jueves, 30 de mayo de 2013

QUIQUE SETIÉN

QUIQUE SETIÉN


  Cuando a mediados de la temporada 77-78, dos chicos de la cantera cántabra, Marcos y Quique (como se le conocía entonces), debutaban con apenas diecinueve años en Primera División con el Racing de Santander, como revulsivo para un equipo que pugnaba por no descender a Segunda, en el que además ya destacaba en la zaga el recientemente analizado y también joven valor Arteche, nadie podía sospechar que todos ellos harían importante carrera, llegando incluso a defender los rojos colores de la camiseta de España, en el club Atlético de Madrid. Si bien es cierto que sus esfuerzos apenas pudieron conjuntarse en una sola campaña, la 87-88. Arteche y Marcos fueron fichados muy jovencitos y desarrollaron todo su potencial a orillas del Manzanares. El primero permanecería ya toda su carrera vestido de rojiblanco. El segundo, tras ser fichado por el Barcelona, volvió al cabo de los años, como uno de los grandes fichajes del primer año de Gil en la Presidencia. Ese año fue el único en el que los tres ilustres cántabros coincidieron en la plantilla. Quique fue contratado cuando ya era un contrastado veterano de Primera, jugando siempre con el Racing, donde se había llegado a convertir en una leyenda, luchando siempre por no descender o, en su caso, consumado el descenso, por conseguir un pronto retorno. Así fue en la temporada 80-81, en la que un gol suyo de cabeza (aspecto del juego en el que fue un destacado especialista) en la última jornada frente al Levante, el 24 de mayo, consiguió una exigua victoria por un gol a cero y, de paso, el ansiado ascenso. Fue el último partido del viejo estadio del Sardinero.
  Enrique Setién Soler (Quique para el mundo del fútbol, en su época racinguista; se le empezó a llamar Quique Setién cuando llegó al Aleti, para distinguirlo del otro Quique de la plantilla, Ramos; el caso es que el nuevo nombre caló tan hondo que desde entonces ya no ha dejado de usarse su apellido; incluso, en ocasiones, se le nombra sólo con él) nació en Santander el día 27 de septiembre de 1958. Su infancia discurre jugando al fútbol sin parar entre las calles de Santander. Y no solo las calles. También las playas. Es uno de los afortunados que puede decir que se crió futbolísticamente en las playas del Sardinero, próximas al que luego sería su estadio. Tras destacar en varios equipos juveniles es captado por el principal equipo de la ciudad, el Racing de Santander, aspiración de todo buen cántabro, como comenté en el artículo dedicado a Arteche. Fue fichado del Perines a cambio de cuarenta pares de botas en 1977. Tras disputar la fase final del Campeonato Nacional de Juveniles, donde su equipo llegó a semifinales, es promocionado directamente a la primera plantilla.

  En estos primeros años suele jugar en la posición de delantero centro, aprovechando su talento, su calidad, su sobresaliente juego de cabeza y su precisión en el disparo. No obstante, dichas cualidades pronto serán aprovechadas en una posición más retrasada, la de centrocampista ofensivo, donde su capacidad innata del manejo de balón, su elegancia de toque y su calidad de pase pudieron contribuir en mayor medida a armar el juego del equipo, sin desdeñar sus opciones de remate, dado que se incorporaba continuamente al ataque. Esas serían desde entonces sus principales virtudes, las que le harían triunfar indiscutiblemente y ganarse el respeto del mundo del fútbol en los años siguientes, pese a militar en un equipo “ascensor”, alejado de los primeros puestos, y con los que despertaría el interés de los seleccionadores y de los grandes equipos.    
 En esta primera etapa racinguista, como se ha reseñado con anterioridad, se convierte en leyenda de ese club. Disputa ocho temporadas, desde la 77-78 hasta la 84-85. Incluso hay una, la 82-83, que se la pasa en blanco por una gravísima lesión que, al decir de muchos infaustos agoreros (afortunadamente equivocados) acabaría por retirarle del fútbol.
  Después de múltiples rumores de fichaje por equipos más poderosos durante muchos y muchos años, finalmente decide recalar en el Atlético de Madrid en la campaña 85-86, para alegría de todos los que le pudimos disfrutar con la rojiblanca. Llega ya maduro, a punto de cumplir los veintisiete años. Y entra como un tiro. Tras una excelente pretemporada, donde el equipo juega al son que él le toca, inicia la temporada oficial a un nivel sobresaliente. De inmediato consigue lo que no había podido con la camiseta blanca del Racing: ser convocado para la selección absoluta. Los seguidores atléticos ya conocíamos sus características, pero asombra a propios y extraños con su elegancia innata, su personalidad e inteligencia (cualidades éstas tanto de su vida profesional como personal, lo que le acarrearía no pocos problemas) y su liderazgo en el juego. Bajo la sabia batuta de Luis Aragonés adquiere la titularidad en un centro del campo en rombo, donde él ocupaba la posición más adelantada, Landáburu la más atrasada, Quique por la izquierda y Marina por la derecha. Cuando Setién, tras su fulgurante inicio, desciende algo de rendimiento, pasa en alguna ocasión a ocupar plaza de suplente (si bien luego casi siempre entraba a participar), apareciendo Julio Prieto por la derecha y desplazando a Marina a la punta del rombo. Mínguez esperaba en el banquillo.

