Repasémoslas brevemente: en el verano de 1988, el Presidente atlético estaba participando en incontables debates y entrevistas en todo tipo de medios de comunicación en defensa de poder contratar un tercer extranjero para la Liga española. Recordemos que desde 1973, cuando se reabrieron las fronteras de nuestro fútbol para los foráneos, se fijó un cupo de dos por equipo. El principal argumento de Gil era que les salía más barato a los clubes (y en concreto al club que él presidía) fichar a jugadores extranjeros que a españoles, cuya cotización se había disparado (entre otras causas, por su aparición en el mercado fichando a troche y moche). Durante la pretemporada, el equipo, bajo las órdenes del entrenador de entonces, Maguregui, había mostrado como principal carencia la figura del mediocentro completo, capaz tanto de taponar los ataques contrarios como de iniciar con sentido los propios. La sombra del recién traspasado Alemao era muy alargada.
 A finales de la pretemporada, nuestro equipo disputó el gaditano trofeo veraniego Ramón de Carranza, el más tradicional (con permiso del coruñés Teresa Herrera) de nuestro país, el cual acontecía tradicionalmente el fin de semana inmediatamente anterior al inicio del Campeonato de Liga. Llegamos a la final (y la perdimos) contra el combinado brasileño del Vasco de Gama, el cual disponía de un muy buen mediocentro, que incluso durante el desarrollo de la final llegó a desinflar el balón como consecuencia del tremendo puntapié que le había propinado. En el aeropuerto de Jerez, a la finalización del encuentro, coincidieron ambas escuadras contendientes, de vuelta a sus respectivos domicilios. Al llegar Jesús Gil, observó departiendo a nuestro delantero centro Baltazar con uno de los adversarios, compartiendo experiencias sobre el movimiento “Atletas de Cristo”, al que ambos pertenecían. Ese fabuloso mediocentro y ese contertulio de Baltazar eran la misma persona: Donato. Comoquiera que el Presidente deseaba contratar de inmediato a su flamante tercer extranjero, para que estuviese dispuesto para el inicio de la Liga, y había insistido a Maguregui en que necesariamente tenía que ser uno de los rivales de esa noche, tras recibir su aprobación (después de, parece ser, continuos cambios de criterio del entrenador), allí mismo, en el aeropuerto, se rubricó la contratación en apenas diez minutos. Donato no cogió con el resto de sus ya ex-compañeros el vuelo de regreso. Por cierto, si recordamos los pormenores de la contratación de otros brasileños, Luiz Pereira y Leivinha, ya reseñadas en el artículo de este blog dedicado al primero de ellos, apreciamos muchas similitudes: ambas contrataciones lo fueron tras disputar y perder la final del Carranza contra equipos brasileños (Palmeiras y Vasco de Gama), en los que se alineaban los luego contratados, y fueron tan extemporáneas que en el primero de los casos retornaron de inmediato a nuestro país apenas aterrizar y en el segundo incluso antes de subir al avión.
 Con ello, se procuraba a la plantilla el mediocentro total que parecía faltarle. No obstante, lo que la premura e improvisación de la operación no mostró en un primer momento es que el así fichado había jugado ese día en esa posición de forma circunstancial, dado que su habitual puesto era el del centro de la defensa.        
 Donato Gama da Silva, conocido en el mundo del fútbol por su nombre de pila, nació en la más popular ciudad brasileña, Río de Janeiro, el día treinta de diciembre de mil novecientos sesenta y dos. Como ya se ha dicho, llegó al club colchonero desde las filas brasileñas del Vasco de Gama. Con nuestra camiseta jugó cinco magníficas campañas, desde la 1988-89 hasta la 1992-93, alternando, en función de las necesidades del equipo y de los gustos del entrenador de turno las dos posiciones de mediocentro y de defensa central (en este último caso, siempre en líneas de tres centrales). En los primeros años jugó más bien de centrocampista, para retrasar más tarde su puesto. Su debut tuvo lugar ya directamente en la primera jornada de la Liga 88-89, sin apenas tiempo de aclimatación, el día tres de septiembre de 1988, con derrota por un gol a cero, marcado por el mexicano delantero “Abuelo” Cruz, contra el Logroñés, en las viejas Las Gaunas. En estos primeros tiempos la premura en la incorporación hizo que su adaptación no fuera inmediata. Tardó un par de meses, cuando ya un importante sector de la afición empezaba a mirarlo con recelo, en culminar su periodo de adaptación. Además, a ello contribuyó el hecho de que venía a ocupar la misma posición que otro brasileño que acababa de abandonar el club dejando un gratísimo sabor de boca, cual era Alemao. Ya se sabe que las comparaciones son odiosas. Por cierto, que una declaración semejante a esta frase, formulada en programa radiofónico nocturno por nuestro legendario defensa central Arteche, motivó que el Presidente Gil, ardiendo de ira, viajara ex profeso para retirarle del mismísimo calentamiento previo del partido frente al Málaga, en la sexta jornada liguera, para nunca más volver a ponerse la camiseta rojiblanca.   
 Pero la tremenda calidad, tanto humana como profesional, de Donato terminaron por imponerse y acabó encajando por completo y empatizando como el que más con la grada. Su primer gol tuvo que esperar a la cuarta jornada. Tras tres derrotas en las tres primeras jornadas, se consiguió el primer punto en la cuarta, veinticinco de septiembre, en el Calderón frente al Oviedo, empate a dos. El paraguayo Hicks adelantó a los asturianos, empate de Donato, en fuerte remate desde el borde del área mostrando ya desde el primer momento una de sus cualidades, cual era la dureza y precisión del disparo lejano, de nuevo gol ovetense, de nuestro antiguo canterano Tomás (Tomás II en tiempos del Atlético Madrileño) y definitivo empate a dos anotado por el ariete brasileño Baltazar, obteniendo así el primero de los treinta y cinco goles que esa temporada le llevarían a ganar el trofeo pichichi.
 En sus cinco temporadas, defendió el escudo rojiblanco, con tremendas profesionalidad y regularidad, en un total de ciento sesenta y tres encuentros (ciento cincuenta y cinco, casi todos, de titular) ligueros (37, 34, 25, 36 y 31), veinte (diecinueve titular) de Copa y diez de competiciones europeas, anotando respectivamente once, tres y cero goles.
 Abandonó el club al concluir la 92-93. El motivo esgrimido por el Presidente fue el fichaje para la siguiente temporada de Caminero que, al igual que Donato, se convertiría en mito rojiblanco, dado que, según él, ocupaba su misma posición de mediocentro. Pero lo cierto es que Caminero en nuestro equipo jugó casi siempre en ubicaciones más ofensivas (alguna vez, circunstancialmente, de defensa central), por lo que la pretendida incompatibilidad de posiciones no era tal. Donato se trasladó al Deportivo de la Coruña, donde aportó su saber hacer (incluso mejorando el rendimiento ofrecido a nuestro equipo) durante diez temporadas más, retirándose con más de cuarenta años  habiendo colaborado a forjar la leyenda del Superdepor que obtuvo una Liga, dos Copas y una Supercopa de España.
 Su palmarés rojiblanco incluye las dos Copas del Rey obtenidas a principios de los noventa, ante el Mallorca (90-91, uno a cero, con el recordado gol de Alfredo) y ante el Real Madrid (91-92, dos a cero, con los más si cabe aún recordados golazos de Schuster y Futre). Ambas finales examinadas pormenorizadamente en recientes páginas de este blog, a las que me remito. Tan solo recordar aquí que en la primera de ellas no llegó a jugar, sí en la segunda, compartiendo centro de la zaga con dos inminentes campeones olímpicos, López y Solozábal.           
 Una vez nacionalizado español, al no haber defendido nunca la camiseta verde amarelha de la selección brasileña, pudo enfundarse la roja de la española. Durante un total de doce partidos, todos ellos con Clemente de seleccionador. Debutó el día dieciséis de noviembre de mil novecientos noventa y cuatro, jugando de centrocampista en partido clasificatorio para la Eurocopa de Inglaterra 96 contra Dinamarca celebrado en el sevillano Sánchez Pizjuán. Victoria por tres goles a cero, Anotó el segundo. El primero fue de Nadal y el tercero de Luis Enrique. Participó en toda la mentada fase clasificatoria, incluso en la fase final, puesto que su último encuentro internacional fue el día nueve de junio de mil novecientos noventa y seis, en el empate a uno frente a Bulgaria (Alfonso y Stoichkov de penalti), primer partido de dicha fase final, sustituyendo a Caminero. Marcó dos goles más como internacional español. Como puede fácilmente deducirse, todos sus entorchados fueron mientras defendía ya la camiseta blanquiazul del Deportivo de la Coruña.
Baltazar y Donato


