jueves, 2 de mayo de 2013

SCHUSTER

SCHUSTER


  Pese a que su permanencia en el club no fuera tan prolongada como la de otras leyendas rojiblancas (tres temporadas; la primera, además, incompleta), todos los que le vimos atravesar a velocidad de crucero el césped del Vicente Calderón, con su cuidada melena y poblado mostacho, ambos rubios, moviéndose de un lado a otro, jamás olvidaremos su elegancia, su majestuosidad, su jerarquía y su magnífico toque de balón, que le llevó a convertirse en un extraordinario lanzador de libres directos, faceta por lo que quizá sea hoy en día más recordado por la generalidad de la afición. Era uno de los mejores centrocampistas organizadores que jamás lo hayan pisado. Cuando posteriormente echamos a faltar en el equipo esa figura durante largos años, muchos nos acordamos de él y su sombra se hace más y más alargada.
  Comencé el artículo recientemente dedicado a Caminero recordando el sublime regate a Nadal. Allí recalcaba que ese regate ha alcanzado la inmortalidad por el hecho de que la jugada culminase en gol, siendo además un partido de enorme trascendencia. Misterios de la mente humana, cuando rememoro a Schuster con la camisola rojiblanca lo primero que me viene a la cabeza es otro regate. Lo cual precisamente no era una de sus principales cualidades. Regate que muy probablemente hoy casi nadie recordará. Fue en un partido de tantos. La acción no concluyó en gol. Pero quedó grabada en mi memoria. Tuvo lugar el día veinte de enero de mil novecientos noventa y uno. Jornada 19ª de la Liga 90-91. Victoria frente al Español por cuatro goles a cero, convertidos por Juanito, Manolo, el propio Schuster y Futre. Era uno de los partidos incluidos en el legendario record de imbatibilidad del cancerbero Abel (remisión a su correspondiente entrada). Correría aproximadamente el minuto treinta. La incidencia aconteció en la posición de extremo izquierdo, pegado el alemán a la cal de dicha banda, a la altura ya del área españolista. Se encontraba presionado por dos rivales. Uno Mendiondo, lateral derecho que, pese a haber sido una de las más firmes promesas rojiblancas, no había llegado siquiera a debutar con el primer equipo (excepción hecha del partido jugado frente al Osasuna por juveniles y aficionados). Internacional en categorías inferiores. Fue titular en el equipo que conquistó el subcampeonato del Mundo sub´20 frente a Brasil en 1985, al lado de otras futuras estrellas del balompié hispano como Unzué, Lizarralde, Rafa Paz, Goicoechea o Losada. El otro rival españolista no puedo afirmar ahora exactamente quién era, pero creo recordar que pudiera ser Orejuela, delantero que en ese partido jugó de centrocampista, primo hermano de “nuestro” Orejuela. El caso es que Schuster protegía el balón mirando hacia la línea de banda, acosado por los dos adversarios, uno por cada flanco. Se da la vuelta, los encara y parece querer saliendo jugando el balón por entremedias de ellos. De repente, hace un rapidísimo giro hacia la izquierda, lanzándose el balón paralelo a la línea en velocidad. El germano no era especialmente rápido en carrera (sobre todo en carrera explosiva) por lo que estaba condenado a ser atrapado por los defensores. Pero la velocidad y precisión de la acción hicieron que Mendiondo se desequilibrase, y no pudo evitar el tremendo choque con ¿Orejuela? que venía en veloz carrera desde la dirección opuesta. El violento encontronazo hizo que ambos rodaran por el suelo, dejando el terreno libre y expedito para Schuster que, entre el grito ahogado de asombro que salió de miles de gargantas,  penetró en el área, ofreciendo a sus compañeros un estupendo pase de la muerte desde la línea de fondo que no se pudo transformar en gol. El choque fue tan tremebundo que poco después Mendiondo sería sustituido por otro lateral derecho, Eloy. 
       
