jueves, 4 de abril de 2013

CAPÓN

CAPÓN

  El recuerdo más vívido que tengo de Capón, quizá por ser el más reciente en el tiempo, es el de su partido homenaje. Y no es especialmente agradable. Más bien triste. Tras más de diez años defendiendo la elástica rojiblanca (por ese motivo, tal y como era preceptivo en la época, adquirió derecho a dicho encuentro) se celebró en el estadio Vicente Calderón el día 25 de noviembre de 1980. El que hiciera unos meses que había abandonado el club, el poco atractivo del rival (la selección de la U.R.S.S., muy potente pero con poco reclamo popular; al menos en esos años, donde ya militaba bajo palos un tal Dasaev), la noche entre semana con niebla, frío, lluvia y viento y el hecho de que se retransmitiera por Televisión Española (por aquel tiempo, la mejor de España) provocó que las gradas apenas estuvieran pobladas, lo que descorazonó en grado sumo al protagonista. En diversas entrevistas muchos años después, confesó que incluso llegó a llorar lágrimas de rabia y frustración. Por esa razón, recuerdo que apenas iniciado el encuentro, al segundo minuto, recibió un balón pegado a la banda derecha, que ese día defendía, y, sin hacer ademán de jugarlo, lo cogió con sus manos y lo ofreció al escaso público asistente. Fue sustituido por Marcelino. Concluía así, con un poso de tristeza y amargura, una brillante trayectoria atlética, un lateral que defendió bravamente los colores rojiblancos por la sencilla razón de que era “su” equipo y optó por permanecer en él durante muchos años. No sé si será casualidad, pero es posible que lo desangelado del espectáculo, lejos de otros partidos de esas características míticos en el Calderón, como el de Luis o el de Gárate, contribuyera a que fuera el último partido homenaje que haya ofrecido el Club. Por cierto, para rematar la faena, se perdió por cero a tres.
  José Luis Capón González nació en Madrid el día 6 de febrero de 1948. Castizo, del barrio de Legazpi. Perdió a su padre siendo niño. Desde muy pequeño, las influencias familiares y de su barrio, profundamente rojiblanco, motivan que dichos colores se incardinen marcadamente en su sentimiento. Y todos los buenos aficionados sabemos que cuando eso pasa ya no hay marcha atrás. Destacó a finales de los años sesenta en el centro del campo del equipo madrileño del Plus Ultra, antecesor del Castilla. Por entonces no era exactamente un equipo filial del Real Madrid, pero sí era cierto que el equipo blanco tenía derecho preferencial sobre sus jugadores. Por consiguiente, concluyendo la temporada 68-69, quieren incluirle, en unión de su compañero de equipo Salcedo, en su plantilla. Pero las fuertes y profundas convicciones rojiblancas de ambos protagonistas, dos de los más destacados bigotes atléticos de la década de los setenta, provocaron que rechazasen tal oferta y se decantasen por la de la acera de enfrente.
  Capón arribó a nuestra plantilla, por consiguiente, en la temporada 69-70. E inició la ardua tarea de todo joven jugador procedente de las categorías inferiores: hacerse un hueco en un equipo plagado de estrellas. El primer año fue destinado al Reyfra Atlético, filial colchonero antecesor del Atlético Madrileño. Sus convincentes actuaciones permiten el ascenso al primer equipo para la temporada siguiente, 70-71. Pero no consigue la confianza del entrenador de entonces, Marcel Domingo, y apenas juega. No obstante, existe un hito destacado en ese ejercicio, curiosamente un partido amistoso, patrocinado por la Asociación de la Prensa: el 6 de enero de 1971, despunta poderosamente en la confrontación entre un combinado de los equipos de Madrid, reforzado por el malaguista Viberti, y el Dinamo de Zagreb. Juega extraordinariamente de centrocampista, anota un golazo lejano y se da a conocer al gran público. En la obra de Universo Editorial, S.A., “Equipos con historia. Atlético de Madrid”, el mismo Capón lo rememora como decisivo en su trayectoria, aparte de confundir al rival (cita al Dukla de Praga) y recordar con sorna la anécdota de cuando fue preguntado Marcel Domingo sobre la destacada actuación de su pupilo y éste contestó que “ese del bigote no sé quién es; no juega en el Atlético”.
