IRURETA.

Javier Iruretagoyena Amiano nació en Irún, el día 1 de abril de 1948. De familia humilde, desde joven tuvo que colaborar con la economía familiar, incluso trabajando en la vecina Francia. Futbolísticamente, pronto destacaron sus dotes, particularmente en los torneos de fútbol-playa tan populares en el País Vasco, aprovechando las mareas bajas. Con catorce años ingresó en los juveniles del histórico Real Unión de Irún, Asciende al primer equipo, por entonces en Tercera División, con diecisiete años, donde desarrolla dos estupendas temporadas que le valen para avivar el interés de los equipos de Primera División, tanto del País Vasco como del resto de España. Estando prácticamente fichado por el Real Madrid, recibe una superior oferta del Atlético, por el que firmaría finalmente el 6 de julio de 1967. Una de las primeras medidas que se adoptan tras su fichaje es acortar su largo apellido vasco, al igual que hicieron, hacen y harán otros futbolistas de dicha Comunidad Autónoma (por ejemplo, el apellido completo de Urruti, portero de la Real Sociedad, Español y Barcelona era Urruticoechea) y fijar como nombre futbolístico a partir de entonces el ya conocido por todos de Irureta, prescindiendo del posterior “-goyena”. Debuta con nuestros colores el día 25 de octubre de ese año, en el partido de vuelta disputado en el Vicente Calderón de los dieciseisavos de final de la extinta Copa de Ferias, contra el equipo austriaco del Wiener Sporkclub, estando ya la eliminatoria prácticamente decidida, puesto que el Aleti había ganado ya en la ida en tierras austriacas por dos goles a cinco. En liga, debuta casi dos meses después, el 17 de diciembre de 1967, en casa ante Las Palmas, en la decimotercera jornada. Se perdió por uno a dos y él se lesionó. Por tanto, en su primera temporada no es que entrara precisamente arrasando. Fue entrando poco a poco en el equipo, con paciencia, como les ha correspondido históricamente en todos los clubes a muchísimos jugadores procedentes bien de la cantera o bien de categorías inferiores. Pero ya la temporada siguiente se asentó firmemente, disputando veintisiete encuentros de los treinta que entonces conformaban el torneo liguero. Y desde entonces, llegó a disputar defendiendo la camiseta rojiblanca, en sus ocho temporadas, 208 partidos de Liga, en los que anotó 48 goles.
Fue dos veces campeón de Liga con el Atlético de Madrid (temporadas 1969-70 y 1972-73) y una de Copa (temporada 1971-72). También ganó la Copa Intercontinental en 1974-75, en la que anotó un gol, y jugó la final de Copa de Europa en 1974 contra el Bayern de Munich (el primero de los partidos; para el segundo, el de desempate, fue uno de los que no pudo repetir en la alineación).
En 1975 fue fichado por el Athletic de Bilbao, que por aquel entonces estaba poniendo en práctica la denominada “operación retorno”, consistente en fichar a jugadores vascos (ya que si no lo eran, no podían jugar en ese club) que tenían su carrera consolidada en otros diferentes equipos de la Primera División española, tales como, además de Irureta, el lateral y mediocampista defensivo valencianista Tirapu (cuyo hermano, por cierto, era portero, llegando a figurar en nuestra plantilla tres temporadas, desde 1975 hasta 1978, en las que apenas jugó nueve partidos de Liga, oscurecido principalmente por Reina) o el delantero centro, particularmente poderoso en el juego aéreo, procedente del Racing de Santander, Aitor Aguirre. Irureta jugó en el equipo bilbaíno cinco temporadas más, retirándose al final de la temporada 1979-80. Sumando esos cinco años a los ocho que jugó con nosotros, disputó en total 344 partidos ligueros, anotando 70 goles.
Después de dejar el fútbol como jugador, se hizo entrenador. Es uno de los que más partidos ha dirigido en toda la historia de la Primera División española, desde la temporada 1988-89, donde comenzó con el Logroñés, pasando luego por Oviedo, Racing de Santander, Athletic de Bilbao, Real Sociedad, Celta, Deportivo de la Coruña (donde estuvo más años y donde mejores resultados obtuvo), Betis y Zaragoza. En varias ocasiones se rumoreó la posibilidad de que fichara como entrenador del Atlético de Madrid, pero nunca llegó a cristalizar el rumor.