  Bernd (Bernardo para muchos desde que se arraigó en España) Schuster (recordemos que Alemania es otro de los países cuyos ciudadanos carecen de segundo apellido) nació en la ciudad de Augsburgo, de la región de Baviera, de la antigua República Federal Alemana el día 22 de diciembre de 1959. Tras destacar en el equipo de su ciudad natal, jugando en la posición de defensa libre, recala con dieciocho años en el Colonia, ya de centrocampista. Pronto es reclamado por la selección, con la que disputa (y gana) con apenas veinte añitos la Eurocopa de Italia 80. Es una de las revelaciones más destacadas del torneo. También lo es su compañero de selección, el ex-decatleta Briegel. Pero la fulgurante aparición de Schuster hace que sea el prototipo del jugador que, siendo apenas conocido por la generalidad del público, pasa a convertirse de la noche a la mañana en el mejor centrocampista de Europa (galardonado con el Balón de Plata europeo ese mismo año 1980, y con el de Bronce en 1981 y 1985). No obstante, su recorrido en la selección germana no sería demasiado extenso. Tan sólo 21 partidos. Renunció a ella voluntariamente con apenas veintitrés años, tras discutir con el seleccionador alemán Jupp Derwall por no eximirle de un partido amistoso que coincidió con el nacimiento de su primer hijo. Sería uno más de los hitos de su “complicada” personalidad que le jalonarían durante toda su trayectoria. Su renuncia a la selección, en una década en la que precisamente los alemanes llegaban a final tras final (del juego mejor no hablamos), le privó de alcanzar un mayor reconocimiento internacional.

  Su eclosión de Italia 80 hace que sea fichado por el Barcelona, donde combina actuaciones esplendorosas con incidentes continuos (roces con entrenadores y compañeros, cortes de mangas a rivales, abandono del equipo en plena final europea, negativa a renovar que le hace pasarse un año en blanco, etcétera). Como venganza, ficha por el Real Madrid en 1988, donde permanece dos ejercicios, igualmente plagados de continuas discrepancias y desencuentros.
  Desde que abandona la “casa blanca” son continuos los rumores de que va a firmar con el Aleti. Sin embargo, la avanzada edad del teutón no acaba de decidir a Jesús Gil, que finalmente opta por contratarle ya entrada la temporada 90-91, con el croata Tomislav Ivic en el banquillo, que había sustituido a Joaquín Peiró en plena pretemporada, merced a los no muy boyantes resultados iniciales. Debuta en la jornada 7ª, el 14 de octubre de 1990, frente al Sporting de Gijón en El Molinón, sin tiempo casi para entrenamientos. Su entrada es determinante. Se vence por un gol, de Tomás en propia meta, a poco del final, a dos, de Sabas (su primer gol atlético; no podía ser de otra manera, debutaba ese día) y Rodax (su tercer tanto liguero). En ambas jugadas interviene decisivamente Schuster.
  De ese debut conviene destacar dos circunstancias. La primera, pese a ser fichado con la temporada ya iniciada, habiéndose perdido la pretemporada y sin pisar terreno alguno de juego desde cinco meses antes, ya desde un primer momento ofrece altísimas prestaciones. Creo que la razón, además de sus congénitas habilidades físicas “alemanas” y de lo acertada que hubiera podido ser su preparación en solitario, estriba en su estilo de juego. En mi modesta opinión, el mejor Schuster se vio con la camiseta atlética. Ya no tenía la explosividad o rapidez de su etapa barcelonista, ni cubría tanto terreno. Su época madridista fue intrascendente. Fue con el Aleti con el que consiguió llegar a una etapa de madurez, pausada y reposada, tanto en lo personal como en lo futbolístico. Era menos veloz, cubría menos terreno, pero se sabía colocar estupendamente (pese a ser centrocampista organizador, robaba un buen puñado de balones), hacía esfuerzos menos explosivos pero más continuados, colaboraba más en la elaboración de juego del equipo y hacía que el esférico se moviera rápidamente de un lado a otro. Todo ello, además, rematado por la perfección que había conseguido alcanzar en el lanzamiento de faltas con el paso de los años, aspecto del juego en el que no había destacado tanto en sus otros clubes. Por cierto, en anteriores artículos dedicados a Landáburu y Pantic, incluía al alemán, junto a los dos mentados y Luis y Simao, lo que ahora reitero, como el répoker de ases mejores lanzadores de faltas de los que han portado la elástica rojiblanca. También era el encargado de iniciar cualquier tipo de jugada a balón parado. La segunda, ya desde ese primer día se vio acompañado en la medular por su eterno lugarteniente, Vizcaíno. La prensa de la época calificaba de continuo al tarraconense como “escudero” del “caballero teutón”. Ellos dos solitos, en un equipo con defensa de cinco miembros y tres atacantes, se bastaban para controlar el juego del equipo por todo lo ancho y largo del terreno.