  Al menos ese partido le sirvió para que el técnico francés reparara en él. Al final, en esa primera campaña juega en cinco encuentros de Liga y dos de Copa de Europa. Su debut oficial tuvo lugar el día 17 de enero de 1971 (poco después de su “descubrimiento”), en la jornada 18ª de Liga, frente al Zaragoza en casa. Victoria por tres goles a cero, anotados por Gárate y en dos ocasiones Irureta. Sustituye a Ufarte. En la misma obra anteriormente reseñada, Capón recuerda de nuevo erróneamente que el debut fue en la siguiente, 19ª, frente al Celta en Balaídos. Sustituyó a Salcedo, recordando con gracejo que el campo estaba anegado y que su impetuosidad hace que casi se ahogue en un gran charco. Su único partido completo fue contra el Granada, en la jornada 26ª, donde ya retrasa su posición al lateral derecho.
  La temporada siguiente, 71-72, es cedido al Burgos, entonces en Primera División, para completar su formación, en unión de otro defensa central o centrocampista defensivo que también haría luego importante carrera atlética, Benegas, tal y como ya se relató en la entrada de este blog a él correspondiente. Juega espectacularmente bien todos los partidos menos dos (los dos frente al Aleti, por contrato). Su mayúsculo rendimiento permite su regreso por la puerta grande en la 72-73, adquiriendo de inmediato la titularidad en el lateral izquierdo, pese a ser diestro (pero con un gran manejo también de la zurda) heredando la posición, el dorsal número 3 e incluso la taquilla de Calleja, recién retirado y uno de sus ídolos de infancia.
  Y ya no perdería dicha titularidad hasta la temporada 79-80. Casi siempre en el lateral izquierdo, pero a veces también el derecho, cuando dejaba libre el opuesto para Quique o Panadero Díaz. Su última temporada ya disputó algún encuentro menos, compartiendo posición con el joven Sierra. En total defendió la elástica rojiblanca en 269 encuentros oficiales: 200 de Liga (por una vez, y sin que sirva de precedente, las diferentes fuentes consultadas coinciden en tan bonito y redondo número), repartidos en sus ocho campañas tras el regreso en 22, 24, 27, 31, 29, 27, 21 y 14 (si bien aquí, en este reparto, sí que hay diferencia entre fuentes; algunas reducen su primera temporada a 4 y añaden uno más, 28, en su tercera tras el retorno), además de otros 34 de Copa (en su caso, del Generalísimo y del Rey), 33 de competiciones europeas y 2 de la final de la Copa Intercontinental. Fue uno de los primeros laterales modernos, defendiendo su parcela, derecha o izquierda, con sobriedad y contundencia, intimidando a los rivales por su velocidad y anticipación (y es posible que algo también por su poblado mostacho), pero sabiendo sumarse al ataque cuando fuera menester, colaborando con un buen puñado de goles para ser defensa lateral (6, 7 u 8 de Liga, aquí curiosamente sí que hay discrepancia entre fuentes, y 1 en Copa de Europa, en la temporada 72-73, el año que llegamos a la final, en la vuelta en casa frente al Dinamo de Bucarest de los octavos de final, 7 de noviembre de 1973, consiguiendo el definitivo empate a dos, el otro gol de Ayala, que permitía el pase de ronda tras la victoria por cero goles a dos en Rumania). Es posible que a todo ello contribuyera su pasado de mediocampista de clase y recorrido. Durante muchos años, los niños aficionados del Aleti disfrutamos de dos laterales excelentes y adaptados a los tiempos modernos como Marcelino y Capón. Tras abandonar la ribera del Manzanares recaló en el Elche, en Segunda División, donde jugó una temporada más a muy alto nivel.
