jueves, 10 de enero de 2013

AGUILERA


AGUILERA

  A finales de la década de los ochenta, los aficionados atléticos tuvimos que ver con desagrado como uno más de nuestros jugadores terminaba por recalar en el eterno rival madridista. Tras apenas tres partidos en la temporada 85-86, y la siguiente completa con el primer equipo, disputando veintiséis encuentros y anotando tres goles, Paco Llorente era fichado por el Real Madrid. No es que fuera canterano atlético desde su más tierna infancia, pero habíamos terminado por completar su formación con una temporada en el Atlético Madrileño, después de que hubiera salido de la fábrica del equipo merengue. Pero su pasado y familia madridista pudieron más (su tío era Paco Gento y sus hermanos Julio, José Luis y Toñín llegaron a ser todos ellos jugadores blancos, el primero del equipo de fútbol y los dos siguientes del de baloncesto, ambos bases) y pasó a fortalecer a un equipo ya de por sí fortísimo, pues eran los años del Real Madrid de “la quinta del Buitre”.
  La principal característica del juego de Paco Llorente era su tremenda velocidad. Podía haber sido perfectamente un destacado velocista. Su sprint era imparable. Pero poco después subía desde la cantera atlética otro velocísimo y jovencísimo jugador, Aguilera. En las tertulias que por aquel entonces celebrábamos aficionados de uno y otro equipo (al menos en las que yo participaba) siempre surgía la bizantina discusión de cuál de los dos futbolistas era más rápido. Me temo que aún, tantos años después, nos hayamos quedado sin saberlo. Nunca llegaron a competir sobre el tartán en una carrera de velocidad, que hubiera sido el mejor método para ello.     
  Juan Carlos Aguilera Martín (aunque parece ser que el primer nombre propio figura tan sólo en el certificado de nacimiento y en el D.N.I. y que nunca ha sido utilizado) nació en Madrid el día veintidós de mayo de mil novecientos sesenta y nueve. Prototípico jugador de la cantera, donde atravesó de forma fulgurante, en poco más de un año, el primer juvenil y el filial hasta llegar al primer equipo, en el que se mantuvo durante muchísimos años, con la excepción que luego veremos, para llegar a convertirse en uno de los jugadores que en mayor número de ocasiones ha portado la camiseta rojiblanca.
   Del barrio de San Cristóbal de los Ángeles, donde destacó en sus categorías inferiores, fue captado por la cantera atlética en edad  juvenil, para el primer equipo de esa categoría. Sin embargo, unos problemas en las negociaciones motivaron que llegara con la temporada ya iniciada. Disputó en esa categoría el resto de la 86-87. El primer partido en el que tuve ocasión de verle jugar se celebró a finales de esa campaña. Era un derbi frente al equipo juvenil madridista. Como ya escribí en la semblanza dedicada a Solozábal, el encuentro, no recuerdo ahora exactamente por qué, debía estar dotado de especial trascendencia, dado que se trasladó al mismísimo estadio Vicente Calderón. También reseñé allí, y además en el apartado dedicado a Julián en el artículo de los jugadores de cantera, que ese día, en el que por cierto se venció con holgura, me gustaron mucho tanto Solozábal como Aguilera, que en aquel equipo me pareció un delantero rápido y vertical. Tuve un buen ojo clínico, dado que ambos llegaron a convertirse en leyendas de la Historia rojiblanca. Pero susceptible de mejora, puesto que me agradaron muchísimo más el cancerbero Diego y el delantero Julián. Ambos llegaron igualmente al primer equipo, pero no consiguieron desplegar la espléndida trayectoria de los antedichos.      
  La temporada siguiente, 87-88, la inicia en el equipo filial, en Segunda B. Pese a ser de los más jóvenes de la plantilla, es titular indiscutible. Continúa jugando de delantero, anotando un buen número de goles. Recuerdo especialmente un partido, jugado en el Calderón un domingo por la tarde, a continuación del primer equipo, frente al Leganés, al que se venció por dos a cero, ambos goles anotados por Aguilera. Curiosamente, el guardameta batido, procedente de la cantera madridista, era conocido en el mundo del fútbol con el mismo nombre de Aguilera. Pero no llega a concluir la campaña con ese equipo.
