jueves, 9 de mayo de 2013

VOLEIBOL

VOLEIBOL
Plantilla 71-72

  Comencé uno de los primeros artículos de este blog, el dedicado al baloncesto, afirmando que se trataba de una sección de la que probablemente gran parte de los aficionados atléticos, particularmente las más jóvenes generaciones, desconocían por completo que hubiera llegado a existir en el orbe rojiblanco. Dicha afirmación se ve elevada a la máxima potencia cuando tratamos otra de las secciones históricas que llegó a portar el escudo del oso y el madroño y las rayas rojas y blancas. Además, una de las más laureadas. La sección de voleibol. Yo lo viví y la conocí, al menos durante un periodo. También conocido por algunos como balonvolea, expresión mucho menos frecuentemente utilizada (al igual que casi nadie habla de balompié, si acaso con la excepción de los béticos, que lo llevan en su nombre oficial, sino de fútbol).
  La sección de voleibol tuvo dos diferentes etapas. Ambas tienen un denominador común. El que fueran inauguradas en forma aparentemente inexplicable, contracorriente, en sendos periodos de profunda crisis económica (que en el club rojiblanco no es coyuntural, sino crónica).
  En el verano de 1966, en plena vorágine del traslado del estadio Metropolitano al nuevo y flamante estadio del Manzanares (por entonces era su nombre oficial, el de Vicente Calderón llegaría pocos años después), en obras casi perpetuas, ya que no se concluirían hasta 1972, y, por consiguiente, con las arcas del club endeudadas en sufragar las costosísimas obras de construcción, nuestro Presidente Vicente Calderón decide, en forma sorprendente,  ampliar las secciones y fundar equipo de voleibol. Para ello, se fusiona con el Salesianos de Atocha y comienza a disputar la Segunda División nacional en la temporada 1966-67. Ese primer año de existencia debía de estar provisto de jugadores de gran valía, puesto que se consiguió el ascenso a Primera División sin problema alguno, resultando campeón de la categoría, y se obtuvo además el subcampeonato en el torneo de Copa.
  La siguiente campaña, 67-68, no fue de mera adaptación de un club recién ascendido. Al contrario, se consiguió una más que aceptable clasificación, un meritorio tercer puesto, repitiendo además el subcampeonato copero.

  Y a partir de ahí, con un rápido y portentoso acoplamiento a la competición, llegaron los éxitos en forma de títulos en las temporadas siguientes, lo que a su vez posibilitó brillar, alcanzado rondas finales, en la Copa de Europa. Se conquistó la Liga en la 68-69. Doblete, Liga y Copa, en la 69-70. Se repitió Liga y Copa en la 70-71. Segunda posición liguera y de nuevo campeón de Copa en la 71-72. En la siguiente, 72-73, no se ganó título alguno. No obstante, no pude decirse que el equipo no rindiera al más alto nivel. Se obtuvieron sendos subcampeonatos. Parece que este “fracaso” picó a los excelentes voleibolistas rojiblancos, arrasando en las dos campañas siguientes, 73-74 y 74-75, con la consecución de dos nuevos dobletes. Parece mentira que en tan poco tiempo se hubiera llegado a alcanzar tamaña cosecha de trofeos. Las dos temporadas siguientes, 75-76 y 76-77 apuntaron un cierto declive, dado que hubo que conformarse con cuatro subcampeonatos, los dos de Liga y los dos de Copa.