  Su primer gol llegó dos fechas después. Jornada 9ª, en el Vicente Calderón frente al Barcelona. 27 de octubre de 1990. Victoria por dos goles a uno. El primero, a los diez minutos de la segunda parte, de Schuster. Recibió el cuero dentro del área, desprovisto de marcaje, lo controló con el pecho y, cuando todos esperaban un duro disparo, la acompañó suavemente con su pierna diestra, sin apenas fuerza, hacia el poste izquierdo de un sorprendido Zubizarreta, incapaz de reaccionar ante la genialidad de la acción. Empató poco después Stoichkov y sentenció Futre en una de sus cabalgadas características.
  Sus estadísticas se traducen en 112 encuentros oficiales con la camiseta a rayas rojas y blancas del Atlético de Madrid en las tres temporadas que militó en el club, 90-91, 91-92 y 92-93. Con una destacada peculiaridad. Absolutamente todos ellos lo fueron como titular. Con arreglo a los números, su mejor año fue el segundo. De ellos, 85 ligueros (29, 34 y 22), con 11 goles (4, 6 y 1). Su último gol (único de su última temporada) tuvo lugar el día 7 de marzo de 1993, jornada 25ª de Liga. Victoria por dos a uno frente al Oviedo. Abrió el marcador con uno de sus excelsos e inolvidables lanzamientos de falta, que dejó a título de legado para la posteridad, batiendo de forma inconmensurable al guardameta oviedista Viti. Amplió ventaja el delantero mexicano Luis García y descontó cerca del final Jankovic. Esa temporada, por motivos profesionales, me perdí muchos encuentros. Pero a ese sí pude acudir. Estuve presente el día en que Schuster se despidió de la afición colchonera con su último gol. A los de Liga hay que sumar 15 de Copa del Rey (7, 6 y 2) con 3 goles (1, 2 y 0) y 12 de competiciones europeas, todos ellos de la extinta Recopa (6 en la 91-92, en la que anotó 4 goles, entre ellos el mítico gol de falta en Old Trafford frente al Manchester United, que significó el empate a uno que, unido al tres a cero de Madrid, permitió el pase de ronda, y otros 6 en la 92-93, sin gol alguno).

  Su palmarés atlético, al igual que muchos compañeros de generación y de equipo (Abel, Futre, Donato, Alfredo o Manolo) se concreta en dos Copas del Rey. Las conseguidas de forma consecutiva en su primera y segunda temporadas, uno a cero frente al Mallorca, con el legendario gol de Alfredo en la prórroga, y dos a cero frente al Real Madrid, en el partido que muchos aficionados catalogan como el mejor de la larga y fecunda historia rojiblanca. Como acto de justicia poética, los dos goles de dicha final fueron anotados por Schuster, en uno más de sus magistrales lanzamientos de falta, y Futre, en veloz carrera. Dos de los pesos pesados y buques insignia de ese equipo. Dos de los marcados a fuego en letras de oro en el imaginario colectivo colchonero. Imposibles de olvidar. Hagan lo que hagan, están ya en el Olimpo atlético (por eso, pero también por mucho más). Ambas finales están ya analizadas pormenorizadamente en entradas propias de este blog, dado que asistí a ellas personalmente. También están tratadas con detalle en la correspondiente al astro portugués. A todas ellas me remito, para evitar repeticiones innecesarias. Tan sólo recordar aquí que Schuster colaboró en ambas saliendo de titular y disputando la totalidad de los minutos (120 frente al Mallorca y 90 frente al Real Madrid).

  Después de muchas reflexiones, investigaciones y documentaciones, he llegado a la conclusión de que, salvo que alguien me pueda contradecir con hechos mejor fundados, ha sido el único jugador en vestir la camiseta de los tradicionalmente tres principales equipos del fútbol español.
  Tras abandonar las filas rojiblancas culminó su trayectoria como jugador sumando tres campañas más retornando a su país, enrolado en el conjunto del Bayer Leverkussen. Y una fugaz aventura por Estados Unidos y México. De inmediato inició su carrera de entrenador, que le hizo pasar por Fortuna de Colonia, Colonia, categorías inferiores del Barcelona, Xerez, el ucraniano Shakhtar Donetsk, Levante, Getafe, Real Madrid y el turco Besiktas. Su carrera como técnico, pese a que en ocasiones algo se rumoreó, todavía no se ha cruzado con el Atlético de Madrid. Tiempo al tiempo. Nunca se sabe. Si se diera la circunstancia, lo que es seguro que ambas partes, tanto entrenador como afición, se sentirían perfectamente complementadas e ilusionadas, al igual que lo estuvieron en su etapa de jugador. La huella, en ambos casos, es profunda. Y nunca hay que olvidar que todo aquel que resulta inoculado por el “virus” rojiblanco permanece rojiblanco para siempre.                           



JOSÉ MIGUEL AVELLO LÓPEZ

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