  Esa temporada, 87-88, era la primera de Jesús Gil en la Presidencia. Tras despedir al primero de su luego larga lista de entrenadores cesados, Menotti, el veinte de marzo de mil novecientos ochenta y ocho, tras perder en casa frente al Real Madrid por un gol (Setién) a tres (Gordillo, Hugo Sánchez y Butragueño), acude al entrenador del filial, Ufarte, profundo conocedor de la cantera atlética, para llevar las riendas del primer equipo. Por cierto, solamente duraría en el banquillo tres jornadas. Para su primer partido, disputado en el estadio de El Molinón, frente al Sporting de Gijón, el día veintiséis de marzo, jornada trigésima, Ufarte confía en dos de las máximas estrellas del Atlético Madrileño, que debutaron ese día. El central Rivas, de titular, jugando todo el encuentro, y el delantero Aguilera, que sustituye en el minuto setenta y cinco a Marcos. En el equipo rival también se produjo otro debut trascendente, procedente de la Cultural Leonesa, un delantero destinado a escribir importantes páginas en la Historia del fútbol español, Felipe Miñambres, que sustituyó a Juanma a cinco minutos de la conclusión. El resultado final fue de derrota por dos goles, de Joaquín y Emilio, a cero. Por consiguiente, el debut de Aguilera no fue especialmente exitoso en el plano colectivo. Tampoco en el individual. Recuerdo que su esperada (por todos aquellos que como yo desean que triunfe cualquier canterano) y primera intervención, pegado a la cal de la banda derecha, fue un esférico fácil que, al ir a controlar, se le escurrió por debajo de la bota y se perdió fuera de los límites del terreno de juego.
  Su primer gol fue a la temporada siguiente, 88-89, el día nueve de octubre de mil novecientos ochenta y ocho, jornada sexta de Liga. Victoria por uno a dos frente al Málaga en La Rosaleda. Adelantó a los nuestros Orejuela, empató Esteban (“el boquerón”) y Aguilera, que había reemplazado a Futre poco antes, consiguió el definitivo gol en el último minuto.
  Siguió contando ya definitivamente para el primer equipo, si bien sin alcanzar la titularidad en forma indiscutible para ninguno de los sucesivos entrenadores. El de la 89-90, Clemente (el cual, curiosamente, le llevó años después a la Selección), llegó incluso a humillarle en declaraciones públicas, al manifestar que no sabía regatear. La 90-91, con Ivic de entrenador, apenas disputó encuentros. Y fue en la siguiente, la 91-92, con Luis Aragonés en el banquillo, cuando tuvo lugar su definitiva eclosión. Para aprovechar su tremenda velocidad y su demoledora verticalidad, en su línea defensiva de tres centrales, le recolocó en la posición de lateral derecho. De forma esporádica al principio, pero ya de manera definitiva, apartando incluso de la titularidad a una leyenda rojiblanca como Tomás, a partir de la jornada vigésimo-quinta, con victoria en casa frente al Oviedo por tres goles (uno de ellos además de Agulera) a uno.
  Y desde entonces se convirtió en uno de los mejores laterales derechos del fútbol español, posición en la que desarrolló el resto de su trayectoria. Con alguna excepción, curiosamente hacia el final de su carrera, en la que volvió a ocupar posiciones más ofensivas. Y en ese puesto llegó a alcanzar las mieles de la internacionalidad. Fue internacional en siete ocasiones, todas ellas (excepto la última) con Javier Clemente de seleccionador. Debutó el día veinticuatro de septiembre de mil novecientos noventa y siete, frente a Eslovaquia en Bratislava, en partido clasificatorio para el Mundial de Francia 98. Decisivo encuentro, en el que cualquier resultado que no fuera la victoria dejaba prácticamente fuera al combinado español y que se resolvió con un gol del barcelonista Amor cerca del final, que conseguía el definitivo uno a dos, rompiendo el empate que hasta entonces el eslovaco Majoros y Kiko habían subido al marcador. En la recta final del partido, los desaforados ataques españoles sobre la portería rival motivaron que Clemente hiciera debutar a Aguilera, buscando más verticalidad, sustituyendo a otro ilustre lateral derecho del fútbol español, como era Ferrer.          
  Disputó la fase final del reseñado Mundial francés, en el que fuimos desgraciadamente eliminados tras los tres partidos de la primera fase. Aguilera jugó de titular el segundo frente a Paraguay (cero a cero) y el tercero frente a Bulgaria (victoria por seis goles a uno). Su último encuentro internacional (y único con el nuevo seleccionador) fue en el amistoso frente a Rusia, debut de Camacho al frente de la Selección, el día veintitrés de septiembre de mil novecientos noventa y ocho, en Los Cármenes de Granada, con victoria por un gol a cero, anotado por Alkiza. Fue titular en el lateral derecho y sustituido por Etxeberría para nunca más volver.