  En esta época, existía una muy emocionante y reñida competencia entre diversos equipos punteros. Los jugadores atléticos tenían que pelearse las diferentes competiciones con conjuntos de solera como, sobre todo, el Real Madrid o el Hispano Francés de Barcelona. Como se puede apreciar, el voleibol se asentaba en las grandes ciudades, donde encontraba apoyo y respaldo de la afición. El modelo actual es muy diferente. Los principales equipos de la actualidad se radican en ciudades de población media, o incluso pequeña, donde el público, huérfano de otros deportes de mayor seguimiento popular, se vuelca en defensa de sus colores. En esos primeros años 70, en los derbis entre madridistas y atléticos, como diría el clásico, saltaban chispas. Nada nuevo, por otra parte. Es lo que procede en cualquier derbi que se precie, se trate del deporte de que se trate y de la categoría que sea.
  Al finalizar la temporada 76-77, se adopta la decisión, por mor de los sempiternos problemas económicos (no podía ser en forma alguna por escaso rendimiento), de suprimir el primer equipo de voleibol. No obstante, se continuó con este deporte en forma de equipos juveniles. Se daba así carpetazo y cierre a una de las más laureadas, exitosas e históricas, pese a su breve vida, secciones del club. En apenas once temporadas se obtuvo el galardón de campeón de Liga en cinco ocasiones y el de Copa en otras cinco. Un “ratio” impresionante, que para sí quisiera cualquier equipo del Mundo en cualquier deporte. Por ella desfilaron jugadores ilustres del voleibol nacional como Lizcano, Rafa Hernández, Luis Hernández, Callejón, Cruzado, Jacko, Kraichev, Pardo, Bueno, Vázquez, Metodiev o Gastón, un por entonces joven zurdo de impresionante remate. De todos los relacionados, es el único del que dispongo de recuerdos, no en esta época, sino años después, cuando era jugador del Real Madrid y del Sanitas. Todo lo narrado hasta aquí es fruto de una tarea previa de investigación y documentación, pues lo cierto es que no dispongo de recuerdo alguno, más allá de un niño al que le gustaba contemplar en los diferentes medios de comunicación, tanto prensa como radio o televisión los resultados de su equipo de voleibol (por cierto, en una época en la que se le dedicaba a este deporte mucho más espacio que en la actualidad). Los resultados y nada más.
  El hueco dejado por el equipo colchonero fue conveniente ocupado por el eterno rival madridista, que, aprovechándose del fichaje de los ex-atléticos, ganó de tirón las cinco siguientes Ligas, para toparse a primeros de la década de los ochenta con otro rival de enjundia, el equipo balear del Son Amar, que le arrebató las de las campañas 80-81 y 81-82.  
  Pero una vez más de forma sorprendente, al igual que en su génesis, la sección de voleibol del Atlético de Madrid, en cuanto al primer equipo, “resucita” varios años después, en la temporada 83-84. Para ello vuelve a utilizar la opción de fusionarse con el Salesianos de Atocha. Llegados a este punto, existen evidentes paralelismos con otra sección, la del baloncesto. Como ya se relató en la entrada dedicada a este deporte en clave rojiblanca, ambas secciones resurgen de forma bastante poco explicable, dado que el club se encontraba ya sumido en una profundísima crisis económica. En esta ocasión sí que guardo recuerdos del equipo. Acudí a presenciar sus partidos en varias ocasiones. Culminamos la Liga en tercera posición, tras el Son Amar, por aquellos años el equipo más potente, y el Sanitas, equipo heredero del Real Madrid que había clausurado igualmente su sección de voleibol. También terceros en la Copa. Por consiguiente, la mayoría de los enfrentamientos eran favorables al equipo rojiblanco, al ser superiores a la mayoría de los demás combinados que conformaban la Liga, lo que motivaba que los espectadores que asistíamos disfrutáramos no tan sólo de la intensidad y emoción de un deporte tan bello como puede llegar a ser el voleibol sino también de la natural y sana alegría que conlleva la victoria de tus colores.  