  Su palmarés rojiblanco incluye dos Campeonatos de Liga (temporadas 72-73 y 76-77; algunas fuentes incluyen también el de la 69-70, pero ese año fue jugador oficialmente del filial y no disputó encuentro alguno con el primer equipo, como ya hemos visto). Una Copa (la última del Generalísimo, 75-76, con el inolvidable gol de Gárate de cabeza en plancha a Junquera, su último gol, en el Bernabéu frente al Zaragoza), en la que disputó la final como titular e íntegramente en el lateral izquierdo. En la conquistada en la 71-72 frente al Valencia, también el Bernabéu, estaba cedido en el Burgos. Y la Copa Intercontinental de la campaña 74-75, tras doble partido frente al Independiente, 12 de marzo de 1975 en Avellaneda, con derrota por un gol a cero, y 10 de abril siguiente en el Calderón, con la recordada victoria por dos a cero, mediante los míticos goles de Irureta y Ayala. Fue titular en ambos encuentros en el lateral izquierdo, dejando el derecho a Melo. Idéntica circunstancia de doble titularidad en ese lateral, dejando el opuesto al mismo jugador, Melo, se produjo en la “casi”, la dramática derrota en la final de la Copa de Europa del año anterior frente al Bayern de Munich, tras dos encuentros, el primero empate a uno y el de desempate con victoria germana por cuatro a cero.               
   Por supuesto su elevado nivel hizo que alcanzara los fastos de la internacionalidad. Lo fue en trece ocasiones, todas ellas con Ladislao Kubala de seleccionador. Durante mucho tiempo, toda la parte central de la década de los 70, desde que se dejara de contar con Ufarte, Gárate e Irureta y hasta que se empezara a hacerlo con Marcelino, Leal y Rubén Cano, fue la única aportación atlética a la Selección española.  De esos trece entorchados citados, seis (sobre todo los primeros) lo fueron en la posición de lateral izquierdo y siete (sobre todo los últimos, a partir de la llegada de Camacho) en la de lateral derecho. Es decir, que en contra de lo usual en su club, Capón jugó en la Selección más veces por la derecha que por la izquierda, ya que la coincidencia con el madridista Camacho, zurdo cerrado, provocaba el cambio de banda del atlético, más versátil y capaz de adaptarse, dado que, al fin y al cabo, recordemos, era diestro.
  Debutó el día 24 de noviembre de 1973, en amistoso frente a la República Federal Alemana celebrado en el Neckarstadion de Stuttgart. Derrota por dos goles a uno. El español, de Claramunt. Sustituyó a Sol en el lateral derecho. Por cierto, que sería la única vez que no disputó el encuentro completo. En sus otras doce internacionalidades, disputó el partido como titular e íntegro. El único atlético que compartió alineación con él fue Gárate, en una de sus postreras convocatorias. Su último encuentro fue contra Rumania en Bucarest, en partido clasificatorio para el Mundial de Argentina 78, el 16 de abril de 1977, con derrota por uno a cero con autogol de Benito. Esto nos dificultaría sobremanera la clasificación, la cual finalmente se obtendría con el mítico tanto de Rubén Cano frente a Yugoslavia en Belgrado. Ese día en tierras rumanas debutaban precisamente el hispano-argentino y Leal, y poco después Marcelino, ofreciendo el anteriormente anunciado relevo atlético en “La Roja”.
  La ofensividad de Capón le permitió incluso anotar un gol como internacional. En su séptimo entorchado, partido frente a Dinamarca en Barcelona, en el viejo Sarriá, clasificatorio para la Eurocopa de 1976, el día del Pilar, 12 de octubre de 1975, se venció por dos goles a cero. El primero de Pirri. Y el segundo de Capón, a cinco minutos del final, culminando una elaborada jugada de ataque de todo el equipo. En una reciente entrevista de la página web de la Federación Española de Fútbol, recuerda como su partido internacional más destacado el celebrado en el Sánchez de Pizjuán de Sevilla el día 10 de octubre de 1976, frente a Yugoslavia, en la misma fase de clasificación para Argentina 78 anteriormente reseñada. Se venció por un gol a cero, anotado por Pirri de penalti cometido sobre Juanito, pero los yugoslavos nos superaron con creces en juego y merecieron mejor resultado. La línea defensiva, entre ellos Capón, que tuvo una actuación excelente, tuvieron que redoblar esfuerzos. Y cuando los defensas no llegaban, atrás, en la portería, se encontraba un magistral e inconmensurable Miguel Ángel, que cuajó un partido legendario. Sin duda alguna, su mejor encuentro como internacional.
  En definitiva, Capón plasma todo lo que el buen seguidor rojiblanco le pide, ahora y siempre, a sus jugadores: compromiso, lealtad, identificación con los colores y lucha sin fin. En todo ello iba sobrado. No en vano se trataba de un defensa “de bigotes”.      


JOSÉ MIGUEL AVELLO LÓPEZ

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