Irureta fue un centrocampista de enorme y generoso trabajo para el equipo. No destacaba por su técnica, pero poseía igualmente unas grandes cualidades técnicas. En suma, era el centrocampista perfecto, por el que suspira todo entrenador, al reunir calidad con trabajo. Recorría arriba y abajo todo el terreno y para mí su principal característica era lo que ahora se conoce como un gran centrocampista llegador. En numerosas ocasiones llegaba al área a rematar (no estaba allí, llegaba) con casi igual eficacia con la pierna izquierda como con la derecha. Pero particularmente con la cabeza. Lo recuerdo como un gran cabeceador. De hecho su posiblemente más importante gol con la elástica rojiblanca, el anotado contra el Independiente de Avellaneda el día 10 de abril de 1975 en el Vicente Calderón, en la vuelta de la final de la Copa Intercontinental, fue fruto de un magnífico cabezazo, en el borde del área pequeña, cruzando desde el primer palo hasta el segundo, tras un pase desde la izquierda de Gárate, ya dentro del área, a la que había llegado después de una de sus diabólicas diagonales desde la banda izquierda. Era el uno a cero. El segundo gol fue obra de Ayala, con lo que el dos cero valía para remontar el solitario gol de Balbuena en Avellaneda un mes antes. Como curiosidades, decir que era la primera ocasión en que el torneo cambiaba sus reglas: pocos meses antes, los equipos se habían puesto de acuerdo para tener en cuenta los goles globales de la eliminatoria, ya que hasta entonces se tenían en cuenta tan sólo las victorias, con independencia del número de goles. Eso había motivado en varias ocasiones previas partidos de desempate, al haber ganado un equipo uno de los partidos y el otro el restante (curiosamente, nunca fue por dos empates). Y también que, como es sabido, el Aleti jugaba esta final como subcampeón de la anterior Copa de Europa, al haber renunciado el campeón, el Bayern de Munich. Los motivos de dicha renuncia fueron varios: era un torneo que entonces no tenía especial consideración, los equipos europeos tenían que hacer un largo viaje (o dos, si había desempate) a América en mitad de temporada y, sobre todo, la tremenda dureza y antideportividad que en esa época empleaban los equipos sudamericanos, abanderados por el tristemente célebre Racing de Avellaneda, a su vez liderado desde el centro del campo por Bilardo. Es famosa la anécdota que éste desveló años después de que salían al terreno de juego con alfileres escondidos para luego clavárselos a los contrarios en los saques de esquina y faltas.

JOSÉ MIGUEL AVELLO LÓPEZ
Podrías publicar algo de la biografía del Cholo Simeone ahora que está tan de moda.
ResponderEliminarEn lo referente al partido del otro día frente al Valencia decir que gozamos del control del partido, sin embargo estuvimos muy faltos de agresividad y el Valencia jugó realmente encerrado. Decir que en mi opinión y aunque no puedan parecer los más lucidos el nivel que muestren Tiago y Gabi condiciona notablemente el partido del Atleti, como se vio el domingo, donde Tiago estuvo realmente flojo y descentrado. Como nota positiva destacar la solidez defensiva demostrada en hombres como Godin o Miranda y resaltar especialmente a Juanfran, que está a un nivelazo tanto en ataque y en defensa y que empieza a crear la duda de si es preferible mantenerle en la titularidad cuando vuelva Silvio al 100 por ciento. Bueno pues sensación agridulce que deja el partido aunque las impresiones sigan siendo buenas.
Saludos y feliz cumpleaños
Guillermo
Gracias por las felicitaciones, Guille. Tomo nota de la sugerencia de Simeone y ten por seguro que más tarde o temprano algún artículo versará sobre él. Te agradezco mucho tu valoración del partido del otro día, porque es exactamente lo que buscaba al pedirte colaboración, las impresiones desde dentro del estadio, a pie de grada. Por cierto, a ver si encontráis la forma de poder colaborar escribiendo artículos independientes. Besos.
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