  Volviendo a su trayectoria rojiblanca, defendió su camiseta durante un total de quince temporadas, desde la 87-88 hasta la 04-05. Quien se ponga a hacer cuentas comprobará que son en total dieciocho. Y es que hubo un paréntesis. El no disponer de la titularidad asegurada motivó que se marchara al Tenerife de Valdano durante tres ejercicios, desde el 93-94 hasta el 95-96. Regresó a la temporada siguiente, para estar cerca de su familia tras el trágico fallecimiento de un hermano. Es decir, retornó inmediatamente después del maravilloso añito del doblete, el cual tuvo que vivir desde la distancia, y no en primera persona, como se hubiera merecido su corazón atlético. No obstante, su segunda etapa fue incluso mucho más exitosa y destacada que la primera. De hecho, es lo que le ha hecho entrar en el Olimpo rojiblanco. Si no hubiera regresado, no hubiera llegado a alcanzar el elevadísimo escalón que ahora ostenta.  
  En total portó nuestra camisola en trescientos sesenta y cinco encuentros ligueros (repartidos por temporadas: 6, 21, 22, 4, 23 y 20 en su primera etapa y 31, 36, 28, 29, 39, 39 -estas dos últimas en Segunda División-, 28, 24 y 15 en la segunda) anotando veintinueve goles (0, 4, 0, 0, 3, 0, 2, 2, 1, 1, 6, 8, 2, 0 y 0). Como se puede comprobar, su rendimiento las dos temporadas de la categoría de plata, 00-01 y 01-02, en las que fue una de las pocas estrellas del equipo que aceptó quedarse, fue superlativo tanto en encuentros disputados como en goles obtenidos.
  Hay que añadir además cuarenta y un encuentros de Copa del Rey, con un solo gol, cuarenta y cuatro más de todas las competiciones europeas existentes en su época (Champions League, Recopa, U.E.F.A. e Intertoto), con cinco tantos (destaca un doblete ante el Wolfsburgo alemán el día veintitrés de noviembre de mil novecientos noventa y nueve; ese día jugaba de centrocampista, el lateral derecho era Gaspar) y cinco de Supercopa de España, con ningún gol.
  Su palmarés rojiblanco incluye las dos Copas del Rey de principios de los noventa. Temporadas 90-91 frente al Mallorca (uno a cero, gol de Alfredo) y 91-92 frente al Real Madrid (dos a cero, goles de Schuster y Futre). Ambas ya analizadas pormenorizadamente en anteriores entradas de este blog. Sin embargo, no llegó a protagonizar ninguna de las dos finales. Ya ha quedado comentado que por poco se quedó sin disfrutar de la gloriosa temporada del doblete.       
  Aunque no es muy del agrado del protagonista, muchos recuerdan la famosa anécdota de la lentilla. En la temporada 96-97, primera tras su regreso, en la eliminatoria de cuartos de final de la Champions League, partido de vuelta en el Vicente Calderón, diecinueve de marzo de mil novecientos noventa y siete, contra el Ajax de Amsterdam. En la ida en la ciudad holandesa, dos semanas antes, empate a uno, goles de Kluivert y Esnaider. El partido comenzó muy bien, con gol estupendo de Kiko a pase precisamente de Aguilera. El lateral derecho estaba borrando por completo del terreno de juego al veloz y habilidoso extremo izquierdo holandés, Overmars. Su velocidad no podía competir con la del madrileño. Pero, recién iniciada la segunda parte, Aguilera se debe dirigir a la banda para reponer una lentilla dañada. El centrocampista de banda derecha, Caminero, bajó a ocupar momentáneamente su ubicación, mientras se arreglaba el incidente. Aprovechando la coyuntura, Overmars, viendo el cielo abierto, se va de Caminero en velocidad por su banda, centra al área donde Ronald de Boer iguala la eliminatoria. Retornado al césped Aguilera, Overmars dejó de existir. Se llega a la prórroga, donde se pierde la eliminatoria. Los goles de Dani (futuro atlético) y Babangida superan al de Pantic. Otro futuro atlético, Musampa, destacaba en los rivales.   
  Aguilera, como joven madrileño criado en el club, como tercer jugador en número total de partidos oficiales disputados (tras Adelardo y Tomás, otro lateral derecho) y como futbolista honesto, deportivo y solidario en el esfuerzo y con sus compañeros, define mejor que nadie la idiosincrasia atlética. Es más fuerte el que se levanta una y otra vez, detrás de cada caída. Desde su actual puesto de director del fútbol base atlético, continúa ejerciendo una impagable labor para el club. Que tenga mucho éxito en su actual labor y que saque muchos jugadores útiles para la primera plantilla. Todos los corazones atléticos (entre ellos, el suyo propio) se lo agradeceremos.


JOSÉ MIGUEL AVELLO LÓPEZ
 

1 comentario:

  1. Perdón, lectores, por haber publicado esta entrada sin fotos. Estoy teniendo problemas para subirlas. Tan pronto como logre subsanar el problema, se ilustrará convenientemente con las fotos adecuadas.

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