  Su debut tiene lugar en la primera jornada de la Liga 85-86. El día 1 de septiembre de 1985. Contra el Sevilla en casa, en el Vicente Calderón. Dulce debut. Victoria por tres goles a cero, anotados el primero por Cabrera y los dos siguientes por Marina que, pese a ser desplazado a la banda, no había perdido su llegada al área. Su primer gol tuvo lugar en competición europea, en la ida en casa de los dieciseisavos de final de la Recopa, el 18 de septiembre de 1985, frente al otrora, en la década de los setenta, enemigo irreconciliable del Celtic de Glasgow. Su gol inicial fue igualado por el escocés Jonhstone. La vuelta en Celtic Park dos semanas después, el 2 de octubre, a puerta cerrada, fue un maravilloso partido del Aleti, en que dos goles de los dos Quiques, Setién y Ramos, pusieron en ventaja al equipo, y solo el central Aitken pudo descontar cerca del final. Fue, en mi opinión, el mejor partido jugado de rojiblanco por los dos defensas centrales de ese día, tanto Arteche como Ruiz, a los que les terminó por doler la cabeza de tanto balón aéreo como despejaron. Su primer tanto liguero aconteció entre ambos goles europeos, en la jornada 5ª, el 28 de septiembre, ante el Valladolid en casa. Fue el único gol del 1 a 4 final, en una maravilloso partido de todo el equipo pucelano y, en particular, de su centrocampista Eusebio, que le llevaría a fichar por nuestros colores dos años después.

  Quique Setién defendió la zamarra rojiblanca durante tres temporadas, desde la 85-86 hasta la 87-88, ambas inclusive. Lo hizo durante un total de 93 encuentros. No se puede decir que fuera una aportación mayúscula a la grandeza del club, en comparación con otras leyendas rojiblancas, pero solo el verle correr por el césped y golpear con su excelsa clase el balón ya dejó huella indeleble en la memoria del seguidor atlético. En Liga disputó 73 partidos, repartidos en 30, 32 y 11. En Copa del Rey, 8, distribuidos en 4, 3 y 1. En competición europea fueron 10, 7 de la Recopa del primer año y 3 de la Copa de la U.E.F.A. del segundo. Y además, los dos partidos de la Supercopa española de la 85-86, frente al Barcelona.
  En cuanto a goles, anotó un total de once. Siete de ellos ligueros (5, 1 y 1), tres en la Recopa de su primer año y uno en la Copa del Rey, también de su primer año. De nuevo los números no mienten y revelan que tras una extraordinaria primera campaña, disminuyó algo su rendimiento en la segunda y más aún en la tercera, en la que ya empezó a tener problemas con la Presidencia.
  Y es que Quique Setién, con contrato en vigor, fue despedido de mala manera por Jesús Gil. Tras deshacerse de Alemao, vestigio de la época calderoniana, mandó cartas de fulminante despido a Arteche, Landáburu, Quique Ramos y Quique Setién, a los que tildaba de “veteranos maleados” y “cáncer del vestuario” y les acusaba de la, a su juicio, decepcionante trayectoria del equipo. Con ello conseguía quitarse de un plumazo de encima a veteranos contestarios y con personalidad y conceder galones absolutos a su buque insignia, Futre. En las cartas de despido, entre las peregrinas razones aducidas, refiriéndose sobre todo a Setién, se incluía la de “ir en compañía de mujeres ostentóreas”. Recuerdo al protagonista de este artículo, en entrevista radiofónica, afirmando con fina ironía que tamaño palabro, tras consultar detenidamente el diccionario, era inexistente. En cualquier caso, hizo fortuna y pasó a ser empleado por el pueblo en su habla popular por lo que, sin duda alguna, tarde o temprano, terminará por incluirse en el mentado diccionario. Todos los despedidos pleitearon por despido improcedente. Todos ganaron en los tribunales. Pero ninguno volvió a jugar con el Aleti, salvo Arteche que, como se reseñó recientemente en el artículo a él dedicado, fue “indultado” en forma provisional, para jugar apenas dos partidos más de Liga y volver a ser fulminantemente despedido.