  Los encuentros se disputaban, al igual que los del baloncesto, en el polideportivo Vallehermoso, anexo al estadio del mismo nombre, tradicional templo del atletismo madrileño. Era pequeño y coqueto, con los espectadores muy encima de la cancha. Tan sólo disponía de gradas en uno de los fondos y en uno de los laterales. El fondo contrario estaba ocupado por las entradas y salidas hacia vestuarios y el lateral opuesto por las tradicionales espalderas de las que no puede prescindir cualquier pabellón deportivo digno de ese nombre.         
  Aparte del campeonato liguero, en fase regular, fue sede de la Superliga, que si no recuerdo mal, era una especie de play-off en el que los cuatro primeros equipos de la Liga “ordinaria” (que fueron el Atlético de Madrid, el Son Amar, el Sanitas y el Canon Recuerdo) continuaban disputando partidos entre ellos en sus respectivas canchas propias. Cada una de ellas era sede, en consecuencia, de una pequeña liguilla de tres días sucesivos, por lo general viernes, sábado y domingo, con sesión continua de dos encuentros. Recuerdo que asistí a la primera de las jornadas de esta Superliga, que se inició en el pabellón Vallehermoso, el viernes 27 de abril de 1984. Tras vencer el Son Amar al Canon Recuerdo por un contundente marcador de tres sets a cero, el Atlético, en decepcionante partido, sucumbió frente al Sanitas por idéntico tanteo, con sonrojantes parciales de 12 a 15, 3 a 15 y 0 a 15.
  Los aficionados al voleibol que lean estos parciales de set deben recordar que en esa época el tanteador se sumaba de forma distinta a ahora. No ha de llegarse a 25 puntos, sino que los sets eran a 15. Pero, eso sí, para sumar punto era requisito imprescindible que el equipo dispusiera de saque propio. Como, a diferencia de los demás deportes “de red”, la iniciativa del punto en voleibol la lleva el equipo que recepciona (sobre todo cuando predominaban los saques flotantes, y no los servicios en suspensión que hoy son preponderantes), eran frecuentes los continuos cambios de saque, sumando puntos de forma excesivamente paulatina, por lo que el tiempo de partido podía alargarse en demasía. Ello motivó el cambio de regla, ampliando los puntos necesarios para ganar un set a 25 pero suprimiendo la obligatoriedad de sumar con saque propio. Otra diferencia de los partidos que presencié como espectador del Atlético de Madrid a la actualidad es la inexistencia de líbero. Entonces no existía, todos los jugadores se veían obligados a entrar en la rotación. Para los neófitos en este deporte, reseñar brevemente que el líbero es ese jugador con camiseta de diferente color (¿nunca se ha preguntado nadie el por qué de esa diferencia?) que juega únicamente en posiciones defensivas, quedando excluido de la, por otra parte obligatoria para los demás componentes del equipo, rotación. Cada tanto los jugadores deben cambiar su ubicación (rotar), en el sentido de las agujas del reloj (¿o es al revés?; siempre me lío con esto).
  De esa temporada recuerdo que el equipo estaba conformado por jóvenes y talentosos jugadores, que nos hicieron disfrutar del voleibol a sus asiduos seguidores. Recuerdo en particular a dos: el rematador Benjamín Vicedo, nacido en Madrid el 25 de enero de 1964 (es decir, cumplió veinte añitos durante la temporada), con potentísimo salto vertical y poderoso remate, y el colocador Paco Hervás, nacido en Utrera (Sevilla) el 7 de marzo de 1962, que sorprendía de continuo con sus precisas, habilidosas e imaginativas colocaciones. Los dos tuvieron un muy amplio y brillante recorrido en este deporte en años sucesivos.
  Otros jugadores que no recordaba tan bien, pero que me han venido a la cabeza al investigar y rememorar son: Félix Monreal, por entonces de 21 años, de elevada estatura y maravilloso bloqueador, Sergio Arregui, también de 21 años, rematador de precisión, y Renfinges, jugador argentino zurdo que cada remate que colocaba parecía una pedrada. Completaban la plantilla Villar, García Romero, Mateo, Ros y Solís.

  Al concluir esa única temporada de “reenganche”, la sección de voleibol, por los pertinaces motivos económicos, despareció para siempre, y en todas sus categorías, de la faz de la tierra rojiblanca. Su segunda etapa fue efímera a más no poder. Al menos valió para que yo, y otros como yo, tengamos recuerdos relacionados con este excitante deporte. Y hasta ahora.
  Para concluir este artículo, creo que es el vehículo adecuado para recoger un breve recordatorio y una reflexión utópica.
  El breve recordatorio es que, aparte del fútbol, balonmano, baloncesto y voleibol, el Atlético de Madrid dispuso a lo largo de su fecunda historia de otras muchas secciones, que quiero aquí al menos mencionar. Recuerdo que en la Revista oficial del club existente en los años 70 y 80 del siglo pasado, se hacían de vez en cuando referencias al hockey hierba (particularmente poderoso en su sección femenina), el boxeo y el atletismo. También recuerdo que hubo un año (95-96) que dispusimos de equipo de fútbol sala en Primera División. Y en el presente, tenemos equipo de rugby, de alto nivel (habiendo existido también en épocas anteriores). Además, el club también gozó (según he constatado en fuentes diversas, en ocasiones con sorpresa) de béisbol, hockey sobre hielo, hockey sobre patines, judo, kárate, petanca, bolos, patinaje artístico, tenis, pelota vasca, automovilismo, ciclismo y tenis de mesa. Muchos de estos deportes fueron atléticos de forma efímera.
  Y todo lo anterior me hace enlazar con la reflexión utópica anunciada. ¿No les gustaría a muchos de ustedes que el club pudiera disponer en la actualidad de todas estas secciones y muchas más aún, corregidas y aumentadas?. Sería un deleite, al menos para quién esto escribe, e imagino que habría mucha más gente que compartiría mis gustos y aficiones (que para eso somos atléticos), el poder disfrutar a lo largo y ancho del fin de semana de todo tipo de deportes y acontecimientos, en todas las categorías, tanto masculinas como femeninas, pudiendo cambiarse de un evento a otro. Sería un espectáculo inenarrable. Ya sé, como ha quedado calificado, que no deja de ser una utopía. No habría dinero para mantener tanta sección que, en la mayoría de los casos, sería deficitaria. Pero…¡en fin!. De ilusión también se vive. Y si alguna vez esa utopía llega a plasmarse en realidad, que nadie olvide que yo lancé la idea desde estas modestas líneas.              



JOSÉ MIGUEL AVELLO LÓPEZ

No hay comentarios:

Publicar un comentario