 Donato dejó hondo calado en la afición atlética. Desde el punto de vista personal, era un pedazo de pan. Buen compañero, amable con espectadores y medios de comunicación, solidario en el esfuerzo y ante la adversidad. Futbolísticamente, ocupaba mucho espacio en el terreno de juego, abortando de forma continuada las arremetidas rivales (en cualquiera de sus dos posiciones habituales) e iniciando de inmediato el ataque propio, con una salida limpia y clara del balón, tanto en desplazamientos en corto como en largo, donde era un consumado maestro. Se incorporaba con frecuencia a las ofensivas, anotando varios goles, ya con su potente disparo ya con su más que notable juego de cabeza. Incluso anotó alguna falta directa, cuando Schuster y demás capos del equipo le permitían lanzarlas. Su corpachón, a simple vista lindando con el sobrepeso, y sus piernas ligeramente arqueadas, no fueron óbice para que desplegara sus innegables virtudes. Fuerte, agresivo, luchador, pero con calidad. Perfecta conjunción de cualidades. Se fue sin hacer ruido, sin protesta o resquemor, dejando atrás simplemente la satisfacción del trabajo bien hecho.
 Para concluir su semblanza, recordar brevemente una anécdota suya muy conocida y comentada en su tiempo. A principios de la temporada 90-91, Canal+ inició sus retransmisiones televisivas de fútbol. Codificadas. Para cumplir con su margen de horas en abierto, retransmitía en esta modalidad toda la previa del partido y, coincidiendo exactamente con el pitido inicial del árbitro, se codificaba la imagen y se adueñaban de la pantalla unas ininteligibles rayas y puntos, al modo de “Poltergeist” (¡ya están aquí!). El primer partido televisado al Atlético de Madrid por ese canal fuera de casa, ante el Valencia, primera jornada de Liga, empate a uno, con goles del asturiano  Eloy y del austriaco Rodax, que debutaba ese día, no lo disputó Donato. Se quedó en casa, creo recordar que por motivos de lesión. Al día siguiente, los medios de comunicación le preguntaron sobre lo que le había parecido la actuación de sus compañeros. La respuesta, ingenua e inocente (como era él), de Donato, fue la de que no podía comentar nada porque justo cuando empezaba el encuentro, su televisión se había puesto…¡enferma! (sic).        

JOSÉ MIGUEL AVELLO LÓPEZ

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