  Tras abandonar el club, recaló en el Logroñés, donde, para deleite de los aficionados logroñesistas, coincidió con otro ilustre veterano de calidad superlativa, el vasco Sarabia. Y también con Marcos. Una vez más su vida se cruzaba. También dejó larga estela en La Rioja, donde permaneció cuatro temporadas y logró el gol número 100 del Logroñés en Primera División. Cuatro años más, segunda etapa, en el Racing de Santander. E incluso unos pocos partidos más con el Levante, en liguilla de acenso a Segunda División, que se pudo conseguir con su inestimable colaboración.
  Su palmarés rojiblanco es breve. Se reduce a la Supercopa de España de la temporada 85-86, su primera de colchonero. El equipo acababa de proclamarse brillante vencedor de la última Copa del Rey frente al Athetic de Bilbao por dos goles, ambos de Hugo Sánchez, en su último partido, a uno, de Julio Salinas, lo que le posibilitó disputar tanto esa competición como la Recopa europea, en la que se llegó a la inolvidable final de Lyon, el dos de mayo (buen día para jugar en Francia) de 1986 frente al Dinamo de Kiev, cuyos jugadores componían en su práctica totalidad la temible selección de la U.R.S.S. que poco después asombraría al mundo en la fase final del Mundial de México 86. Como todos recordarán se perdió dolorosa pero merecidamente por tres goles a cero. Setién disputó la media hora final, reemplazando a Landáburu. Desde entonces muchos demagogos, principalmente de fuera del club, de los que opinan ventajosamente ante el hecho consumado, criticaron la decisión de Luis afirmando gratuitamente que con el cántabro desde el inicio sobre el césped, otro gallo hubiera cantado. Lo cierto es que, tras una disminución de su rendimiento, era una etapa en la que solía empezar los encuentros desde el banquillo.
  Volviendo a la Supercopa, contribuyó disputando como titular, en unión en la medular de los otros tres “mosqueteros” anteriormente relacionados, los dos partidos, ida y vuelta. El de ida tuvo lugar en el Vicente Calderón el día 9 de octubre de 1985. El gol inicial del barcelonista Clos fue remontado en brillante partido rojiblanco en general y de Quique Setién en particular por los tres goles de Cabrera, Ruiz y Da Silva. La vuelta en el Nou Camp, tres semanas después, el 30 de octubre, se perdió por un insuficiente gol a cero, de Alexanco, lo que llevó el trofeo (por cierto, único hasta ahora) a las vitrinas atléticas. El primer partido lo disputó íntegro. En el segundo, fue sustituido al descanso por Clemente, para reforzar la defensa.

  Tras haberlo sido juvenil, sub 21 y olímpico, Quique Setién fue internacional absoluto. Tres veces. Todas ellas con Miguel Muñoz de seleccionador. Todas ellas en su primera temporada atlética, sin duda alguna la más brillante y trascendente de su trayectoria. Todas ellas en encuentros de carácter amistoso. Todas ellas sobre territorio español. Y todas ellas, además, en forma consecutiva. Debutó el día 20 de noviembre de 1985, en amistoso de preparación para el Mundial de México 86 disputado frente a Austria en el zaragozano estadio de La Romareda, que concluyó con empate a cero. Tras haber conseguido recientemente la clasificación, era el primero de los amistosos de los que disponía Miguel Muñoz para conjuntar el equipo e introducir novedades. En concreto, en este encuentro debutarían como titulares, jugando todo el tiempo, además de Quique Setién, Tomás y Michel. También Eloy, entrando desde el banquillo. Todos ellos acabarían por acudir finalmente a la cita mundialista, si bien el cántabro no llegó a disputar minuto alguno y los demás sí que tendrían importante participación.   
  Seguirían dos amistosos más. El segundo fue ante Bulgaria, el 18 de diciembre, en el valenciano Luis Casanova (por aquel entonces, Mestalla se llamaba así). Victoria por dos goles a cero, de Michel y Calderé. La jornada del debut Setién jugó en la medular. Este día, a modo de experimento, recuperó su antigua posición de delantero, saliendo de inicio compartiendo línea con Butragueño, siendo luego sustituido por Sarabia. Y su tercer y último partido internacional fue el 22 de enero de 1986, ante la U.R.S.S. en el antiguo estadio Insular de Las Palmas, con victoria española de nuevo por dos goles, de Julio Salinas, que debutaba ese día, y Eloy, a cero. Quique Setién reemplazó en la medular al sevillista Francisco.  
   
  Tras colgar las botas pasó a ser entrenador. Reseñar aquí brevemente que su currículum como tal incluye equipos de Segunda o Segunda B, tales como el Racing de Santander, el Polideportivo Ejido, la selección de Guinea Ecuatorial, el Logroñés y el Lugo, donde figura en la actualidad. Todo aquel que vea jugar a este último equipo comprobará fácilmente como el juego desplegado es una clara proyección de la personalidad del entrenador sobre el terreno de juego, buscando sacar siempre el balón desde atrás controlado y primando el toque sobre la fuerza física, tan característica de la categoría de plata hasta tiempos recientes. Nunca ha llegado a entrenar en Primera División. En el futuro estimo que, si continúa con su marcha ascendente, pudiera llegar a ser un buen candidato para tomar las riendas de un equipo siempre tan complicado como lo es el Atlético de Madrid. Desde aquí lanzo la idea. 

            
 

JOSÉ MIGUEL AVELLO LÓPEZ


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